Viernes 29 Marzo 2024
Lo cual ante todo da la medida del poder del “simio loco” que está llevando al planeta a la catástrofe. No sólo nuclear. Son varias las que se acumulan (climática, energética, de los residuos tóxicos, del agua, etc.). Pero la nuclear, en un cierto sentido, es el resumen de la estupidez humana y del engaño en el cual vivimos.

Los argumentos en contra son muchísimos. Pero, a propósito de estupidez e irresponsabilidad (para con nuestros hijos, nietos y descendientes): ¿cuántos se dan cuenta Su Eminencia, de que construyendo una central nuclear se le tira una piedra al hombro de todas las futuras generaciones (todas es decir todas), por los próximos 150.000 años, una serie de consecuencias imprevisibles, imparables, monstruosamente costosas y que seguramente son altamente nocivas?

Entiendo Su Eminencia, que usted quiera estar al calor y con la luz encendida. ¿Pero ha pensado en los que vendrán después?

Incluso Piero Angela, ese que nos relata la ciencia desde hace décadas desde las pantallas de la RAI, salió al cruce para ilustrarnos sobre cuán buena es la energía nuclear. Pero no explicó cuánto cuesta una central nuclear. ¿Por qué? Es simple: porque no existe nadie en el mundo capaz de calcular lo que cuesta realmente. Ya que una vez que haya sido construida, ésta quedará para siempre en el espinazo de la Humanidad, ¿cómo calcular los costos “eternos”? Quizás sea aquí que entra en el campo Su Eminencia, el cardenal que firmó el opúsculo.

Esperamos que se nos ilumine. Mientras tanto hacemos otras cuentas. Tal vez banales. Cuando la primera de las centrales nucleares proyectadas por el gobierno italiano, entre en funcionamiento (pero apuesto mil contra uno que ni siquiera lograremos construirla) el problema del calentamiento climático, para ese entonces ya habrá explotado con toda su virulencia. En lugar de tirar 20 millones de euros para hacer algo peligroso, que no sirve, podríamos destinarlos a producir energías renovables. Con esas cifras habría 100.000 nuevos puestos de trabajo.

Pero todo ésto sería lógico. En cambio nosotros tenemos un “mono loco” al mando. Esperar que tome decisiones lógicas es como esperar que pisoteando el teclado de la computadora escriba la Divina Comedia.


Este artículo ha sido publicado en el último número del periódico «Comunicare il Sociale».