Y todos piden máxima severidad contra los narcos. Tolerancia cero. Un poco como en Italia respecto a los conocidos de siempre, los Riina y los Provenzano. Los carniceros, sucios y malvados, en contra de los cuales dirigir el sacrosanto reclamo de justicia de los italianos indignados por el extralimitado poder de mafias que todavía hoy mandan en los territorios, en la economía y en la política. Lo importante es que los desconocidos de siempre estén al resguardo. Impunes. Es precisamente para luchar contra la impunidad tan difundida aquí que nació la CICIG, el organismo de la ONU en el que revisto el cargo de jefe de investigaciones.
Os describo un caso para dar una idea: la matanza de la cárcel Pavon. Una penitenciaría que se ha convertido en un mundo aparte, que desde hace años se ha escapado completamente del control de las autoridades estatales, al punto que al menos por una década fue autoadministrado por un comité interno “de orden y disciplina” compuesto exclusivamente por detenidos.
Ahora bien, el 25 de septiembre de 2006 el Estado decide retomar el control de la cárcel con una operación a gran escala, con el empleo de 2.000 hombres, policías y soldados, a las órdenes directas del Ministro del Interior y de los cargos policiales más altos, servicios de seguridad y administración penitenciaria, que participan en primera persona y con uniforme militar. Al final resultaron muertos siete detenidos que, según la versión oficial, opusieron resistencia armada. En cambio las investigaciones conducidas durante años por la CICIG han permitido verificar que el conflicto a fuego abierto fue una puesta en escena para encubrir auténticas ejecuciones a sangre fría de algunos presos enumerados en una lista que había sido distribuida a los militares operantes. Un escalofriante ajuste de cuentas usando las estructuras estatales.
Todos los responsables de la matanza, comprendidos los altos cargos políticos y militares fueron incriminados, pero muchos lograron huir, amparándose  en varios Países de Europa en los que todavía están a la espera de un juicio (el ex Ministro del Interior, libre en España y los demás detenidos, uno en Austria y otro en Suiza)  mientras que el único que quedó en este País fue el jefe de la administración penitenciaria, ha sido excarcelado recientemente gracias a una increíble decisión. Y entre inauditos y capciosos recursos ante la Corte Constitucional, estamos intentando abrir un proceso sobre estos horribles hechos de forma tal que no respondan únicamente los militares de más bajo rango que ejecutaron las órdenes superiores.
¿Logrará la justicia guatemalteca, con lo frágil que es, tras el impulso de las Naciones Unidas representado por mi despacho, mellar la impunidad de los señores de la violencia? ¿Logrará la comunidad internacional hacer respetar aquí el principio de igualdad ante la ley de todos los ciudadanos y en cualquier lugar? Éste es el desafío que tenemos ante nuestros ojos en Guatemala, pero también en Italia. Un desafío en el que todo magistrado y todo ciudadano tendría que sentirse involucrado. Para que la justicia sea igual. Un compromiso en línea de continuidad entre lo que he hecho en Italia y lo que hago aquí. Ahora leo en los periódicos italianos sobre mis presuntas y anunciadas candidaturas políticas.
En estos últimos años he leído cosas similares, atribuyéndome infundadas aspiraciones de querer ser, primero, Intendente de Palermo, luego Presidente de la Región Sicilia, ahora (¡incluso!) Primer Ministro. Sobre esto quiero ser claro. No me interesa ser candidato, no me interesa un escaño en el Parlamento. Me interesan los contenidos de ciertas batallas, partiendo de aquella contra toda  forma de impunidad en todas partes del mundo y por la afirmación del principio de igualdad de todos ante la ley. Es lo que he tratado de hacer durante veinte años en Italia como fiscal antimafia, sin evitar jamás las investigaciones más incómodas, y participando en el debate público sobre estos temas. Es lo que ahora estoy haciendo, en una situación aún más extrema y es lo que querría seguir haciendo aquí hoy, o en cualquier otro lugar en el futuro. El resto son reconstrucciones periodísticas, a veces con un poco de color, en este caso “anaranjado”... Pero sobre este punto querría dejar muy claro: jamás he sido una “toga roja”, como jamás me convertiré en una “toga anaranjada”, sino que siempre será una toga autónoma e independiente, que crea en la justicia y en la igualdad. Es con este mismo espíritu de servicio que jamás me echaré atrás en el momento de apoyar en cualquier forma a aquellos italianos que creen en los mismos valores, y que detestan la impunidad de los poderosos de todas las latitudes. Que reclaman por sus propios derechos y por una Italia, pero también un mundo, más justo e igualitario. Os pido perdón por  el énfasis, pero cuando se enfrentan hechos tan dramáticos como los que veo aquí y después de haber vivido los años trágicos de los atentados mafiosos, crece la emoción por ciertos valores...

Il Fatto Quotidiano, 27 de noviembre 2012