Domingo 28 Abril 2024
Estratégicamente, los hombres comandados personalmente por el Coronel César Pinzón, empuñando armas largas automáticas de alto poder destructivo y con equipos infrarrojo y luciendo uniformes verdes y pertrechos propios de acción de guerra, al mejor porte de las tropas de elite, primero consolidaron un asalto aéreo sobre un terreno desconocido y luego se internaron literalmente en la maraña de vegetación para rodear al principal objetivo: el narcotraficante y paramilitar más buscado de los últimos meses, nos estamos refiriendo a Daniel Rendón Herrera, alias “Don Mario”, de 45 años, de pasado y presente tenebroso, por quien el gobierno de Colombia –según expresiones del propio presidente Alvaro Uribe-ofrecía una recompensa de más de un millón de dólares. Un personaje responsable de introducir al menos un centenar de toneladas de cocaína para el mercado de los Estados Unidos , cuyo gobierno lo requiere en extradición para responder ante la justicia por tráfico de drogas y otros delitos, sin considerar los graves delitos por los cuales debe responder en Colombia, como por ejemplo la autoría de 3 mil homicidios, en los últimos 18 meses , en el marco de su accionar para tener el control del narcotráfico en la región de Urabá, toda la franja del Caribe colombiano, desde el Chocó hasta la Guajira, las fronteras con Panamá y Venezuela , respectivamente, y sin tomar en cuenta su estrecho vínculo – en carácter de promotor- de las “guerras” y “enfrentamientos” desatados en los barrios marginales de ciudades como Medellín y Bogotá, con el objetivo de reclutar jóvenes para su organización y dominar las rutas de la cocaína.
´”Don Mario” se sabía intensamente buscado. En su fibra más íntima sus miedos se daban la mano con la osadía. Por esa razón, en medio de sus dominios selváticos, donde era mucho más que un dueño y señor, todos sus mecanismos de seguridad se venían aplicando rigurosamente, como dieciséis años antes lo hiciera “El Patrón” Pablo Escobar, en el barrio Los Olivos, al occidente de la ciudad de Medellín. Tres anillos de hombres componían el esquema de seguridad de “Don Mario”: el más cercano a él estaba integrado por nueve hombres, todos ellos bien preparados para el combate y debidamente pertrechados para el enfrentamiento con las fuerzas de seguridad del gobierno; el anillo externo, en cambio, estaba conformado por 80 hombres, mientras que su escolta personal estaba ubicada a unos 15 kilómetros del segundo anillo. Gradualmente, el momento mismo de su captura se venía acercando. Entonces, no faltaron los enfrentamientos con el saldo de un policía herido. Como tampoco menudearon las artimañas del capo paramilitar y narcotraficante, quien resolvió utilizar señuelos para desorientar a sus cazadores. Todo le habría resultado a su favor si el operativo no habría contado con la logística adecuada. Pero esta circunstancia no se dio. Las fuerzas del orden procedieron a los dominios de “Don Mario” debidamente preparadas: en logística, en fuerza y en estrategia. Una estrategia que fue estudiada pacientemente por el Coronel Pinzón, contando con el apoyo del Comandante de la Policía Nacional, el General Oscar Naranjo. Una estrategia que significó una penetración en la zona, en tres fases definidas claramente. Una penetración que tuvo sus positivos efectos, entre otras cosas porque toda la movilización de los uniformados de la DIJIN y de los comandos JUNGLA –aproximadamente unos veinte días antes- se apoyó en el sólido aporte de tres informantes que permitieron orientar certeramente la búsqueda. Una búsqueda que también se apoyó en la tecnología y en perros entrenados a olfatear el rastro.
A las dos de la madrugada se comenzó a extender el cerco sobre Daniel Rendón Herrera: una consecuencia de casi un año de paciente trabajo en el que las escuchas telefónicas y el interrogatorio de elementos vinculados a “Don Mario”, capturados oportúnamente fueron vitales, para delinear un plan de acción fulminante.
Sus laderos, sus colaboradores, sus allegados lo sabían poderoso; un poder relativo, al menos a la hora en que los cazadores afinaron su puntería: un poder temporal, como siempre ocurre con los mafiosos, cuyos cimientos de realización personal y financiera, son exclusivamente de muerte, violencia y terror. Y Daniel Rendón Herrera, conocido en su zona de influencia, como “Don Mario”, y prácticamente “un señor feudal” como lo definiera oportunamente el Ministro de Defensa Juan Manuel Santos, no era la excepción, aunque en aquellos días, allá en una apartada hacienda del municipio de Necoclí, en la zona de Urabá, estaba reducido a la nada. Ya no era el “señor feudal” de las extravagancias reflejadas en el uso de autos de lujo, aviones privados, barcos de recreo, inmuebles de todo tipo, vestimentas y perfumes de marca, colección de relojes Cartier y Rólex o en el acostumbrado trato y goce de hermosas mujeres: era otro “Don Mario. Era un hombre, que aunque se mantenía firme a sus convicciones de mafioso y de ex paramilitar con el sello de sanguinario, se sentía acorralado; encerrado inevitablemente en su propio “feudo”; un acorralamiento prolijamente llevado adelante por sus perseguidores; el efecto de una causa.
Cinco días antes de ser capturado, protagonizó una presurosa retirada de una hacienda cercana, de la que tuvo que salir –junto a sus escoltas- literalmente con lo puesto: en calzoncillos , sin sus zapatos y sin su radio de comunicaciones, escondiéndose los días siguientes en cuanto predio halló a su paso. Más tarde, en medio de la selva, se vio obligado a robar un pijama de la casa de un campesino: horas decisivas y previas al momento exacto en que fue encontrado solo y sin guardaespaldas, en la vereda Manuel Cuello, del municipio de Necoclí, en una casa en la que su dueño no tuvo otra alternativa que darle cobijo.
-Me escondo donde guardan los animales, hasta que pase la búsqueda –le había dicho al campesino, a quien quizás le entregó algún dinero o lo amenazó con su pistola. No tenía otra alternativa. Estaba solo; un “Don Mario” sintiendo el sabor amargo de la resignación. Un destino común a todos los que como él trascendieron en la historia del mal: Pablo Escobar, en Colombia, muerto a tiros en los tejados de su escondite; Bernando Provenzano, en Italia, cuya captura se concretó en un casa del pueblo Corleone, luego de 40 años de “intensa” búsqueda, son algunos de los ejemplos que podemos extraer de la galería del terror mafioso, en Sudamérica y en Europa; solo algunos ejemplos.
Al caer la noche del 14 de abril los hombres del Coronel Pinzón ya tenían una idea bien clara del punto donde se hallaba escondida su presa: el predio rural de una vivienda ubicada en el cerro Yoky. Las imágenes satelitales indicaban que en esa casa o a escasos metros de ella se encontraba escondido “Don Mario”.
Estaba amaneciendo. El mismo calor de los últimos días. Una leve brisa neutralizaba en algo la espesura de la montaña. El momento de la caída de “Don Mario” se fue acercando, acariciada por la nocturnidad, cómplice de sus seguidores, acechando y cuidando de no cometer errores. Era imposible cometerlos: se lo sabía en solitario, agazapado en algún escondrijo cercano a la vivienda de la ladera del cerro. Las imágenes satelitales no podían estar en falla. Estaban ahí, delatando el objetivo.
Poco a poco el sol fue iluminándolo todo. Los policías rodearon el área. Pasos firmes, armas en mano. Los primero oficiales advirtieron a escasos metros de su posición una vivienda humilde. Casi enfrentada a ella una palmera recubierta por una tablas, una suerte de “cambuche”, propio para los perros. Los policías vivían la fase final del operativo.
Sin bajar sus armas, los primeros uniformados fueron aproximándose a la palmera, confirmando con sus ojos que en realidad esas tablas apoyadas en el tronco de la palmera daban forma a un escondite. Fueron segundos interminables. Los hombres del Coronel Pinzón esperaban una ráfaga de ametralladora o de pistola automática. El silencio y los movimientos de los funcionarios alrededor de la palmera y de la vivienda le daban a la escena un toque de dramatismo indescriptible. Había que actuar con rapidez. Con seguridad y con precaución. No dejar pasar un segundo más. Los perros de rastro, mantenidos a distancia ladraban desesperados, marcando con exactitud admirable que un ser vivo estaba apretujado entre esas tablas y la palmera. Y no se equivocaron.
Dos hombres apresuraron sus pasos y rodearon la palmera: el “cambuche”; sin sacar los dedos de los gatillos de sus fusiles automáticos y apuntando cautelosamente hacia su frente, mirando hacia dentro, distinguieron una figura humana, acurrucada a la palmera. Con la rapidez de un relámpago los policías identificaron al hombre: era “Don Mario”, era Daniel Rendón Herrera vestido con un pijama y descalzo. Exactamente eran los 7.58 minutos de la mañana del día miércoles 15 de abril del año 2009, fecha que hará historia en Colombia.
-Las manos atrás, atrás –dijo bien claro uno de los policías dirigiéndose a Don Mario, que muy lentamente se incorporó, en su rostro reflejando cansancio. El semblante de un hombre, como dije antes, resignado. Que ya no tenía escapatoria. “Don Mario” encorvó su cuerpo para salir del escondite, colocándose de espaldas para ser esposado con un precinto.
-¿Usted tiene zapatos acá Daniel? –fueron las expresiones del policía.
-Ahí tengo mis zapatos –respondió Rendón en tono pausado, mientras el precinto era ajustado, manos a la espalda.
Una revisación inmediata del escondrijo permitió saber que “Don Mario”, el poderoso del narcotráfico no tuvo otra alternativa que ser un fugitivo presa del temor y la incertidumbre, aún en medio de sus anillos de seguridad, que a la larga de poco le sirvieron, quedando a la deriva en medio de la montañosa selva, de una apartada región del departamento de Antioquía –cercano a la frontera con Panamá- a merced de los hombres de la Policía Nacional, al mando del Coronel Oscar Naranjo, vale decir del gobierno de Alvaro Uribe, que le dieron la voz de alto cuando se encontraba cual animal malherido, en un escondrijo en el que solamente le encontraron una sábana, una almohada, una jarra de agua, un rollo de papel higiénico, una pistola Pietro Beretta 9 mm -que no llegó a utilizar- y por si fuera poco, un pequeño perro propiedad del campesino que le dio cobijo.
La noticia de la captura de “Don Mario” se disparó por todo el territorio colombiano y por el extranjero, y no hubo medio de prensa local que no se ocupara de difundir el asunto, y obviamente, las manifestaciones de triunfo y victoria se hicieron sentir sin reparos, entre los altos mandos de la Policía Nacional; una demostración de fuerza y de júbilo que se concretó descaradamente en el escenario mismo del operativo, en el que se hizo presente el propio director de la Policía , el General Oscar Naranjo.
No bien el alto oficial descendió del helicóptero, luciendo uniforme de combate y pistola al cinto, abrazó efusivamente al Coronel César Pinzón y al resto de los hombres que participaron directamente del operativo, coronando así -en nombre de la administración Uribe- el éxito de una búsqueda iniciada muchos meses antes.
Pero instantes antes de arribar el alto oficial de la Policía Nacional, al cerro selvático donde “Don Mario” fue aprisionado, éste mantuvo un diálogo con el oficial superior que comando el operativo: el Coronel César Pinzón.
Siempre rodeado por una custodia fuertemente armada, “Don Mario” –esta vez esposado con precinto, con las manos adelante, aunque con el mismo pijama que fue hallado- enfrentó al oficial: le habló calmo , en tono bajo, y cuidándose muy bien de sus dichos, de sus palabras. La postura típica de un personaje que se sabe ya fuera del ring, y que no hace otra cosa que seguir peleando con su dialéctica de mafioso capturado, pero no vencido. Se advierte que aún esposado y preso, su comportamiento es propio de un paramilitar, de un narcotraficante habilidoso en la charla y adaptable a las circunstancias. Y aunque las circunstancias ahora no lo favorecían se mostró negociador y si se quiere cínico.
-Soy el jefe de las autodefensas gaitanistas de Colombia. Regresé a la ilegalidad después de haberme sometido al proceso de desmovilización –explicó Daniel Rendón.
-¿Se acogió a la Ley de Justicia y Paz? –lo interrogó Pinzón.
-Me acogí a Justicia y Paz…
-¿Renunció por qué? –prosiguió el Coronel Pinzón.
-Por la orden de nuestro máximo líder, Vicente Castaño –fue la tajante respuesta de “Don Mario”
Ahora bien:¿quién es realmente Daniel Rendón Herrera?
Es un hombre nacido en Amalfi, el mismo pueblo de los hermanos Carlos y Vicente Castaño, fundadores del paramilitarismo en Colombia. Daniel Rendón se vinculó a estos grupos desde joven, hasta que finalmente se desmovilizó en el año 2004, pero luego huyó y paso a formar parte de los delincuentes más buscados por el gobierno de Colombia. Con un centenar de hombres organizó su nuevo ejército denominado “Aguilas Negras”, que pasó de los mil hombres, con los cuales reorganizó las redes de narcos en la región de Urabá, copando gradualmente los espacios de sus jefes que estaban en prisión o que eran extraditados a los Estados Unidos.
La organización de “Don Mario” está acusada de exportar toneladas de cocaína desde la costa del Caribe, cerca de Panamá; luego, sus negocios se multiplicaron: regenteaba prostíbulos y se dedicaba a la usura, mediante la modalidad de préstamos “gota a gota”.
Fue entonces que el gobierno de Alvaro Uribe dio la orden de capturar a Daniel Rendón Herrera “vivo o muerto” ofreciéndose una suculenta y tentadora recompensa a quienes pudieran tener datos vitales para su captura.
El perfil de este narco-paramilitar no es diferente al de otros narcotraficantes de renombre: se caracterizó por aplicar métodos sanguinarios. Por ejemplo: les cortaba las manos con una motosierra a quienes trabajaban para sus rivales; según lo dio a conocer oportunamente la agencia Reuters, ofreció el pago de unos 800 euros por cada policía que se asesinara. Y además, estuvo detrás de las guerras por el control de las redes de narcotráfico, siendo la última, por el control de la denominada “Oficina de Envigado” –fundada por los años 80, cuando estaba en pleno auge el cártel de Pablo Escobar- cuya cúpula manejaba el negocio de la droga y la extorsión en el área metropolitana de Medellín. Y precisamente, un ajuste de cuentas –por la “Oficina de Envigado”- dejó un saldo de 30 muertos, apenas una semana antes de su captura en el escondrijo de la región de Urabá.
La audacia de Daniel Rendón llegó a un punto tal que para hacerse del control de Medellín –la segunda ciudad de Colombia- organizó una red de sicarios y puso en marcha una estrategia de infiltración en organismos estatales. Una estrategia que fue desmantelada por las autoridades, un desmantelamiento que llevó a la cárcel a Guillermo León Valencia, ex jefe de fiscales de Medellín y hermano del Ministro del Interior de Colombia. Pero además, y como resultado de las investigaciones a raíz del procedimiento que sacó a la luz la vinculación de León Valencia con la organización de “Don Mario”, muchos agentes de la policía fueron igualmente hallados culpables, ubicándose algunas grabaciones que apuntan hacia filas del Poder Judicial, delatando a corruptos, entre sus integrantes.
Una de las repercusiones más destacadas tras la captura de “Don Mario” fue la del presidente colombiano Alvaro Uribe quien calificó de “poderosos enemigos de la seguridad democrática” a las bandas emergentes, surgidas tras la desmovilización paramilitar, y dedicadas al narcotráfico. En consecuencia, el propio Uribe, les puso precio a otros jefes poderosos de la mafia de los narcos, pares de “Don Mario”, aún prófugos: se trata de Pedro Guerrero, alias “Cuchillo” y Daniel Barrera, alias “El Loco Barrera”.
Pero las repercusiones de la captura de Daniel Rendón Herrera se centraron también en al ámbito legislativo de Colombia, porque la senadora Piedad Córdoba informó en un video difundido a través de su página web, que el gobierno colombiano tiene un acuerdo con el narco-paramilitar “Don Mario” consistente en una estrategia para ocultar las atrocidades cometidas por el paramilitarismo.
La senadora afirmó que el acuerdo del gobierno con “Don Mario” se basa en desmentir las denuncias del extraditado jefe paramilitar Hebert Veloza García, alias “HH”.
“Hay un acuerdo para que “Don Mario” desvirtúe las confesiones de “HH”, para que “Don Mario” se responsabilice de los crímenes de “HH” y que la autocaptura que se dio esta semana se utilice fundamentalmente para amenazarlo desde aquí, y dejar sin piso todas las confesiones que ver con el proceso de justicia y paz” afirmó la senadora Córdoba.
Sin duda una repercusión con una estela de dudas sobre el accionar del gobierno, que de confirmarse, perfectamente podría empañar y hasta demoler estrepitosamente todo el júbilo policial y gubernamental al concretarse la captura de “Don Mario”, lo que quizás explicaría su no resistencia y las circunstancias de su captura: sorprendentemente en soledad, cuando se sabía que más de un centenar de sus sicarios, entrenados convenientemente, lo custodiaban celosamente día y noche, día a día, hora tras hora y segundo a segundo.
En el otro extremo del operativo de captura, la senadora Córdoba no deja espacio a la duda porque señala que: “la estrategia de Uribe tiene como fin evitar que se sepa públicamente la verdad sobre las atrocidades cometidas por el paramilitarismo, y además, ayudar a los políticos por parapolítica y esconder a los empresarios que financian esta modalidad delictual de la derecha”.
Aseveraciones graves por cierto, a las que se suman otros acontecimientos relacionados con Daniel Rendón Herrera, quien tras su captura –prácticamente al día siguiente- según lo anunciado por el diario “El Tiempo” de Bogotá, habría ofrecido, a las autoridades de gobierno, desmovilizar a seis mil hombres de su organización armada, solicitando ser designado como “gestor de paz”.
“Don Mario” –cuya extradición fue gestionada inmediatamente por los Estados Unidos- insistió con su solicitud ante el gobierno, según él, para trabajar por la reconciliación del país, tal como lo hicieron dos miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), los cuales serán liberados expresamente para cumplir con esa misión.
También trascendió que “Don Mario”, en su defensa, aseguró no ser un mafioso del narcotráfico y que sus actividades las cumplía como jefe de un grupo paramilitar llamado “Autodefensas Gaitanistas”.
En el diario “El Tiempo” se hace hincapié además, que les ha llamado la atención a las autoridades, que Daniel Rendón –poco después de su captura- dijo que los jefes paramilitares decidieron en secreto que él debería volver a la clandestinidad “por si algo anda mal”, únicamente con el cometido de mantener la estructura armada de los grupos de ultradecha.
Señala “El Tiempo” que “este testimonio es la mejor prueba de que todos los jefes paramilitares le hicieron una trampa al gobierno e incumplieron de entrada los acuerdos a los que llegaron dentro del llamado proceso de desmovilización”.
También en el diario se menciona que la organización comandada por “Don Mario” quedó bajo el mando de los hermanos Dario y Juan Esuga, cuyas acciones son calificadas como sanguinarias.
Hay que consignar que la Fiscalía General investiga al mafioso y paramilitar en once procesos por los delitos de concierto para delinquir, homicidio, narcotráfico y sedición, por los cuales tenía en contra siete órdenes de captura.
Pero al margen de todos estos aspectos, y sin perjuicio de los acuerdos y de las apreciaciones de la senadora Córdoba, y aún con la ratificación de las mismas, un hecho es cierto: al menos por ahora se sacó del medio a un peligroso sujeto, de ahí que el propio director de la Policía, el General Oscar Naranjo dijo que tras la captura de “Don Mario”, las operaciones policiales se dirigen hacia Pedro Guerrero, alias “Cuchillo” de quien aseguró que será capturado.
-Estoy seguro, muy seguro, que “Cuchillo” no está en una ciudad capital; es un delincuente en fuga desesperada, tratando de evadir en el monte la acción de la autoridad. La captura del cabecilla del narcotráfico se dará por las medidas que estamos promoviendo y se adelantará en un lapso de 90 y 120 días.
¿Dentro de tres y cuatro meses sería esta la nueva captura?. ¿Quizás en alguna otra región selvática y montañosa del territorio colombiano? ¿Quizás otra vez estén allí los hombres del Coronel César Pinzón?
En estos asuntos, donde el narcotráfico y el poder del gobierno se encuentran enemistados, y pareciera que al mismo tiempo enlazados y hasta coordinados, una línea muy tenue los divide y los define. Una línea que nos pone de bruces con los parámetros de la ley, de la ética y de la verdad; aunque la verdad pura -por así decirlo- muchas veces no se conoce en un cien por cien, porque la verdad, a la hora de estos procedimientos, o mejor dicho, de los entretelones de estos, siempre parece ser relativa, lamentablemente. Entretanto, y aunque “Don Mario” esté fuera de sus dominios, las redes, los ejes y los tentáculos del poder mafioso parecen no agotarse. Es hora y momento de no tomar a la ligera estos hechos y estos episodios, por más lejanos que parezcan, ya que en su esencia, también los tenemos en nuestra propia casa, desafortunadamente bien despiertos, aunque sutilmente.