No es una novedad el descubrimiento en Capaci, justo al lado del cráter, de una nota escrita por un agente de los servicios secretos. No es una novedad hablar del descubrimiento de un guante a partir del cual se aisló un rastro de ADN femenino. No es una novedad la desaparición del diario de Falcone o la de una computadora dentro de las oficinas del Ministerio de Justicia. No es una novedad que algunos testigos declararon, inmediatamente después de la masacre, haber visto antes del 23 de mayo a falsos trabajadores con ropa de operarios que realizaban trabajos en la carretera donde Falcone saltó por los aires. No es una novedad que Giovanni Falcone haya investigado a Gladio en 1989 y que su interés en investigar la estructura paramilitar haya continuado incluso en el período en que ya no estaba en la Fiscalía de Palermo, sino en la Oficina de Asuntos Criminales del Ministerio de Justicia en Roma. No es una novedad que los juicios e investigaciones hayan hecho surgir la sospecha de que detrás del atentado de Capaci operaron manos ajenas a Cosa Nostra.

Entonces ¿cuál es la "piedra del escándalo"? ¿Dónde está la traición a esa "relación de confianza dentro del grupo y con las Direcciones Distritales Antimafia"?

No es la primera vez que el tema de las entrevistas o de las intervenciones públicas de los magistrados se ha discutido en el CSM. Es una cuestión que viene desde la época de Falcone y Borsellino y que se repitió en el pasado reciente con Antonio Ingroia, Roberto Scarpinato y el mismo Antonino Di Matteo, acusado de haber revelado en una entrevista con La Repubblica la existencia de llamadas telefónicas entre el Jefe de Estado y el ex Ministro del Interior, Nicola Mancino, durante las investigaciones de la Tratativa Estado-mafia. Pero las investigaciones realizadas por la Procuración General de la Casación destacaron que la noticia de la existencia de estas conversaciones entre el Presidente de la República y el entonces bajo investigación Mancino ya había sido publicada el día anterior a la entrevista del fiscal de Palermo por algunos periódicos digitales y desde el semanario Panorama. Y todo se resolvió con un "no ha lugar para proceder" por la corrección del magistrado que no fue puesta en discusión. El caso de hoy no parece tan diferente.

Una semana después de las conmemoraciones de Capaci, donde casi ningún funcionario (excepto el Fiscal General de Palermo Scarpinato y otros pocos) recordó aquellas preguntas desde las cuales comenzar de nuevo para descubrir la verdad, la decisión del Fiscal Nacional Antimafia no es una buena señal. Renunciar sobre esta base al profesionalismo y la competencia de un magistrado como Di Matteo, quien investigó a lo largo de toda su carrera lo sucedido en las masacres, en este momento histórico representa, cuanto menos, un paso en falso.

Con el riesgo de que los que brinden, al final, sean las habituales "mentes refinadísimas".

----------------

*Foto de Portada: Atlantide-ADuemila