A 22 AÑOS DEL ASESINATO DE SANTIAGO LEGUIZAMÓN
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Refiriéndose a esta situación el periodista Vicente Brunetti escribe “el asesinato de Santiago Leguizamón a mi modo de ver, demuestra la infiltración de narcos, del sitial periférico que ocupaban en las sombras, al asalto desvergonzado de los sitiales del poder local y central: Intendencias, Cámaras de Diputados y de Senadores y, en su momento, hasta la Presidencia de la República.”
La muerte de Santiago despertó en una parte de la población paraguaya la conciencia de que el derrocamiento del dictador sanguinario General Alfredo Stroessner -que gobernó el país durante 35 años, que encarceló, reprimió, torturó y asesinó a campesinos, obreros, estudiantes, intelectuales y a todo aquel que luchaba contra su autoritarismo y trabajaba por una sociedad nueva donde impere los valores de la justicia, la paz y el amor- no era suficiente para extirpar el terrible cáncer que se había incubado dentro del cuerpo social, no solo durante la era de Stroessner, incluso mucho años antes, luego de la guerra civil de 1947, cuando triunfaron las fuerzas más retardatarias y cavernícolas que conociera la historia política del Paraguay. Fuerzas que apoyaron al General Higinio Morínigo, quién durante su gobierno estableció las condiciones políticas, y sobre todo culturales, para la emergencia de un Estado donde se instauró la cleptocracia y que se consolidó durante el gobierno de Stroessner y que sigue vigente hasta nuestros días a nivel institucional, pues las estructuras del poder no han cambiado -a pesar del inicio de un nuevo proceso político, a partir del 89. Un proceso político llamado de transición a la democracia y que durante el gobierno de Fernando Lugo parecía que por fin se llegaba a vislumbrarse la ansiada democracia con la alternancia en el poder ejecutivo, pero no en el Gobierno (que incluye a los tres poderes del estado) después de 60 años. Lo acontecido con el golpe de estado parlamentario que destituyó a Lugo, no vino sino a confirmar que casi nada había cambiado estructuralmente en el país, los mismos hombres que habían apoyado el régimen totalitario de Stroessner, como políticos, empresarios, o que han sido herederos de tanta riqueza mal habida acumulada desde aquel tiempo fueron los que conspiraron contra Lugo, para proteger los intereses de las grandes multinacionales, -que ven al Paraguay como una zona rica para ser explotada- comportándose antes que como mandatarios al servicio del pueblo como simples administradores de estas grandes empresas.
Estos dos hechos históricos: primero el asesinato de Santiago Leguizamón en el 91 y segundo el golpe de estado parlamentario de 2012, -si bien aparentemente son acontecimientos distantes entre sí y que nada tienen que ver uno con el otro- guardan una estrecha relación para entender que la Cleptocracia en el Paraguay entendida como “el establecimiento y desarrollo del poder basado en el robo de capital, institucionalizando la corrupción y sus derivados como el nepotismo, el clientelismo político, el peculado, de forma que estas acciones delictivas quedan impunes, debido a que todos los sectores del poder están corruptos, desde la justicia, funcionarios de la ley y todo el sistema político y económico”, están más vigentes que nunca al formar parte de la base misma en que se estableció la llamada Reconstrucción de la República del Paraguay en las últimas décadas del siglo XIX, luego de la Guerra de la triple alianza ( 1865-1870) cuando los llamados legionarios al servicio de los intereses de la burguesía argentina, y oligarquía brasileña, y ambas a su vez sequitos del imperio Ingles fundaron los partidos políticos tradicionales, ocuparon el gobierno, dictaron la constitución de 1870 a la medida de estos grandes intereses.
Si bien se advirtieron intentos por desmantelar esta pesada estructura que tantas muertes y sufrimiento ha causado al pueblo paraguayo a lo largo sobre todo del siglo XX, -con los constantes golpes de estado, cuartelazos, asonadas, guerras civiles-; no tuvieron la capacidad suficiente para derribarla o ni siquiera resquebrajarla por la falta o ausencia histórica en el país de una clase burguesa o dirección civil con la suficiente autoridad ética e ilustrada que aglutine a todos los sectores sociales para luchar contra este tipo de Gobierno y Estado que nació dependiente de los grandes intereses económicos extranjeros y que fue transformándose o maquillándose con el correr de los años pero sin perder su esencia de maquinaria al servicio de las corporaciones mercantilistas ayer, y del capitalismo financiero hoy.
A pesar que la muerte de Santiago Leguizamón haya quedado en la impunidad, pues en una entrevista concedida al diario ABC color de Asunción el año pasado el Juez José Valiente, quien había iniciado la investigación del homicidio, manifestó “un año después del asesinato de Santiago Leguizamón, en Brasil fueron detenidos pero por otros delitos José Araulho, más conocido como “Tiro Certo”, José Aparecido de Lima y Bras Vaz de Moura, todos brasileños. Los tres confesaron entre varias cosas, que asesinaron a Santiago Leguizamón en abril del 91, por encargo de Daniel Alvares Georges (hijo de Fahd Jamil) y su primo Luis Enrique Georges. En aquel entonces Fahd Jamil era el supuesto “padrino” de la mafia en la zona de Ponta Porã y el departamento del Amambay. Araulho y Lima son los que dispararon contra Leguizamón, mientras que Moura era el conductor del vehículo. Un testigo describió los rasgos físicos de los involucrados y coincidió perfectamente con los detenidos. La justicia paraguaya nunca trajo a los tres brasileños, debido a que el Brasil no extradita a sus connacionales. En los años 90 el juez Modesto Cano procesó a Daniel y Luis Enrique Georges, ordenó la captura de ambos. El segundo de los mencionados se presentó ante el magistrado Albino Aquino en el año 1996, quien levantó inmediatamente la orden de detención. Luis Enrique Georges fue el único de los brasileños que afrontó a la justicia paraguaya pero inmediatamente consiguió su libertad, aunque sigue procesado."
Lo más grave dentro de esta serie de infortunios que se ha enamorado del Paraguay como escribió alguna vez el jurista Teodosio González, es que Fahd Jamil, “el padrino” considerado un capo mafioso del narcotráfico, padre de Daniel Alvares Georges, uno de los responsables de la muerte de Leguizamón como autor intelectual, había realizado negocios, o mantenido una estrecha relación personal y comercial con el actual candidato a presidente de la república por el partido colorado Horacio Cartes. Es decir la disyuntiva que se presenta para el electorado paraguayo el próximo 21 de abril es bastante seria, ya que no tiene muchas alternativas para cambiar esta cleptocracia vigente sobre todo en el poder ejecutivo, pero que aún puede empeorar ya que de un gobierno de ladrones puede convertirse el Paraguay en un Estado-Mafia, mucho peor incluso que un narco-estado.
Nunca estuvimos más mal de lo que hemos estado, pues Cartes se presenta como presidenciable vestido de oveja, pero en realidad sus hechos demuestran, y está bastante documentado incluso en libros como “LA OTRA CARA DE HC”, del periodista Chiqui Ávalos, que es un verdadero lobo, a pesar de la desmemoria que sufre gran parte de la sociedad paraguaya, pero justamente en ello va a radicar la responsabilidad histórica del pueblo paraguayo que va a elegir a sus autoridades el 21 de abril de 2013, pues como se suele decir, si la gente vota por corruptos, ladrones o políticos en sintonía con el crimen organizado o directamente mafiosos, no será victima sino cómplice y será la prueba fehaciente que el monstruo criminal contra el cual luchó y entregó la vida uno de los mártires del periodismo paraguayo, Santiago Leguizamón, sigue gozando de buena salud y que todo un pueblo que sufrió los rigores de la opresión política durante las tiranías que hemos tenido, sigue padeciendo las consecuencias de un capitalismo salvaje, deshumanizante, asesino, más que nunca sigue prisionero de las mafias, o determinará el inicio de su liberación.