El Presidente de la República preparó la salida de Berlusconi realizando movidas muy dudosas desde el punto de vista de la legalidad constitucional, a la que habría tenido que defender incansablemente. Era su deber, el cual no supo ni quiso cumplir mientras firmaba todo lo que le llegaba desde el Palacio Chigi. Y que hoy evidentemente ignora.
Surge un gobierno de la casta, que será definido como “salvación nacional”, o bien “técnico”. Falsas tanto la primera como la segunda definición. Porque, primero, no salvará al país sino que obedecerá los dictámenes de la finanza, afectando a la población; segundo, será el más político de los gobiernos de la segunda posguerra: porque sanciona el sometimiento de nuestro país a un “gobierno” extranjero y hostil (y no me vengan a decir que ya éramos súbditos, porque esta ‘eterodirección’ es el principio de un cambio de época orwelliano).

¿La prueba? Todos los miembros de la casta (que entrará como un tropel en el Gobierno Napolitano-Monti-Goldman Sachs) hablan de la necesidad de aplicar “medidas impopulares”. Es decir antipopulares. ¡Pero mira que democráticos!

Muchos se engañan que Monti pretenda hacer algo bueno. Pero él no está aquí para ello. Ni siquiera para hacer una decente ley electoral. Él viene aquí para “reeducar” a los italianos a la religión de la Deuda. Él llega para ejecutar las órdenes del Banco Central europeo, los 39 puntos, la carta de Draghi-Trichet. Un maoísta de nuestros tiempos: “educar al pueblo”. Hasta lo dijo, con referencia a Grecia. Ahora lo hará con nosotros, si le sale.

¿Qué hacer? Hay que movilizar a la más vasta oposición social y prepararse para construir una nueva oposición política. Rechazar la “orden de servicio” preparada por el Palacio del Quirinal  bajo indicación de los grandes centros financieros de Occidente.

Haría falta un gobierno de sabios que, amparados en su calidad moral, en su prestigio intelectual, en sus conocimientos, sean capaces de derribar las fuertes presiones que recaerán sobre ellos y que sancionen una nueva ley electoral, rigurosamente proporcional, para las elecciones de todos los órdenes y grados. Su deber sería el de eliminar la ficticia bipolaridad, que ahora se desmorona frente a nuestros ojos.  Alguien se preguntará: ¿existen estos hombres y estas mujeres? Yo sé que existen, podría hacer una lista de ellos. Pero Napolitano no ha ido a consultarles a ellos. Fue a consultarle a las momias y a quienes mueven sus hilos para moverlas.

Después habría que ir rápido a votar. Utilizo el condicional porque se perfectamente que es algo que no ocurrirá. Pero también sé que el Gobierno N.M.G..S (Napolitano-Monti-Goldman Sachs) difícilmente dure dos años. Porque la crisis se está precipitando. Anuncian “reformas” para el crecimiento. Pero todos los indicadores dicen que caeremos en recesión, junto con toda Europa. Por lo tanto la crisis llegará muy pronto, o serán “ellos” quienes la precipiten los “propietarios universales” (y para las grandes masas no habrá diferencia alguna, porque en ambas variantes la que pagará serán siempre ellas).

Segundo:  la deuda que ahora es utilizada como una espada sobre la cabeza de los italianos, no puede y no debe ser “honrada” con maniobras que reducirán drásticamente no sólo el nivel de vida de grandes masas populares, sino que anularán sus derechos fundamentales, ratificados por la Constitución italiana. La deuda es una estafa en perjuicio de muchos, a favor de pocos. La deuda es injusta e ilegal. Que la paguen quienes han sido los responsables.

Nosotros nos remitimos (o amparamos en) nuestros derechos constitucionales. No hemos renunciado a ellos y no pretendemos renunciar. La Constitución nos da el derecho y el deber de defendernos contra toda violación de sus normas.

La soberanía que hemos delegado a esta Europa no ha sido usada en nuestros intereses, y en armonía con nuestros principios constitucionales. Por lo tanto tenemos el derecho a pedir la devolución. Al menos hasta que esta Europa deje de ser el escaño de los banqueros y empiece a corresponder a nuestras expectativas.

Por lo tanto que se le de al pueblo la forma de expresarse a corto plazo sobre el tema de la deuda: a través de un referendo. Italia puede y tiene que hacerlo, aunque a Grecia le haya sido impedido. El deber de un Presidente de la República habría tenido que ser, entre otros, el de proteger al país del chantaje de los poderosos, sean estos internos o externos. En nombre de la Constitución. Si no lo hace él, lo haremos nosotros.

Fuente: Extracto de: ilfattoquotidiano.it

* NMGS: Napolitano-Monti-Goldman Sachs