Viernes 26 Abril 2024

medinaotrosPARAGUAY, PROTESTAS Y MOVILIZACIONES  SE INTENSIFICAN

Se exige Justicia por crimen de Pablo Medina sin olvidar otras muertes

Por Mario Anibal Ferreiro Sanabria ex-candidato a presidente de la República
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Otro día de reclamos. Protestas. Intensas movilizaciones ciudadanas. Justicia para Pablo Medina y Antonia Almada, pero también para Arlan y Edelio, para las miles de víctimas de la violencia sistemática. Justicia para la masacre de Curuguaty. No nos olvidemos nunca de las docenas de soldaditos muertos bajo bandera sin mayores explicaciones para sus atribuladas madres.

Es un solo grito: si pedimos por Pablo y por Antonia, por favor no ignoremos a las madres que siguen aguardando justicia por sus seres queridos que fueron un día a un supermercado y jamás volvieron. Las trataron de locas. Las reprimieron con palos y gases. Las vilipendiaron y les impusieron costas del juicio. Nunca olvidemos Ykua Bolaños
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Sigamos reclamando pero no dejemos en el opareí de nuestra débil conciencia ciudadana a los caídos en el marzo paraguayo ¿o es que esos muertos no importan? Eran chicos que pusieron sus pechos en el cruce salvaje de dos modelos de poder político que siempre se queda con todo en el país.

Ni hablar de los que fueron arrasados impunemente por la maquinaria atroz de la dictadura. Los mártires de Abraham Kue, cuyos familiares me contaron en Misiones como vieron a sus padres ser pasados a bayoneta frente a toda la familia, por la osadía de soñar un país más justo y solidario. Pienso en Sebastián Larrosa muerto en un cruce de caminos reclamando tierra.

Los narcos matan es cierto, o sino que lo digan los indígenas Pai Tavytera que ya perdieron a más de veinte hombres de su tribu por el único pecado de recorrer esos restos de selva en donde se cultiva la famosa plantita verde que nos tiene tan locos hace tanto tiempo.

Yo no me olvido de Doroteo Brandel atormentado hasta la muerte en un cuartel del Guairá. Ni del caso Farías, ni mucho menos del castigo inhumano sufrido durante décadas y ante el silencio cómplice de la mayoría de la sociedad, por el Capitán Ortigoza y el Sargento Escolástico Ovando por un crimen que jamás cometieron.
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Pidamos por los de hoy, pero nunca olvidemos a Joelito Filartiga. Si esto es una narco-democracia jamás olvidemos que ella nació en el terrible fuego lento de una dictadura que, es bueno recordarlo, fue la que sentó las bases del sistema de poder paralelo que hasta hoy impera en el país. ¿O es que no había narcos, abigeos, contrabandistas, traficantes de rollos, funcionarios corruptos y demás en épocas del Dictador? Por favor
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Repudio a los salvajes de hoy pero no puedo dejar en olvido a quienes mataron a Mario Schaerer Prono luego de herirlo y aún así someterlo a torturas. Me acuerdo de Carlitos Da Costa, a quién en casa llamábamos primo, que no quería otra cosa más que esta libertad tan frágil que hoy pretendemos disfrutar.
No creo en el olvido selectivo ni los reclamos excluyentes. Pidamos también por Felicita Mandarina, la niña de Yaguaron violada y asesinada hace pocos años al pié del emblemático cerro de esa ciudad. Así como lloré sincera y desconsoladamente la cruel muerte de Amíncito Riquelme y me espanté con el ensañamiento con el que mataron a Cecilia Cubas. Mi apuesta es por la vida de todos y de todas. Me duelen en el alma cada una de esas partidas prematuras, crueles.

Quiero que caigan todos los autores, morales y materiales y que paguen su deuda con la justicia y la sociedad. No hago distinción por linaje o procedencia gremial. Quedé absorto e indignado ante el asesinato del doctor Argaña, sus hijos así lo saben, pero también me afectan las muertes inexplicables de unos chicos que van a la cancha a ver un partido de fútbol y vuelven cubiertos por una sábana mortuoria.

Me duelen en el alma los niños masacrados en el Panchito López y más recientemente en Itauguá. La muerte se enseñorea en el Paraguay en los barrios pobres y muy pocos marchan por esas almas desoladas que quedan flotando en los humildes caseríos del bajo, como acompañando a sus desconsoladas madres que lloran hasta inundar el río una y otra vez.

Hago una pausa, y me acuerdo que nuestra sociedad tiene un alto número de feminicidios o femicidios. Esa palabra que tuvimos que inventar para enmarcar la horrible práctica que tenemos los paraguayos de matar impune y diariamente a mujeres por es solo hecho de serlo. Pienso en Sady Medina, brutalmente ultrajada y muerta en Yrybucuá ante el silencio cómplice de jueces y fiscales.

¿Cuantas marchas tendríamos que hacer por esas mujeres que no pudieron escapar de la criminal tiranía de sus maridos o parejas convertidos en verdugos inevitables?

En fin sabrán ustedes disculpar tanto luto acumulado. Pero no puedo dejar de pensar en la ejecución selectiva de líderes campesinos que desafían el modelo agro-exportador que lo justifica todo en pos de un lucro indecente. Por muy pocos de ellos se han hecho campañas, tapas de diarios y listones negros en nuestras pantallas de TV. Son muertos de segunda o tercera categoría. No producen rating ni aumentan la tirada de los diarios. Para ellos sólo tenemos el olvido.

Yo apenas los cito parcial y aleatoriamente. Se que la lista es inmensa y puede llegar a ser macabra. A veces los sueño pidiendo clemencia ante una ciudadanía que no los escucha de tanto ruido egocéntrico. Es muy probable que yo también esté haciendo lo que tanto critico y solo menciono a quiénes de alguna manera me han afectado.

Pero ya que estamos tan indignados: que sea por todos. Por nuestros muertos y por los de los demás. O sino, no estaremos cometiendo más que una nueva injusticia: la de privilegiar unas tragedias en desmedro de otras. Como si la muerte fuera una competencia de talentos y no una manera brutal de ejercer el poder real en el Paraguay desde sus orígenes.

No podía dejar de decirlo. Siento que es mi deber.