Mirando al ayer recordamos a José Luis Cabezas y lo homenajeamos. Lo reconocemos como un símbolo contra la impunidad. Lo reconocemos como un emblema de la libertad. De la libertad de quienes trabajan en un medio de prensa y que no se dejan condicionar, ni por el poder ni por los miedos. Porque los miedos también hacen lo suyo. Los miedos que son manipulados desde el poder y que cercenan y erosionan almas. Las almas sedientas de justicia que se dejan condicionar y que finalmente un buen día se apagan.

José Luis Cabezas no se dejó vencer, ni por el poder, ni por los miedos. Y ni siquiera por la amenazas que nunca le faltaron.

Aquel verano de 1996, cuando todos sabían que el empresario multimillonario Alfredo Yabrán -personaje central de una matriz mafiosa instalada en la Argentina del Presidente Carlos Saúl Menem (que lo protegía) y del gobernador de la provincia de Buenos Aires Eduardo Duhalde- era muy influyente con integrantes del sistema político, del sistema policial y del sistema judicial, José Luis Cabezas (inspirado en su vocación de reportero gráfico, y por antonomasia adverso a la corrupción y a la mafia, y en definitiva amante de la verdad y de los valores de justicia) tuvo la valentía de encararlo en la playa del balneario Pinamar con su cámara fotográfica. Y eso, en ese momento, significaba ponerle rostro a la mafia, porque Yabrán nunca acepto ser fotografiado (decía que hacerlo era como pegarle un tiro en la frente). Y José Luis lo fotografió. Y el rostro y el cuerpo entero de Alfredo Yabrán fue tapa de la revista Noticias de fecha 16 de febrero de 1996, con el título “Yabrán ataca de nuevo”. Por segunda vez el reportero gráfico Cabezas había incursionado en términos de denuncia de la mafia, y en esta oportunidad de uno de los más temibles eslabones del poder mafioso de la Argentina, porque la primera vez fue en agosto de 1995 cuando sacó la fotografía al Jefe de la Policía Bonaerense Pedro Klodczyk que fue tapa de Noticias, con el título “Maldita Policía”.

Y por si fuera poco, en medio de todo ese verdadero entramado mafioso llegó a sobresalir que uno de los principales adversarios de Yabrán no era otro que el Ministro de Economía de la administración Menen, es decir Domingo Cavallo, cuyas denuncias contra Yabrán , tildándolo de mafioso, ganaron la calle y fueron muy mediáticas y muy comentadas.

Fue entonces que José Luis Cabezas quedó bajo la mira del ojo mafioso. Bajo la mira del poder mafioso. Del poder mafioso instalado en el Estado. Del poder de la mafia-Estado. Y la foto de Yabrán cobró la vida de su autor recién al verano siguiente: José Luis Cabezas en la noche del 24 de enero de 1997 estaba trabajando con el periodista Gabriel Micchi en cobertura del cumpleaños del empresario Oscar Andreani, en el balneario Pinamar.

yabran

En la madrugada del día siguiente cuando se retiraba del cumpleaños fue emboscado y secuestrado para ser llevado a una cava escondida de la zona (de nombre Madariaga) para ser luego torturado y finalmente muerto a balazos. Todos los involucrados en el atentado mafioso incendiaron su auto con el cuerpo sin vida de Cabezas y se dieron a la fuga. Lapso después salía a la luz pública que el auto de Cabezas había sido abandonado incendiándose hallándose en su interior el cadáver calcinado del trabajador de la prensa.

La venganza había sido cumplida en el balneario Pinamar. Ya muchas veces lo habían amenazado a Cabezas como a otros periodistas de la revista Noticias y de otros medios. Era el sello que imponía Yabrán al periodismo. No eran nada óptimas ni positivas las relaciones con los trabajadores de la comunicación. Y el hecho de que su rostro fuera publicado a todo color y en tapa de revista fue sin duda la llave para el inicio de una tenebrosa respuesta (y un tenebroso mensaje, y una tenebrosa amenaza) al periodismo. En consecuencia, se puso en marcha el asesinato de Cabezas. Su ejecución se concretó un año después.

Turistas y residentes del balnerario Pinamar , y periodistas cercanos y no cercanos de Cabezas, se conmocionaron con el crimen. Entendieron sin excepción el mensaje del poder mafioso, en un balneario que era archiconocido como el reducto (en el período estival) de personajes de la calaña de Alfredo Yabrán, de guardaespaldas a sueldo con aires de sicarios, de uniformados en actividades paralelas, de viejos verdugos de centros clandestinos de detención de la dictadura y de la Esma, y de muy peligrosos sujetos afines con el delito o con la corrupción de guante blanco, dentro y fuera del Estado.

Iniciadas las investigaciones en torno al caso Cabezas se fue visibilizando el tenebroso tejido mafioso alrededor de los imputados, donde policías, integrantes de los servicios de inteligencia, políticos, funcionarios judiciales y empresarios mantenían estrechos y muy sugestivos vínculos entre sí, y con Alfredo Yabrán. Y esta circunstancia lo transformó en uno de los principales sospechosos de ser el autor intelectual del crimen.

Los juicios se desarrollaron finalmente y el 2 de febrero del año 2000 el juez de Dolores, José Luis Macchi condenó a cuatro policías: Gustavo Prelezzo, Sergio Camaratta, Aníbal Luna y el comisario Gómez, apodado “La Liebre”. Fueron igualmente presos el jefe de seguridad de Yabrán, el ex sargento de policía Gregorio Ríos e integrantes de la banda de “Los Horneros”, compuesta por José Luis Auge, Miguel Retana, Sergio González y Horacio Braga.

Las crónica de la época da cuenta que en la causa judicial fue sobrada en testigos truchos, peritos truchos, pruebas perdidas, pistas falsas, perejiles y pases de facturas entre políticos, fundamentalmente entre Menem y Duhalde. Pero además, y eso fue lo más horrendo, es que todo el proceso judicial en sí puso al descubierto que el trasfondo del crimen y el contrafondo de los investigados estaba estrechamente ligado con organizaciones criminales, negocios turbios entre empresarios como Yabrán, policías, operadores judiciales y agentes de la SIDE.

En resumidas cuentas Prellezo (quien acciona un arma para efectuar los disparos finales al reportero gráfico José Luis Cabezas) fue condenado a prisión perpetua como autor material, estableciéndose además que fue Yabrán mismo el autor intelectual “mediato” del crimen y que su jefe de seguridad Gregorio Ríos fue el autor “Inmediato”.

Pero hubo algo más por aquellos tiempos: cuando se emitió la orden de arresto contra Alfredo Yabrán, éste optó por ignorar el requerimiento y cinco días después, el 20 de mayo de 1998 se suicidó disparándose en la cara con una escopeta (aunque siempre quedó la duda si el occiso fue o no Yabrán)

Con el correr de los años todos los condenados fueron recuperando la libertad y en el 2010, apenas 13 años después del crimen a Prelezzo le concedieron prisión domiciliaria la que fue argumentada por problemas de salud. Y finalmente siete años después (el 8 de enero de 2017) al ex policía se le concedió la libertad condicional por decisión de la Cámara de Apelaciones de Dolores. Como dato complementario, Prelezzo dejó de ser policía y se recibió como abogado y hasta la fecha ejerce como tal, no obstante que la hermana de José Luis Cabezas, Gladys Cabezas reclamó que se le mantenga inhabilitado para ejercer la profesión hasta que no cumpla con toda la condena. La hermana de Cabezas, Gladys, sigue aguardando hasta hoy que se expidan sobre este punto las autoridades competentes.

En un reciente artículo de Página 12, a propósito del recuerdo de José Luis, se consignaron expresiones de Gladys Cabezas en diálogo con el periodismo que la acompañó en uno de los homenajes realizados junto a colegas de Página 12, de Caras y Caretas, de AM750 y de Grupo Octubre: “Hay que recuperar el valor de la justicia. Nunca vi a la justicia”. Mientras que Teresa Pacitti, directora de El Planeta Urbano (quien fuera compañera de trabajo de Cabezas) dijo “lo recuerdo vivo, con esas ganas impresionantes de hacer fotos. Recordarlo todos los días es levantar una bandera contra la impunidad y por la libertad de prensa”. Hugo Soriani, director de Página 12 agradeció a Gladys haber mantenido vivo el recuerdo de su hermano y mencionó un diálogo con el periodista y escritor Eduardo Galeano: “Él me explicó que recordar viene de latín “recordis”, que significa “volver a pasar por el corazón” y eso es lo que hicimos entre todos para seguir recordando a José Luis para seguir trabajando por la memoria, la verdad y la justicia”.

Nosotros, desde Antimafia Dos Mil, redacciones de Sudamérica e italiana nos sumamos a los recordatorios sobre este hecho, a los homenajes que se realizaron a Cabezas el pasado día 25 de enero en la Argentina (en la cava donde se halló el cuerpo calcinado del reportero gráfico y en la terminal de ómnibus del balneario Pinamar) y al reclamo de justicia, que es mascarón de proa de la familia Cabezas, de sus amigos más cercanos, de los periodistas y reporteros gráficos que trabajaron con él y del periodismo libre, que a conciencia siente que el Estado argentino y la Justicia argentina está en un debe descomunal para con José Luis Cabezas, y para con muchos caídos más, que fueron (y siguen siendo) triturados por las fauces del poder mafioso instalado en la Argentina.

Personalmente, que trabajé codo a codo con reporteros gráficos de diario y televisión por treinta años en el Uruguay, en el oficio de periodista policial, sobradamente me conmovió y me conmueve la muerte de Cabezas, pues el atentado que sufrió, fue un atentado visible y descarnado a su vida, a su familia, a su trabajo de hombre libre (que creía en lo que hacía y por qué lo hacía) y a la libertad de prensa.

Si la mafia mató a José Luis Cabezas, todos juntos nosotros, una y mil veces y todos los días del año (como decía el inmenso ser que fue Eduardo Galeano) a Cabezas nunca dejaremos de pasarlo por el corazón como debe ser con los justos.

Y fue un justo. Y fue un mártir de la libertad de prensa.

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*Foto de Portada: www.lagaceta.com.ar 

*Foto 2: www.laizquierdadiario.com