"Esperamos controlar la situación con nuestras propias fuerzas", ha subrayado Otunbáyeva, para añadir que la violencia "está disminuyendo". "Haremos todo lo que hace falta para asegurar que el referéndum se organice como previsto", ha indicado. El Gobierno provisional de la ex república soviética de Asia Central, que alberga bases militares de Moscú y de Washington y desde donde se organiza la mayor parte de la logística de EE UU para la guerra de Afganistán, declarará el miércoles día de luto oficial por las víctimas: "Es para nosotros una enorme pérdida. Honramos la memoria de todas las víctimas".
La gravedad de los disturbios ha llevado al presidente de Rusia, Dimitri Medvedev, a afirmar que la situación es "intolerable", mientras que la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), una alianza militar integrada por países del antiguo espacio soviético, se ofreció a prestar asistencia militar a Kirguizistán. Rusia, la antigua metrópoli colonial centroasiática, se configura como el único centro capaz de liderar una intervención pacificadora, aunque parece confiar aún en la posibilidad de superar la crisis reforzando al Gobierno provisional de Kirguizistán con equipo y especialistas, informa Pilar Bonet. La intervención de Rusia fue solicitada el sábado por el Gobierno kirguís, pero Rusia se negó "por el momento". Lo mismo solicitaron ayer desde Moscú los líderes de las comunidades kirguís y uzbeka. En caso de intervenir, el Kremlin consensuará la fórmula con Uzbekistán y Kazajistán y buscara el respaldo de la comunidad internacional.
"No tenemos más sitio para acogerlos"
Mientras tanto, la principal preocupación son los refugiados. El Consejo de Seguridad de la ONU ha condenado la violencia y ha pedido la creación inmediata de un corredor humanitario por el que entregar ayuda a los que huyen. Lo ha propuesto el subsecretario general para Asuntos Políticos de la ONU, Lynn Pascoe, en una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU dedicada a tratar la situación en Kirguizistán y en la que los 15 estados miembros del organismo han condenado la violencia, así como el propio consejo. "El Consejo de Seguridad condena los actos continuados de violencia en la república kirguís y resalta la necesidad de apoyar la distribución urgente de ayuda humanitaria", ha dicho a la salida de la reunión el presidente de turno del órgano, el embajador mexicano Claude Heller. Asimismo, ha instado a que se restablezca la calma y el Estado de derecho, además de pedir a las dos etnias que se resuelvan de manera "pacífica" sus desavenencias. Los líderes de las comunidades kirguís y uzbeca ya han anunciado que podrán en marcha esfuerzos para culminar un proceso de reconciliación nacional, informa la agencia Ria Novosti.
Sin embargo, horas después del llamamiento de la ONU, Uzbekistán ha cerrado su frontera a los desplazados, informa la agencia digital centroasiática Ca-news.org. "En estos momentos, la entrada al país de refugiados de Kirguizistán está restringida, pues ya ha llegado un gran número. No tenemos más sitio para acogerlos", ha indicado Abdulá Arípov, viceprimer ministro uzbeko, quien ha agregado que sólo se permite el ingreso de heridos, mujeres y niños. Están registrados oficialmente como refugiados 83.000 kirguises de etnia uzbeka, según el último datos del Ministerio de Situaciones de Emergencia uzbeko. Proceden de Osh, la segunda más grande del país, y Jalalabad, donde reside una importante minoría uzbeka, y han sido instalados en centenares de campamentos en las regiones de Andiyán, Namangansk y Ferganá.
Un portavoz del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Andrej Mahecic, ha declarado que la guerra interétnica ha causado el desplazamiento forzado de 200.000 personas dentro de Kirguizistán y la huida de 75.000 Uzbekistán. La enviada especial de Naciones Unidas, Miroslav Jenca, teme que el número de refugiados, que es "creciente, se eleve pronto a 100.000". Sin embargo, la inseguridad en el lado kirguís de la frontera le ha hecho imposible de supervisar los números. En la misma línea, Mahecic ha señalado: "Tememos que a menos que la paz y el orden regresen, mucha más gente podría quedar rápidamente desplazada y dirigirse a las zonas rurales del país o intentar cruzar a Uzbekistán". Arípov ha indicado además que Uzbekistán necesita ayuda de las organizaciones internacionales para acoger a los desplazados. Según las autoridades kirguíes, muchos de los llegan a la frontera, entre los que hay sobre todo mujeres, ancianos y niños, necesitan ayuda médica urgente. La Cruz Roja ya ha anunciado el envío de material de asistencia. Según sus cálculos, los choques, en los que se han incendiado viviendas y comercios, han provocado el éxodo de más 80.000 uzbekos.
Una noche tranquila
Según el último informe hecho público este martes por el Ministerio de Salud de Kirguizistán, al menos 171 personas han muerto y otras 1.762 están heridas a consecuencia de las luchas interétnicas. La cifra oficial de muertos solo refleja los registrados en hospitales, pero tanto desde Osh como desde Jalalabad llegan noticias de cadáveres amontonados en mezquitas inaccesibles por razones de seguridad. La ministra de Sanidad, Damira Niyazaliyeva, ha reconocido en este sentido que la cifra real puede ser mayor, ya que, por ejemplo, 33 cadáveres han sido trasladados a distintas morgues por familiares o por policías que los han recogido en la calle sin pasar por ningún hospital. Desde la comunidad uzbeka, que en diversos puntos está aislada y sitiada, se calculaban en 700 las víctimas uzbekas de pogromos e incendios en Jalalabad. "La noche ha transcurrido con tranquilidad, sin incidentes, salvo algunas provocaciones", ha dicho el gobernador de la provincia de Jalalabad, Bektur Asánov, citado por el portal informativo kirguís AKI-press. El gobernador ha añadido que esta mañana abrieron algunos comercios de la ciudad.
Kirguizistán tiene un población de 5,3 millones de habitantes, de los cuales cerca del 14% son uzbekos, que residen mayoritariamente en el suroeste, la zona afectada por la violencia. Los choques comenzaron la noche del jueves de la semana pasada y se agravaron el fin de semana. Aunque no está claro qué los desencadenó, Osh está considerada un bastión de los partidarios del ex presidente Kurmanbek Bakíev, depuesto en abril durante una revuelta. Al respecto, la ONU ha asegurado tener indicios de que la violencia "no es el resultado de choques espontáneos", sino que ha sido "planificada y dirigida". El vicepresidente del Gobierno kirguís ha advertido de que los incidentes pueden extenderse: "Los hechos de Osh fueron tan premeditados que ahora deberíamos esperar actos provocadores en la región de Chui y en Bishkek, pero estamos preparados".