Parecían empaquetados a propósito para colmar deprisa la petición de justicia de la opinión pública (más de la externa que de la interna) y para archivar limitando el daño a la imagen, el caso del asesino de Anna Politkovskaja. La guerra de Chechenia, por otra parte, ha creado, en una década abundante de masacres, una larga lista de bandidos, de asesinos profesionales, de inadaptados. Algún magistrado poco escrupuloso podía pescar en el montón, seguro de dar con muchos sospechosos a primera vista. Siempre que fuese algún “checheno” el ejecutor material del asesinato. Siempre, -¿pero cómo jurarlo?- que fuese “checheno” su ideólogo. Muchos habían pensado en esto, casi obviamente, desde los primeros instantes. Según la lógica, demasiado banal quizás, de que Anna Politkovskaja debía ser asesinada debido a lo que había escrito y seguía escribiendo.
El identikit de los culpables
La banda, encontrada demasiado rápidamente, respondía perfectamente a este criterio, si se entendía por “checheno” no solo una persona de esa etnia, o nación como se quiera decir, sino uno que hubiese pasado a través de esa picadora, o que había nadado en ese río, sucio de sangre, de dólares y de rublos que transitando a los pies del Cáucaso del Norte, había llegado hasta Groznij. Pero que el asesino o el ideólogo fuesen “chechenos” no se daba por descontado. Nada más cumplirse el delito tenía el aire de ser demasiado importante, demasiado clamoroso, demasiado internacionalmente significativo, para ser “solo” fruto de la venganza de un bandido, aunque fuera un bandido convertido en presidente de una República de la Federación Rusa (como es el caso de Ramzan Kadyrov, hijo del que fue presidente Akhmad, asesinado en el 2004). Sucedía precisamente en el momento en el que, por ejemplo, Vladimir Putin, estaba haciendo el gran viraje estratégico que, en pocos meses, hubiera provocado escalofríos de preocupación y de irritación, en muchas capitales occidentales. Seguramente en Washington.
La involucración de Putin
El hecho de la muerte de la Politkovskaja habría sido explotada, efectivamente, con gran tempestividad por todo el “mainstream” mundial, para apuntar con el dedo a Putin como responsable, más o menos directo. Y, por lo demás, poco después, a echar leña en el fuego, otro asesinato muy sospechoso, el del ex-coronel de la KGB, Litvinenko. Agua pasada, quizás, aunque Putin siga sobre la misma onda de entonces y el presidente de Rusia tenga ahora otro nombre. Pero el problema de entonces, cualquiera que fuera su ideólogo no ha sido resuelto. Ahora una fiscalía de Moscú declara absueltos a los arrestados. Es decir, “No culpables”, después de un proceso celebrado por una Corte militar, con alguna irregularidad en el procedimiento.
Un puñado de moscas
Y nosotros, que no conocemos las motivaciones de la sentencia, nos encontramos con un puñado de moscas en la mano, como la familia de la víctima, como los colegas de la “Novaja Gazeta” que acaban de enterrar a otra joven periodista, asesinada en pleno día en una calle central de Moscú. Con un puñado de moscas en la mano, como la democracia rusa que todavía gime bajo los escombros de la Unión Soviética. Y no sabemos si hemos sido engañados por el juez a cargo de la investigación, que se a equivocado, o que la ha acomodado; o del juez que ha juzgado si ha podido sufrir presiones por parte de los militares y ha absuelto a los imputados; cometiendo a su vez un delito; o por la razón de Estado, que logra casi siempre –no solo en Rusia, como sabemos bien- proteger y esconder las fechorías de los potentes. Lo único que sabemos –y que no hace honor a los dirigentes de Rusia, que habían prometido poner el país «bajo la dictadura de la ley»- es que asesinos e ideólogos de Anna Politkovskaja están en libertad.
Decid vuestra opinión en el forum en www.lastampa.it Ramzan Kadyrov, conocido por su brutalidad, nunca ha escondido su antipatía hacia Anna Politkovskaja. Ella siempre le ha descrito como un líder violento y capaz de cualquier vejación. El día en que Anna Politkovskaja fue asesinada era el cumpleaños de Vladimir Putin. Muchos pensaron en un siniestro “regalo”, pero él siempre ha dicho “Es más incómoda muerta que viva”.

LA STAMPA, 20 de Febrero 2009