Hace un par de días nadie habría imaginado que Chile sería protagonista de un levantamiento popular pacífico no sólo contra el mal gobierno, sino que contra la totalidad del régimen profundo chileno y sus relaciones sociales. Subterráneamente, de manera invisible, el malestar de las mayorías sociales se acumuló durante largos años, expresándose de manera parcial mediante luchas desagregadas.

Tras las protestas no hay partidos políticos ni organizaciones sociales puntuales. De hecho, la oposición institucional llegó tarde y nadie la ha llamado, más allá de que ha opinado de manera tibia y distante sobre una medida gubernamental extraordinaria, como si viviera en otro mundo.

Los personeros de gobierno hablan de unidad nacional y de mesas de diálogo. Pero la desigualdad social, la precarización general de la vida y los atropellos acumulados son los condimentos que explicitan la lucha de clases de manera multidimensional, más allá de reivindicaciones estrictamente económicas que motorizan parcialmente el movimiento. Y no habrá comisiones ni mesas de diálogo que resuelvan contradicciones irreconciliables.

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No habrá dialogo si no se elimina el estado de excepción y los militares vuelven a sus cuarteles. Ya se habla extraoficialmente de más de 100 desaparecidos.

El miedo hace estragos en el poder económico; es así como Luksic llama en forma imperativa al Gobierno y parlamentarios a escuchar a la gente y solucionar sus problemas. Y curiosamente, algunos ríos de la zona central han aparecido mágicamente con agua, que es la que se roban los empresarios agrícolas y las empresas mineras privando a comunidades y poblados del vital elemento.

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*Foto de Portada: www.diariopuntual.com 

*Foto 2: https://www.subrayado.com.uy