Berlusconi reunió este jueves en Roma a la cúpula del partido para concretar la expulsión de la corriente de Fini, que desde hace meses critica la acción del Gobierno y exige medidas para solucionar la "cuestión moral" que aflige al PDL. 
"Ya no existen las condiciones para seguir bajo el mismo techo", dice el documento de censura aprobado por la dirección del partido, que subraya las "insalvables divergencias" con el grupo liderado por Fini, que es también presidente del Congreso. La cúpula también decidió sancionar a tres lugartenientes del líder disidente. "Ya no estoy dispuesto a aceptar el disenso, un partido en el partido", dijo Berlusconi. 
El castigo empuja a la corriente de Fini a salir del partido y a formar dos nuevos grupos parlamentarios, uno por cada cámara. El destino del Gobierno depende ahora de la capacidad de arrastre de Fini. La prensa italiana calculaba ayer que los disidentes contarían con 33 diputados y 15 senadores. De confirmarse esas cifras, la coalición gubernamental perdería la mayoría en la Cámara de Diputados y podría perder el Senado. Berlusconi cuenta actualmente con 174 senadores sobre un total de 315 y 344 diputados de 630, respectivamente. 
Ello, en todo caso, no significará una caída automática del Gobierno, ya que el grupo disidente de momento no se muestra dispuesto a respaldar una moción de censura al Ejecutivo. Sin embargo, la capacidad de iniciativa del Gobierno se vería muy mermada. 
Es el punto final de un matrimonio de conveniencia sellado hace dos años de cara a las elecciones tras la caída del Gobierno de Romano Prodi; la disolución de un partido que nunca dejó de ser una fusión en frío de la berlusconiana Forza Italia y de la posfascista Alianza Nacional. 
Italia despierta así, una vez más, en la incertidumbre política, concentrada en la aritmética del nuevo, nebuloso, escenario. Habrá que ver cuántos finianos están dispuestos a abandonar el buque del Gobierno para subirse a la lancha de la oposición. 
Antes de la ruptura, Il Cavaliere se mostró confiado en que "los números son abundantes y no cabe la posibilidad de cambios en el Ejecutivo y en la mayoría". Incluso en el mejor de los escenarios, su mayoría va a ser muy frágil. Una situación que recuerda la de Romano Prodi en 2008. Gobernar así va a ser complicado para quien se jacta de ser el mejor primer ministro de la historia de Italia y presume de liderar il Governo del fare (el Ejecutivo del hacer). Al Professore Prodi, mucho menos ambicioso, se le cayó el Gobierno y hubo que adelantar las elecciones. La historia parece a un paso de repetirse. 
Fuego cruzado 
La expulsión de Fini y sus compañeros llega tras meses de fuego cruzado entre los dos fundadores del PDL. El presidente del Congreso declaró en varias ocasiones que no aprobaba el frecuente recurso a mociones de confianza y decretos ley, instrumentos ampliamente utilizados por el Gobierno para saltarse los trámites parlamentarios. El 22 de abril, en la dirección del partido, los dos se pelearon en directo por televisión. Berlusconi amenazó: "Si quieres hacer política, renuncia a tu cargo institucional". Casi a gritos y perdiendo por un instante su aplomo británico, Fini contestó: "Si no, ¿qué haces? ¿Me vas a echar de mi partido?". Desde entonces todo ha ido a peor. 
Dos son las cuestiones principales que les separan. Primero, la ley mordaza. Fini obligó a suavizar el proyecto que regula el uso de las escuchas telefónicas, para garantizar algo de libertad de prensa a periodistas y editores y la posibilidad de investigar a los magistrados. Berlusconi, principal inspirador de la propuesta, apenas pudo esconder su mal humor. El segundo tema crítico es la investigación sobre la presunta asociación secreta que intentaba hacerse con concursos públicos y condicionar los nombramientos de los jueces del Consejo Superior de la Magistratura y de tribunales clave para los juicios al entorno de Berlusconi. 
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