También ellos se han movilizado para manifestar su apoyo a los magistrados de Palermo en la audiencia preliminar del proceso sobre la “negociación” Estado-mafia. El día de hoy señala el primer paso de lo que, si el gup (juez instructor) lo llegara a confirmar, podría considerarse a todos los efectos como el proceso del siglo. El Estado que se pone a sí mismo contra los barrotes. Por un lado jefes mafiosos de primer nivel como Totò Riina, Bernardo Provenzano, Leoluca Bagarella y Antonino Cinà, junto a ellos el colaborador de justicia Giovanni Brusca, por el otro lado hombres de las instituciones que habrían negociado con ellos: Calogero Mannino, Marcello Dell’Utri y Nicola Mancino*, y luego además los exponentes del ROS (Fuerzas especiales) de los carabinieri como Mario Mori, Giuseppe De Donno y Antonio Subranni; por último Massimo Ciancimino, hijo del ex intendente de Palermo, Vito, en esa época primer eslabón de conexión entre el Estado y la mafia. La lista de los 12 acusados nos retrotrae la imagen de un país ultrajado por negociaciones basadas en el chantaje mafioso, un país marcado por los lutos y las tragedias, sobre cuya conciencia pesan las vidas inocentes de todos los mártires de los atentados de Estado del '92, del '93 e incluso antes por muchas otras masacres que aún siguen en el misterio. “Nos apoya la parte sana del país y creo que junto a estos valerosos fiscales lograremos llegar a la verdad”, las palabras de Salvatore Borsellino llevan consigo toda la sed de justicia que anima la vida del hermano del juez asesinado el 19 julio del ‘92 y la de los muchos jóvenes y menos jóvenes que componen el movimiento de las “Agendas Rojas”. Como contrapunto, la exigua declaración de Nicola Mancino “Yo soy parte perjudicada” (único presente en el aula búnker junto a Massimo Ciancimino) vuelve a encender los reflectores sobre los protagonistas “oscuros” de la temporada de atentados '92 - '93. ¿A cuál “parte perjudicada” puede representar el ex Senador Mancino? ¿Acaso a aquella de la cual se siente un “Chivo expiatorio”? De hecho el mismo Mancino durante una llamada al ex consejero de Napolitano*, Loris D’Ambrosio, había afirmado ser “un hombre solo” y que como tal “tenía que ser protegido” con tal de que no llame en causa a “otras personas”. En realidad, tal como recita la solicitud de reenvío a juicio, Mancino está acusado de falso testimonio por haber, mientras prestaba declaración como testigo durante el proceso a Mori-Obinu* (por la fallida captura de Bernardo Provenzano), “realizado una afirmación falsa y callado de todos modos, totalmente o en parte, todo lo que sabía en relación a los hechos sobre los cuales estaba siendo interrogado, especialmente afirmó falsamente que jamás había tenido conocimiento de ello”. Los magistrados acusan específicamente al ex Senador de la DC de haber afirmado falsamente el hecho de no haber sabido nunca nada “de los contactos que se emprendieron inmediatamente después del atentado de Capaci, por parte de exponentes de las instituciones, entre los cuales se encontraban los Oficiales de Carabinieri Mori Mario y De Donno Giuseppe, con Ciancimino Vito Calogero y a través de ellos con los exponentes de la cúpula de la asociación mafiosa ‘Cosa Nostra'.” Los fiscales del pool antimafia acusan a Mancino de haber callado “las quejas del Ministro de la Justicia Martelli sobre el accionar de los Oficiales de Carabinieri antes mencionados” así como “las razones que provocaron, en el ámbito de la formación del Gobierno de la República que tomara el poder en junio del 1992, la actividad del Senador Vincenzo Scotti en su rol de Ministro del interior”. Acusaciones muy graves. Mancino avanza con dificultad asediado por los cronistas, la arrogancia del ex poderoso es igual al temor que siente indudablemente al oír los coros que dicen “Fuera la mafia del Estado” entonados por un grupo de ciudadanos que alzan una agenda roja en sus manos. A pocos pasos de él se encuentra Vincenzo Agostino con su larga barba blanca que lo observa, él todavía espera justicia por su hijo Nino asesinado junto a su mujer Ida por esos poderes criminales que el mismo Mancino no puede negar haber visto chantajear a la Italia en los mismos años que administraba el poder. Pero además de “observar” ¿cuán “activo” fue su papel dentro de estas “mediaciones”? La escena de un poderoso que se escapa ante las preguntas de un simple periodista marca el principio de la recuperación de una sociedad que reclama verdad y justicia. El muro de la impunidad empieza lentamente a desmoronarse, detrás de éste se empiezan a entrever los rostros de los cómplices de cuellos blancos que hasta ahora habían permanecido en las sombras. Cuyas responsabilidades pesan como peñascos sobre la historia de nuestra República. Llueve sobre Palermo, Pablo Ernesto duerme y espera justicia.


* Nicola Mancino: Ministro del Interior entre 1992 y 1994.
* Giorgio Napolitano, Presidente de la República italiana
* Proceso a cargo del General Mario Mori y del Mayor Mauro Obinu por la fallida captura de Provenzano en 1995, al parecer por un pacto con la mafia.

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