Jueves 28 Marzo 2024

Por Sahabi Yahaya
Esta es una suma superlativa en esta aldea de casas de barro en el noroeste de Nigeria, una región en el extremo sur del Sahara donde la mayoría de las personas trabajan en la ganadería de subsistencia y viven con dos dólares al día.
El atractivo económico de la "fiebre del oro" es tal que muchos niegan sus devastadoras consecuencias y granjeros pobres llegan a excavar el suelo a mano en minas a cielo abierto.
Desde marzo, al menos 400 niños han muerto envenenados como consecuencia de la minería ilegal de oro, porque el mineral extraído alrededor de sus aldeas contiene altas concentraciones de plomo, lo que contamina el aire, el suelo y el agua.
Agencias internacionales como la ONU, Médicos Sin Fronteras (MSF), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) han estado trabajando durante meses para tratar de contener la contaminación.
Pero las fuertes lluvias han extendido la contaminación y la renuencia de los aldeanos a admitir que su nueva fuente de riqueza es responsable ha dificultado los trabajos.
Agencias humanitarias dijeron en junio que al menos seis aldeas en el estado de Zamfara habían sido afectadas y unos 170 niños, casi todos menores de 5 años, murieron. Desde entonces se han descubierto más comunidades contaminadas y la tasa de mortandad infantil ha aumentado más del doble.
"La reticencia de las comunidades a informar enfermedades o muertes vinculadas al plomo y el lugar donde realizan las actividades mineras, están entorpeciendo nuestros esfuerzos por identificar a las comunidades en riesgo", dijo John Keith, asesor técnico de la consultora contra la contaminación Blacksmith Institute, con sede en Nueva York.
"En algunos casos toma dos semanas para convencer a una comunidad que se abra", dijo Keith, cuya organización se especializa en limpiar sitios contaminados por todo el mundo.
Los residentes temen que revelar el problema hará que el Gobierno tome medidas contra la actividad, que a menudo pone el mineral contaminado en contacto directo con niños.
Los hombres transportan el mineral desde las minas a cielo abierto hasta las aldeas para que sus esposas lo muelan hasta convertirlos en polvo, usando martillos o piedras. Luego lo lavan para quitar la arena y conservar los vestigios de oro.
Cerca de allí, los niños juegan descalzos en complejos familiares, expuestos al agua contaminada e inhalando polvo.
Los síntomas de envenenamiento por plomo son especialmente agudos en los niños de menos de cinco años, que sufren daños en sus sistemas nerviosos y riñones y convulsiones que rápidamente pueden llevarlos a la muerte.
"Nunca he experimentado algo como esto en mi vida. Cuando afectó a un niño, podía verse que empezaba a temblar. Antes del amanecer el niño podía morir", dijo Saminu Mohammed, residente de Bagega, una de las aldeas afectadas.
La exposición excesiva al plomo puede causar un daño irreparable en los sistemas nervioso y reproductivo y a los riñones. Si bien los adultos pueden enfermarse, el riesgo es más agudo en los niños pequeños, cuyos cuerpos no están completamente desarrollados.
CREENCIAS TRADICIONALES
Las comunidades rurales pobres de Zamfara no son ajenas a las enfermedades y sufren brotes de cólera, meningitis y malaria. Pero pocos residentes han tenido mucha educación formal y la ciencia es a menudo tratada con escepticismo.
"Las comunidades niegan esas muertes o las atribuyen a espíritus u otras creencias", dijo a Reuters el coordinador de MSF en Zamfara, El Shafi'i Muhammad Ahmad.
No es la primera vez que la medicina occidental choca con las profundas creencias religiosas y tradicionales del norte de Nigeria.
Zamfara era uno de los tres estados que suspendieron un programa de inmunización contra la polio llevado adelante por la OMS en 2003 porque algunos líderes musulmanes temían que la vacuna por vía oral era una trama occidental para propagar el SIDA y causar infertilidad.
El brote de envenenamiento con plomo no fue denunciado inicialmente, y se pensaba que la elevada tasa de mortandad infantil era producto de la malaria cerebral, que en niños pequeños puede provocar síntomas similares como convulsiones.
La denuncia llegó cuando un equipo del MSF que estaba realizando análisis de meningitis encontró altos niveles de metales pesados en la sangre de los aldeanos.
Trabajadores asistenciales temen que muchos niños no hayan sido llevados al hospital porque la temporada de lluvias ha impedido el acceso a aldeas remotas.
MSF ha estado atendiendo a cientos de niños en clínicas montadas en ciudades, pero el Ministerio de Salud del estado de Zamfara ha identificado unas 180 aldeas y comunidades remotas donde los niños podrían haber sido envenenados.
"Perdí tres hijos por esta epidemia en los últimos 10 días, este es el cuarto", dijo Halima Garba, madre de cinco niños y que cargaba a su hija enferma a lo largo de un sendero hacia la carretera principal, donde espera encontrar una motocicleta que la lleve a la clínica de MSF.
"Parece como que la ayuda no llegará a la aldea, así que no me quedó opción", dijo la mujer.
(Escrito por Nick Tattersall; Editado en español por Javier Leira)