Este miércoles 21 de marzo, un jefe de Estado uruguayo –José Mujica- por primera vez en la historia de este país, leyó un texto que en su fuero interno, no fue un frívolo texto de cinco carillas, sino que fue literalmente un texto que fue sentido en su más íntima fibra humana, sencillamente, porque él – el ex guerrillero del MLN, vivió en carne propia la represión –la tortura, el aislamiento y la privación ilegítima de la libertad- en los años violentos de la pre dictadura y durante ella, hasta el advenimiento de una democracia sobrecargada de culpas y de lobos vestidos de cordero.

Mal que le pese a muchos, en este acto, la sangre de muchos sudamericanos valientes –y obviamente la de Maria Claudia García Irureta de Gelman y de su compañero de vida, ambos padres de Macarena- fue reivindicada y si acaso, liberada de los oscuros senderos de la impunidad, transformándola en un símbolo de la justicia, en una suerte de señal de esperanza, de que el terrorismo de Estado no será otra vez una historia a repetirse entre los uruguayos. Una parte de la historia negra de este país, cuyos autores materiales –militares y policías- no son necesariamente sus principales responsables, porque muchos civiles –figuras políticas de aquellos días y que todavía lo son, saboreando los oropeles de la democracia (que mal la defendieron) y ostentando dialécticas propias de juristas maquiavélicos manipulando la historia y los caminos de una democracia entre comillas, de los años sesenta y setenta- fueron igualmente partícipes y cómplices de esas aberrantes transgresiones constitucionales con resultado de muertes y desapariciones forzadas, ya sea porque fueron insensibles, indiferentes o interesados en otras metas y cometidos que nada tenían que ver con la soberanía, los valores de justicia, los juramentos parlamentarios y la ética humana.

El acto se desarrolló con el respeto merecido, para todos aquellos que vivieron en esos años, si acaso un solo minuto de represión. El acto se desarrolló, con la sabiduría propia de un hombre –José Mujica- que siendo presidente tuvo el coraje de dar cumplimiento a un mandato de la justicia internacional, cosa que otros ex presidentes –los que obviamente estuvieron ausentes- no se habrían atrevido a hacerlo, porque ni siquiera se abocaron a propiciar la posibilidad de que su pueblo pudiera llegar a recuperar los andariveles del respeto y de la verdad, ante tantos crímenes cometidos por los represores y los políticos al servicio de los intereses de los Estados Unidos, gobierno que fue ideólogo de tantas matanzas, dentro de nuestro territorio y en otros lares de nuestra querida Sudamérica, desangrada descaradamente por un imperio extendido por todo el mundo, con rostro de libertad y corazón de verdugo.

Entonces, el acto se desarrolló con la sobriedad de un gobierno que si bien en algunos aspectos no ha conformado las expectativas de los uruguayos, en su administración -sobrada en conflictos y tropiezos- al menos, entre otros logros, ha recuperado la credibilidad en los valores de justicia y en la esencia y los ideales de un José Artigas, nuestro prócer, que siempre prefirió apostar a su coherencia, en el desenvolvimiento de su lucha en pro del bienestar de su pueblo diciendo no al sometimiento a imperios o intereses económicos de potencias vecinas y no tan vecinas. Por eso el acto es válido y es aleccionador, para fortalecernos, entre quienes consideramos que el terrorismo de Estado ha sido un mal legitimado desde filas gubernamentales, parlamentarias, militares y policiales, como un muy pesado lastre de una época no menos oscura y tenebrosa que la de nuestros días, donde ese imperio del Norte sigue extendiendo sus tentáculos, sutilmente.

Lo que pasó este miércoles 21 de marzo de 2012, en el Palacio Legislativo, fue un acto de justicia, impuesto por la ética inherente a la historia de un pueblo que reencontró la democracia, aún en medio de la polémica con los partidos tradicionales, sobre los cimientos de la lucha tupamara, de la lucha sindical, estudiantil, universitaria y militante, de sectores de una sociedad uruguaya, jugada a los valores de una izquierda, aunque diversa y heterogénea- combativa y unida. El mañana, en materia de derechos humanos, todavía se está dibujando. Todavía hay muchas verdades por aclarar y muchos responsables por procesar. Pero todavía, hay quienes –desde filas de los partidos tradicionales- pretenden siempre ver la historia del ayer y del hoy, desde su cristal (y no del cristal de una generación que fue ultrajada y diezmada) reclamando además, que el terrorismo de Estado no fue el único: una vieja historia que tienen la osadía de repetir, demonizar a quienes se comprometieron con las causas sociales y las luchas revolucionarias, tildándolos de terroristas, de zurdos come niños y de guerrilleros criminales, porque nunca entendieron las circunstancias y las situaciones de esos tiempos, donde la lucha armada fue una necesidad y un compromiso fundamentado en ideas indispensables para crear al hombre nuevo, un mundo mejor y un Uruguay diferente al que le tocó en suerte.

Hoy se sigue haciendo camino al andar. Por esa razón, en este acto, el Estado se comprometió con una causa, la causa de los desaparecidos, de los torturados, de los niños nacidos en cautiverio, de los asesinados por integrantes de una generación intolerante y criminal, donde predominaban los sentimientos de corrupción y de abuso amparado en una clase política dominante y cargada de odio hacia quienes solamente reclamaban mejores condiciones de vida, hacia quienes compartían las ideas del Che Guevara y hacia todos aquellos que entendían que las comunidades humanas deben ser específicamente solidarias entre sí. Pensamientos que inspiraron a quienes ya no están, porque fueron asesinados, solo por pensar diferente. Victimas tales como María Claudia García Irureta de Gelman, Marcelo Gelman, Julio Castro, Elena Quinteros, Héctor Castagnetto, Ibero Gutiérrez, los padres de Mariana Zafaroni, Ibero Gutiérrez, Susana Pintos, Raúl Sendic, Héctor Gutiérrez Ruiz, Zelmar Michelini y muchos más, dentro y fuera del Uruguay.

No pocos políticos de los partidos tradicionales se rasgaron las vestiduras con este acto, y sencillamente se llamaron al silencio o directamente no concurrieron al Palacio Legislativo, pero otros, aún de tales tiendas, optaron por ir, a título personal ( no partidario) , tal como lo aclararon a los medios de prensa, lo que habla bien de ellos como individuos y le hace bien a la bien llamada reconciliación nacional, aunque todavía queden algunos cabos sueltos en relación a los responsables del terrorismo de Estado, en particular de sus ideólogos, que permanecen aún cubiertos por el manto de la impunidad, llevando a la práctica –a raja tabla en algunos casos- un pacto de silencio inaudito y reprobable, una “omertá” típicamente mafiosa, porque en definitiva fueron mafiosos los que en el nombre de la democracia de los años 60 y 70, se replegaron por el poder criminal, segando vidas jóvenes y no tan jóvenes. ¿Y todo para qué ? o ¿ Por qué?. Sabrán ellos. Otros en cambio, perfectamente ubicados del otro lado del mostrador, sabían por qué y contra quien luchaban. Hoy, con este acto, la historia uruguaya tuvo una de sus respuestas, quedó claro, dentro del territorio nacional y en el mundo, pero la lucha continúa.    

José Mujica reconoce públicamente la responsabilidad del Estado en la desaparición de su nuera María Claudia García de Gelman, madre de Macarena que nació en cautiverio

Con el presidente de la Suprema Corte de Justicia, Daniel Gutiérrrez, a su izquierda; con el vicepresidente de la República, Danilo Astori, a su derecha y ante la mirada de Macarena y Juan Gelman, el presidente de Uruguay, José Mujica, reconoció la responsabilidad del Estado por la desaparición de María Claudia García de Gelman.

"En nombre de la República Oriental del Uruguay como entidad colectiva, y en el marco de los principios de continuidad y sucesión del Estado, independientemente del ámbito temporal y material en que ocurrieron los hechos, el Estado uruguayo reconoce su responsabilidad institucional por la desaparición forzada de María Claudia García Irureta de Gelman, por lo cual violó sus derechos al reconocimiento de la personalidad jurídica, a la vida, a la integridad personal y a la libertad" leyó Mujica, en un discurso de poco más de 20 minutos en la sala de la Asamblea General.

"Uruguay, como Estado, asume su responsabilidad jurídica internacional y su responsabilidad ética por dichos hechos", agregó.

De esta manera, Uruguay cumplió con la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que condenó al país a pedir perdón por la desaparición forzada de la madre de Macarena.

En la declaración de cinco carillas, el primer mandatario recordó brevemente el caso Gelman, tras lo cual afirmó: "El Estado es responsable por la supresión y sustitución de la identidad de María Macarena Gelman. También el Estado es responsable por la violación de los derechos a la integridad personal y a la protección de la familia en perjuicio del señor Juan Gelman, abuelo de Macarena, como consecuencia de los sufrimientos ocasionados por estos hechos".

Cabe recordar que Macarena nació durante el cautiverio de su madre, María Claudia García, a quien luego le quitaron su hija para entregársela a otra familia.

Durante el discurso también se hizo alusión al Plan Cóndor y al terrorismo de Estado, a raíz del que "centenares de personas fueron víctimas de torturas, ejecuciones y desapariciones forzadas como parte de una práctica sistemática".

"El Estado uruguayo integró el llamado Plan Cóndor, una coordinación internacional con Argentina, Brasil, Chile, Bolivia y Paraguay, para desplegar la persecución por razones ideológicas a los habitantes de los países referidos y proceder a su detención y traslado clandestino o decidir el asesinato o desaparición de los detenidos", señaló Mujica en la declaración.

"Conforme a ello, el Estado condena" los sucesos "y afirma su compromiso con la Justicia y su voluntad de que hechos similares no vuelvan a repetirse", añadió Mujica y finalizó el discurso con la siguiente frase: "El Estado seguirá dando pasos firmes a efectos de reparar el daño".

El denominado acto del perdón tuvo lugar pocos días después de que se hallaran nuevos restos humanos en el Batallón 14, en el marco de la investigación por la desaparición de María Claudia. Los mismos están siendo analizados para determinar su identificación.

Además, se realizó cinco meses después que el juez Pedro Salazar procesara con prisión a José Nino Gavazzo, José Ricardo Arab Fernández, Gilberto Valentín Vázquez Bisio, Jorge Silveira Quesada y Ricardo José Medina Blanco como coautores penalmente responsables de un delito de homicidio muy especialmente agravado de María Claudia García de Gelman, nuera del poeta argentino Juan Gelman.

El letrado también dispuso pedir la extradición a Brasil de Manuel Cordero por el mismo caso. El exmilitar cumple condena en Argentina.

LEY DE CADUCIDAD El discurso de Mujica tuvo también una referencia a la Ley 15.848, en la que se "reconoce que ha caducado la pretensión punitiva del Estado respecto a los delitos cometidos hasta el 1° de marzo de 1985".

"El Estado reconoce su responsabilidad por la violación a las garantías judiciales y a la protección judicial por la falta de investigación efectiva de los hechos del presente caso (Gelman) y el juzgamiento y sanción de los responsables en perjuicio de Juan y Macarena Gelman como consecuencia de la interpretación y aplicación que el Estado dio a la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, respecto de graves violaciones a los Derechos Humanos", leyó el presidente.

Aunque dicha normativa no logró los votos para anularse, en octubre del año pasado el Parlamento sancionó el proyecto de ley que declara que los delitos cometidos durante la dictadura son de lesa humanidad, con lo que se elimina la prescripción de los mismos.

CONDENA .La desaparición de María Claudia García de Gelman, en el año 1976, motivó que en febrero de 2011 la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) condenara al Estado uruguayo, al que obligó a esclarecer lo ocurrido con la joven argentina de 19 años que al momento de desaparecer se encontraba embarazada de su hija Macarena.

CADUCIDAD .La Corte (que ordenó indemnizar a Macarena y a su abuelo, Juan Gelman, con la suma de US$ 513.000) obligó a Uruguay a echar luz sobre el hecho más allá de la ley de Caducidad que "carece de efectos", según el organismo, "respecto de graves violaciones de derechos humanos", considerando que Uruguay "incumplió su obligación de adecuar su derecho a la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas".

DEROGACIÓN. En base al fallo de la Corte Interamericana, el Parlamento aprobó una ley que en la práctica dejó sin efecto la ley de Caducidad.

PROCESADOS .En octubre de 2011 fueron procesados por este caso los militares retirados José Gavazzo, José Ricardo Arab, Gilberto Vázquez, Jorge Silveira y el policía retirado Ricardo Medina.

VÁZQUEZ .El llamado caso Gelman fue excluido de la ley de Caducidad por decisión del entonces presidente Tabaré Vázquez el 12 de diciembre de 2005. No fue este caso, sin embargo, el primero en ser excluido del alcance de la ley por Vázquez, sino el tercero, luego de los casos de Washington Barrios y de Simón Riquelo/Gerardo Gatti.

Fuente : El País de Montevideo