El Papa, mostrándose conocedor de una cultura típica de las tierras de las que él mismo proviene, sabe la historia de los nativos, injustamente aplastados por el hombre blanco en nombre de la "Santa Iglesia Romana". Es por eso que no es una herejía respetar a las personas que aman al espíritu de la Madre Tierra. Según la teología, Jesucristo mismo, en uno de los Evangelios no canónicos pero reconocido por la Iglesia, le dijo a un anciano ciego que acompañaba a lo largo del río "Yo soy Jesús y mi padre es el Sol y mi madre la Tierra". Una frase simbólica que puede ser la respuesta a los acusadores ignorantes e hipócritas del Papa que no hacen nada más que buscar la "paja en el ojo del hermano sin ver la viga que hay en el propio".

¿Y de qué viga estamos hablando?

La que desde hace siglos y siglos impregna al Vaticano.

Al Papa Francisco se le reprocha la apertura progresista, incluso política, hacia las personas más vulnerables, los débiles, los últimos, los migrantes, los marginados, los pecadores arrepentidos que de alguna manera quieren recuperar el camino correcto.

Una ruta que seguramente atraviesa caminos conflictivos. Porque se sabe que la Iglesia conserva en su vientre escándalos graves como el de la pedofilia, pero también el de los cientos de miles de millones de liras que, como se desprende de numerosas investigaciones, incluidas las realizadas por el hoy fiscal adjunto de Florencia Luca Tescaroli, las cajas del IOR y del Banco Ambrosiano han conservado y reciclado por cuenta de las mafias.

Escándalos relacionados con figuras clave como monseñor Marcinkus, Michele Sindona y Roberto Calvi, presidente del Banco Ambrosiano, quien fuera encontrado muerto colgando de un andamio en Londres, debajo del puente de los Frailes Negros, en el Támesis. Una muerte detrás de la cual, según se determinó en las investigaciones, se encuentran los secretos de una política financiera despiadada dictada por la masonería, el Vaticano y la mafia.

Precisamente por el colapso del Ambrosiano, el IOR tuvo que pagar 406 millones de dólares de resarcimiento. Una cantidad considerable, pero nada en comparación con lo que se debía, estimado por el entonces Ministro del Tesoro, Beniamino Andreatta, en 1.159 millones de dólares.

Durante mucho tiempo el olor a podrido se ha respirado en San Pedro y sus alrededores.

Personalmente, todavía tengo en mente la reacción del colaborador de Justicia Totò Cancemi cuando, con motivo de una entrevista, ante nuestra pregunta sobre las conexiones entre Cosa Nostra y el Vaticano se puso dramáticamente pálido. "Si hablo me hacen pedazos - exclamó alzando la voz - y también a ellos...".

El Papa Francisco en estos años está tratando de renovar la Iglesia desde los cimientos y, en cambio, los pensadores, cercanos a las ideologías pertenecientes al fascismo y a la extrema derecha, están por el mantenimiento del status quo.

Es cierto que detrás de este plan de ataque al Papa hay altos personajes de la curia. Y no es casualidad que monseñor Carlo Maria Viganò, ex nuncio apostólico en los Estados Unidos y una figura ambigua en la Curia, también compartiera la carta.

Lo que evidentemente no se soporta de este Papa, tanto que incluso los periódicos de la derecha han dado gran importancia a las acusaciones, es que ha demostrado estar cerca de los pobres y se opone a las guerras. Y nada indiferente debe haber sido la excomunión dirigida a la mafia y todos sus aliados.

La "revolución" de Francisco se puso de manifiesto cuando, tomado de la mano de don Luigi Ciotti, encontró y consoló, bendiciéndolos, a las familias de las víctimas de las mafias.

Todo esto no lo soportan los personajes sombríos, opositores de la teología de la liberación de Leonardo Boff (Genésio Darci Boff, ex fraile franciscano y ex sacerdote, teólogo y escritor brasileño) siempre cercana a los pobres y a la resistencia contra las dictaduras. De hecho, con sus acciones están rompiendo la Iglesia Católica y la sospecha es aún más fuerte cuando, en su "teología", se hacen referencias al Papa Benedicto XVI, el alemán Joseph Aloisius Ratzinger, quien aún no ha tomado públicamente distancia de este enésimo ataque contra el máximo exponente del Vaticano.

El Papa Francisco, por lo tanto, se convierte en el divisor de aguas que podría salvar a la Iglesia dando un último salto, devolviéndola a sus orígenes y separándola totalmente de ese costado sucio, corrupto, mafioso y criminal que a lo largo de los siglos ha sido capaz de enviar a tantos inocentes a la hoguera en nombre de Dios, también representado por los partidarios de esta última carta. Son ellos quienes se han quitado definitivamente su máscara de herejía.