No debemos hablar de Mafias, puesto que Mafia es una sola. Es normal mezclar los términos y que una palabra asuma una relación absoluta con un genérico, pasa con las marcas de los productos comerciales. Pero similar no es igual. Y más allá de las diferencias geográficas y culturales, hay una diferencia en la profundidad de las intenciones. Mafia es una sola, la de la Cosa Nostra.

Similares características tienen: la ‘Ndrangheta calabresa, la Camorra napolitana, la Maffia rusa. Quizás la más cercana (por su profundo arraigo cultural) sea la Yakuza japonesa. Distintas estas, de las organizaciones criminales latino americanas, que a mi entender, son más vulgares en su conformación. Como los Cárteles del narcotráfico, o los grupos Guerrilleros distorsionados.

Distintas son también las pandillas que proliferaron por centro América (la Mara Salvatrucha) y en los barrios marginales de EEUU (los Crips, los Bloods), así como las pandillas de Brasil (el Comando Vermelho) , que están constituidas a partir de la marginalidad y la necesidad de subsistencia, alimentando sus filas con huérfanos hijos de huérfanos. Mucho más simples son las bandas de delincuentes como Los Monos. Y bajo ningún aspecto puede, la Mafia, ser confundida con las Patotas de: taxistas, visitadores médicos, farmacéuticos, hinchas de futbol o cualquier otro grupo de asociados ilícitos.

No digo que estas formas de crimen, más o menos organizado no sean peligrosas, violentas, letales o dañinas para su entorno, en definitiva como dice el dicho: “Más peligroso que mono con navaja”. Pero quiero hacer énfasis en la constitución dogmática, hasta incluso teológica que tiene la Mafia.

Muchas son las bandas de rock, pero la mística es ricotera.

El adoctrinamiento del mafioso se produce dentro de un seno familiar constituido. Es hijo de una tradición; de una sucesión exitosa de rituales, recetas y saberes transmitidos oralmente de generación en generación. Verdades mezcladas entre mitologías y liturgias. “Plantamos los limoneros para nuestros nietos”, cita un refrán mafioso.

Ocupa la madre, en su rol de mujer de Mafia, un lugar fundamental en este adoctrinamiento. Es el primer foco de estímulo, de incentivo para el mafioso. Mujeres que, literalmente, acunan y amamantan a sus hijos mientras los determinan en el objetivo de vengar una ofensa, vengar la sangre derramada para reponer el honor de la Familia.

El Mafioso es centro de su comunidad. Consejero, confidente. Temido y venerado al mismo tiempo. Padrino de cuanto aspirante haya en su entorno. Incluso hasta los curas, los torcidos, le rinden pleitesía. Y si hay alguien que conoce de poder son los curas del Vaticano.

Paradójicamente este Ser arcaico resiste en medio de una sociedad cosmopolita como es la italiana. Pionera de La República, del derecho y de la filosofía. Sede de la Doctrina Católica.

La Mafia nace en una nación ocupada durante siglos, es hija de la resistencia y de la Sicilianidad, ese sentimiento mezcla de pertenencia y posesión. Quizás estos orígenes “patrióticos” sean los que dan ese aire romántico a los antiguos mafiosos, elevados a la categoría de próceres. ¿No son acaso los vencedores de toda conquista considerados héroes? A pesar de que la historia, tarde o temprano muestre los horrores que hayan costado sus triunfos. ¿Acaso no es conocida hoy día la verdadera esencia de personajes históricos como Domingo Faustino Sarmiento o Cristóbal Colon? Más cercanos a un genocida que a un mártir.

La Mafia se constituyó a la par del Estado italiano. Y no confundirse, no fueron una banda de forajidos resistidos anárquicamente al nuevo orden. Fueron sectores de poder que, organizadamente, resistieron el progreso de la sociedad, evadiéndose de las obligaciones cívicas y alimentándose, al mismo tiempo, de las instituciones nacientes. Esto fue la obra maestra del parasitismo. Ya no solo intermediar entre privados. Ya no solo intermediar entre el capital y el trabajo. Fue el Estado desde sus principios una herramienta para perpetuar y expandir su poder y su influencia. Crearon un Estado dentro del Estado, un poder Totalitario dentro de la Democracia. Un poder permanente, inmune a los vaivenes de los sistemas electivos. Hoy conocemos este vínculo como tratativa Estado-Mafia. Un estratégico juego de poder que supo sembrar, en la ciudadanía, cíclicamente el germen del terror y presentarse al final del túnel como antídoto y benefactor, Estrategia de la tensión se le llamo a fines de los años  60.

Como en el caso de la Masacre de Portella della Ginestra, aquella matanza de tintes políticos, en la cual un grupo de bandoleros bajo mando de Salvatore Giuliano, entremezclados con servicios de inteligencia, disparo contra una multitud de pobres, campesinos aglutinados, en aquel presente, bajo banderas comunistas. Los bandoleros no atentaron contra el pueblo, aquel 1 de mayo de 1947, se presentaron a defender un Sistema de poder. La masacre y otros hechos similares, tuvieron mano de obra externa, pero se realizó bajo la celosa supervisión de la Mafia que fue la que brindó el apoyo logístico, no solo del atentado sino también de los medios y los recursos que permitieron la fuga de los perpetradores.

¿Cómo imaginar que un grupo de bandoleros rurales, analfabetos en la mayoría de los casos, pudieran hacerse de armas de última generación? Y luego, la Mafia aseguró la protección política y judicial brindada por los Amigos de los Amigos. Protección que posibilitó, no solo la impunidad de los autores materiales, sino también, el encubrimiento de los instigadores.

Giuliano fue traicionado cuando dejo de ser útil (o conflictivo al menos), asesinado por su segundo, Gaspare Pisciotta, quien durante los juicios atestiguara: “Yo mate a Giuliano por un acuerdo personal con el Ministro del Interior, Mario Scelba”. Por supuesto que estas declaraciones y otras, que dejaban al descubierto las relaciones macabras detrás de las masacres, no fueron tenidas en cuenta por los jueces de los tribunales, que protegieron el Sistema del cual ellos mismos eran parte. Una injustificable lenidad. Pisciotta terminaría sus días envenenado.

Pero lo más grave, fue el silencio de aquellos que no reclamaron. Silencio también transmitido de generación en generación. Esto es también la mafiosidad. Una actitud pasiva, complaciente, incluso hasta servil, de aquellos que sin ser mafiosos, se prestan a sostener un Sistema de poder injusto. ¿Más vale malo conocido, que bueno por conocer? Como dijo el escritor Norman Lewis: “El gobierno es para ellas [las masas populares dóciles] inútil en el mejor de los casos y, desde una visión más pesimista, un fraude maligno: una conspiración de políticos visiblemente corruptos, abogados y policías que reciben ocasionalmente ayuda de criminales con tal de que la tierra – arrebatada a los agricultores en un pasado inmemorial – siga siempre lejos de su alcance”.

Pero lo arrebatado no fue la tierra, sino la cultura solidaria y el vínculo armonioso con aquella. Forzados, los pasivos, a una existencia egoísta de subsistencia. Desconocedores de su herencia, “La verdad parcial siempre sigue siendo una verdad negada” sentenció el Fiscal Antimafia Nino Di Matteo, durante las presentaciones del libro Il Patto Sporco (El Pacto Sucio), realizado conjuntamente con el periodista Saverio Lodato.

El Sistema Criminal, cada tanto lava sus ropas. Limpia su imagen, adecúa sus discursos para sostener en un estado de ensueño, a la siempre misma audiencia. Pacta para afirmar el poder, a costo de sacrificios, a veces de sangre enemiga y a veces de las cabezas de los suyos. “Siempre hay uno que está libre […] Una vez fue Bernardo Provenzano, hasta que él también terminó con las esposas. ... Y ahora es Matteo Messina Denaro, siempre hay uno libre. En circulación. El notario de turno de ese sucio pacto estipulado entre el Estado y la mafia que evidentemente para alguien es imposible rescindir" .Así razonó la impunidad del Sistema Criminal, el periodista y escritor Saverio Lodato. Además preguntó: "¿Quién puede negar que después de casi dos siglos de vida, la mafia sigue viva?”.

El ocaso de uno es el nacimiento de otro. Esto es la Mafia, una sucesión ininterrumpida de 200 años. Una sucesión exitosa a través del tiempo, que permitió la progresión y la evolución de un Sistema Criminal y el empoderamiento que de este se desprende. Poder personificado siempre en unos, siempre en aquellos que están al margen de la democracia.

La Mafia no es solo una Organización Criminal, es también una forma social, un dogma de culto, una forma de Ser. Un conocimiento, pero por sobre todas las cosas un juramento. Por eso no debe ser confundida con la delincuencia común, con aquellos que discuten las migajas. La Mafia es un Ser atemporal, que se sirve del Estado (no solo el italiano), para ejercer el secreto del poder. Un Ser que ha adecuado sus formas al devenir de los tiempos. Fue separatista durante las ocupaciones. Fascista contra los Monarcas y antifascista contra Mori. Aliado durante la guerra. Globalizado contra el Comunismo. Propulsor de la Democracia(al menos de la Democracia Cristiana). Conservador durante las crisis económicas. Amigo de Gadafi cuando necesitó financiación para “calentar” la industria “fría” de la posguerra. Liberal cuando cayó el muro y se abrieron los mercados. Neo Liberal cuando los bonos de las deudas permitieron Parasitar nuevos Estados.

“La mafia es hoy un componente estructural del Capitalismo Financiero, como lo ha constatado el Fiscal General de Palermo Roberto Scarpinato. […] El mercado libre, significa esencialmente transformarse en un mercado sin reglas. La Mafia toma esta causa muy en serio y gracias al libre mercado logró aumentar exponencialmente su riqueza. Gracias a su función económica, influye en el rendimiento del mercado de valores  y controla sofisticados mecanismos financieros. El resultado es una enorme área gris en la que resulta casi imposible hacer distinciones entre economía legal e ilegal”. Petra Reski (periodista y escritora Alemana), en una entrevista con el periodista Joan Queralt, en torno a la masacre de Duisburgo.

La Mafia es un cáncer, que de no ser correctamente analizado y diagnosticado, terminara por extinguir toda forma de cultura desarrollada. Debemos concretar sinceros y verdaderos esfuerzos por establecer herramientas doctrinarias y legales para, desde la cultura de la democracia, atacar a este enemigo de la vida.

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*Foto de Portada: Letizia Bartaglia