Loughner no miró a los ojos a nadie salvo al juez que le leyó los cargos. Impasible y sereno, el CAP_foto_6CAPfoto_5joven de 22 años que provocó una masacre el pasado sábado en Tucson, movía sus ojos muy rápidamente de un lado a otro y solo posaba su mirada en el techo, evitando el escrutinio visual de la prensa y al público que asistía a la vista.
El juez dictó que Loughner seguirá en la cárcel a la espera de juicio y le denegó la fianza. Preguntado si entendía los derechos que se le leyeron, el pistolero contestó con un "sí" muy claro. Contestó a todas las preguntas que se le hicieron.
Junto a Loughner se encontraba la letrada que representará al acusado después que la Justicia de Arizona reconociera tener un conflicto de intereses a la hora de juzgar a Loughner, asesino no convicto del juez John Roll. Judy Clark, fiscal en San Diego y que formó parte del grupo de abogados que representó a Timothy McVeigh, acusado de volar un edificio federal en la ciudad de Oklahoma en 1995 causando la muerte de 168 personas, representará finalmente a Loughner. McVeigh fue ejecutado en 2001 con una inyección letal en Indiana.
CAP_foto_2CAP.foto_1Para la fiscal de Pima County -condado al que pertenece Tucson-, Barbara LaWall, si existe un caso que pide a gritos la aplicación de la pena de muerte es el del tiroteo de Arizona. La sangre se paga con sangre en el sistema judicial estadounidense.
Loughner fue acusado el pasado domingo por el gobierno de EE.UU. de cinco cargos, dos de ellos por asesinato -el del juez federal John Roll y el del asistente de la congresista, Gabriel Zimmerman- y otro de intento de asesinato -el de Giffords-. Ayer, un juez de Phoenix aumentaba esos cargos y extendía los delitos de asesinato para las siguientes víctimas: la niña de nueve años Christina Green; Dorwan Stoddard, de 76; Phyllis Schneck, de 79, y Dorothy Morris, de 76.
Tucson intenta conjurar el estigma de sangre que ya siempre llevará la ciudad con explicaciones que no parecen convencer a nadie, ya que lo sucedido no se adecúa a los parámetros del sentido común. "Tardaremos tiempo en recuperarnos", dice Robin Acevedo a la puerta del Centro Médico en el que se encuentra hospitalizada la congresista, mientras se sacude las manos para que le entren en calor. "Hemos vivido los últimos meses con mucha tensión", prosigue Acevedo, enfermero, ciudadano norteamericano pero de padres mexicanos que tras 30 años en el país siguen viviendo sin papeles. Acevedo se refiere a la promulgación de la ley que la gobernadora republicana del Estado, Jan Brewer, dictó para declarar proscrito a cualquier sospechoso de no tener en regla su estatus de residencia por su simple apariencia física. "Hemos vivido con miedo", dice. "Pero nunca pensamos que algo así podría pasar", prosigue Acevedo, a pesar de que quiere dejar claro que no vincula el tiroteo con los grupos antiinmigración.
dolor de padres. Los padres del Loughner se sienten culpables y acongojados por lo ocurrido, declaró uno de sus vecinos. Su madre está en la cama y no cesa de llorar desde el ataque del sábado, dijo Wayne Smith, a la televisora KPHO. Amy y Randy Loughner quieren saber qué le ocurrió a su hijo.
"Yo les dije que no fue un fracaso de ellos. Le enseñaron todo sobre el bien y el mal", dijo Smith. "Todos sabemos que uno puede enseñarle todo a alguien pero que no tiene control sobre el resultado".
CAP_foto_4CAP._foto_3En tanto, en corrillos formados a las puertas del hospital en el que está internada Giffords, mucho se hablaba de que el hecho de que la política demócrata llegara al hospital evacuada en helicóptero 38 minutos después de que la bala le atravesara la cabeza fue determinante en su salvación. Eso y que el proyectil no le cruzó el cerebro de lado a lado, que entrase por la parte trasera del cráneo y saliera por la delantera y que solo tocase el lado izquierdo, ya que en los casos en los que la bala afecta a ambos lados del hemisferio cerebral los índices de mortalidad son altísimos.
Giffords se encontraba ayer estable y los médicos confirmaban que la paciente tenía capacidad para responder a estímulos externos moviendo un dedo o apretando la mano. "Puede sonar muy simple, pero la posibilidad de que pueda hacerlo es un buen signo, en un paciente con daños cerebrales, de que el hemisferio dominante del cerebro no ha sido dañado", declaraba un doctor del equipo médico que atiende a la congresista. Si Giffords salva su vida, su recuperación le llevará meses. Lo mismo pasará con Tucson.
Fuente: EL PAIS DE MADRID/AP