Martes 23 Abril 2024
justimaldoPor Jean Georges Almendras-1ero de agosto de 2018

Ya hace un año que Santiago Maldonado fue víctima de una desaparición forzada y fue muerto después de que hombres uniformados representando al  Estado argentino (hombres de la Gendarmería Nacional)  reprimieron a los mapuches en las entrañas de la Lof Cushamen, a orillas del río Chubut,  en la provincia del mismo nombre.

Ya hace un año que se reclama justicia para este crimen de Estado.

Un crimen de Estado, que en verdad, suena más a una infamia de Estado. O  a  una perversión mafiosa de Estado.

Y si bien esto ocurrió el día 1ero de agosto del pasado 2017  las persecuciones a las comunidades mapuches son de vieja data. Y particularmente se intensificaron cruelmente desde el mismo día que a la Casa Rosada irrumpió un hombre de empresa, que gobierna un país como si fuese su empresa. Un hombre llamado Mauricio Macri.

Un “gobernante” que está rodeado de personajes que lo secundan en sus insensibilidades y en sus malditas modalidades de llevar las riendas de una nación con una  inescrupulosidad galopante. Una inescrupulosidad que cada día raya más con el crimen que con la sabiduría de gobernar. Sabiduría de la cual Macri, solo la conoce por nombre y no por práctica.

El crimen de Estado, fue cuando los mapuches,  no más de diez, protestaban en la ruta 40 por la prisión ilegal del Lonko Facundo Jones Huala, una autoridad mapuche hoy en prisión domiciliaria y a la espera de ser extraditado a Chile (salvo que las apelaciones de la defensa sean  consideradas) fruto de componendas del poder.

Hace un año en la Lof Cushamen fue un día más de represión, que en cuestión de minutos se transformó en un día de luto y de rabia. Y en un jalón de la resistencia de los pueblos originarios.

El crimen de Estado de Santiago Maldonado, en una democracia violentada a la vista de todos, ha generado mucha rabia. La rabia  de los argentinos y de los  latinoamericanos. Esa rabia que nace del alma porque todos  estamos siendo testigos de maldades ejercidas por personas que supuestamente deberían desempeñarse como funcionarios públicos al servicio de la comunidad. Funcionarios públicos como el mismo presidente Mauricio Macri, Patricia Bullrich, Pablo Nocetti, Gonzalo Cané, entre otros, que no conocen la vocación de servicio, porque solo saben de terrorismo de Estado, y en este caso de crimen de Estado.

El crimen de Estado de Santiago Maldonado.

El crimen que ha sido solapado y encubierto por periodistas alcahuetes del sistema de poder. Alcahuetes y carentes de toda ética a la hora de informar, porque dan prioridad a la misión encomendada por sus amos de turno, a su vez, amos del gobierno: la misión de demonizar; la misión de distorsionar la verdad; la misión de difamar y la  de desprestigiar; la misión de lavar el cerebro de la población para que se vea a los mapuches como el enemigo interno.

Ese enemigo interno que es necesario crear, como en los tiempos de las dictaduras militares.

A un año del crimen de Estado de Santiago Maldonado el periodista Sebastian Prennici ha escrito un libro sobre el hecho. Un libro que recomendamos leer. El hecho criminal más detestable de los últimos 365 días,  que también ha motivado la realización de un filme documental de próximo aparición.  Un documental que recomendamos ver, `porque los hombres libres y con la conciencia clara, han dedicado su tiempo y su arte a una causa que a otros los  averguenza o les inspira odio.

 Ese odio de los ignorantes y de los autoritarios, cuando no de los racistas. Ese odio de los capitalistas vistiendo ropajes democráticos y hasta populistas, regodeándose de sus bienes y de sus miserias humanas con  sabor a dinero y a exclusión. Esa exclusión de los poderosos de cuna y de los poderosos de medio pelo. Pero exclusión al fin. La exclusión de los mapuches y de los sectores sociales vulnerables. La exclusión  de esos terroristas mapuches que no hay que dejar vivir. Porque molestan y porque van en contra de intereses y de empresas.

Pero a pesar del crimen de Santiago Maldonado y de otros crímenes contra la vida, de años atrás y de ahora, como por ejemplo el del joven mapuche de 22 años de edad Rafael Nahuel, del 25 de noviembre del 2017, en manos de fuerzas represivas de elite de la Prefectura Naval Argentina, los asesinos materiales y los ideólogos del Estado, no pudieron ni podrán eludir el ojo crítico de los pueblos que siempre han sido los testigos implacables de la malicia vestida de politiquería y de prensa servil.

La prensa servil, que desde que Santiago fue dado como desaparecido –y hasta ahora mismo que escribo estas líneas-  no deja de lanzar dardos envenenados contra toda la familia del joven tatuador, contra sus abogados, contra las organizaciones de derechos humanos de aquí y allá, contra las comunidades mapuches, enalteciendo las bellacas intenciones de encubrimiento de la mano criminal.

Ese encubrimiento descarado y demencial que hace y fomenta la señora Ministra del Interior de la Nación argentina, Patricia Bullrich que un buen día, en medio de la impotencia y de la amargura de los argentinos preguntándose por el paradero de Santiago, tuvo el desparpajo de insinuar a los cuatro vientos la posibilidad de que Santiago nunca  había estado en la Lof Cushamen en el día de la represión y que en días posteriores  se lo había visto transitando por suelo argentino, como si tal cosa.

 Incluso  prefirió tendenciosamente asumir el caso, dejando  que sea la justicia la que investigue y fundamentalmente  no tirando un gendarme por la ventana. Una apreciación que causó enorme malestar e indignación entre la población.

¿Cómo era posible sospechar desde la tribuna popular que la Gendarmería Nacional  fuera la responsable de una desaparición forzada seguida de muerte?

Pero la justicia que aludió la señora Bullrich  no llegó nunca  a nada. Porque ha sido y es la justicia del hombre blanco, y  poderoso, de este siglo y de este tiempo. Tiempo de impunidad lisa y llana.

Y la Ministra de la Nación, no solo no tiró un gendarme por la ventana, sino que no tiró a nadie de su círculo de colaboradores. Ni de su círculo de matones de uniforme y de traje y corbata.

Y en cuanto a asumir el caso, quizás fue lo único cierto que  ella ventiló públicamente, porque en realidad y sin mordazas de por medio, ella vendría a ser  la única que debería asumir cada tramo de la criminalidad que se destiló desde el momento mismo en que los gendarmes del procedimiento se salieron de la ruta 40 y se internaron ilegalmente en el predio de la Lof Cushamen, desatando la tragedia.

Hace ya un año de mentiras de Estado. Hace ya un año de impunidad lisa y llana.

Y como contrapunto, hace ya un año de reclamos y de movilizaciones de pueblo.

Multitudinarias movilizaciones: porque en definitiva, violentándose la libertad y la vida de Santiago, fue  al pueblo al que se lo violento; porque en definitiva, violentándose la legalidad de la vida mapuche, tomándose prisionero al Lonko Facundo Jones Huala, y reprimiéndose a los mapuches de la extensa Patagonia se violentó al pueblo; porque en definitiva, ensuciándose la  cancha, se ensució la democracia y se la hizo cómplice de una y dos muertes.

Muertes de los luchadores de siempre. De los que ponen la carne en el azador para que otros los desprestigien gratuitamente, porque total, los muertos no pueden defenderse.

Pero esta vez Santiago y Rafael, están presentes en el pueblo. Y es el pueblo el que los defiende y los representa, junto a sus respectivas comunidades y familias.

Ese pueblo que no siendo originario salió una y otra vez a las calles argentinas y no argentinas para solidarizarse con la causa de la familia de Santiago y con la causa mapuche.  

 Ese pueblo que a los 365 días del crimen de Santiago, un crimen de Estado, un crimen del terrorismo de Estado, es punta de lanza de la lucha para que también se haga justicia en el caso Rafael Nahuel, que en cuestión de tan solo cuatro meses, también llegara a cumplir su año de impunidad.

Esa impunidad de muchas caras.

Esa impunidad que se procura derribar desde filas de la familia de Santiago y desde la inteligencia de su abogada Verónica Heredia, que desde  un primer momento lucha a brazo partido para sacar a luz la verdad y para desenmascarar a los responsables del crimen de Estado. Y a los responsables de instigar el crimen, de ocultarlo y de apañar a los gendarmes y a los no gendarmes que tomaron y toman partido de una sinuosa labor de distanciar a los represores y al macrismo de los hechos en la Lof Cushamen  y de las maquinaciones, y de  los espionajes ilegales posteriores en contra de la familia Maldonado.

En los últimos días a través de una publicación de Página 12 se supo que el perito Enrique Prueger  detectó errores en la autopsia de Santiago. La periodista Adriana  Meyer escribió:  “a su criterio, los estudios verificatorios “dan por tierra” las conclusiones del dictamen final, entre ellos el análisis del polen detectado en los pantalones. En el marco de las repercusiones que tuvo la revelación, este diario pudo saber que las afirmaciones de Geología y Palinología Forense de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) ya habían generado controversia entre los peritos, que fueron 28 y no 55, cuando presentado a la Justicia en el marco de la causa, el 6 de noviembre, al punto que la bióloga Leticia Pavilauskas habría realizado una ampliación del mismo. Más allá de las diferentes valoraciones, todas las fuentes consultadas coinciden en la rigurosidad de esta experta palinóloga. Y aunque algunos de los especialistas firmantes de la autopsia cuestionaron el informe de Pruegger, una de las querellas admitió que el estudio del polen podría ser puesto en el contexto del caso. La abogada Heredia había dicho a este diario que ese informe, según el cuerpo no pudo haber estado 78 días sumergido en el lugar del río Chubut donde fue encontrado, está en sintonía con las dudas que la familia viene planteando desde que se conocieron los resultados de la autopsia, y que se plasmaron en pedidos  a la Justicia para ampliar determinados puntos de los peritajes, para establecer el modo en que murió , cuando sucedió y en qué circunstancias. Al no obtener respuesta, acudió a la Suprema Corte, donde insistió en que las interrogantes pendientes deben ser abordadas por un equipo de expertos que sea independiente del Estado”

En consecuencia, y viendo que el Estado no está dando paso al pedido de que un equipo de expertos independientes tome cartas en el asunto, la abogada Verónica Heredia solicitó al juez Gustavo LLeral que cite a declarar como testigo al perito Pruegger.

En consecuencia, en la “dulce” espera, seguimos todos. Con ansias de justicia y con ansias de que las verdades salgan a la luz pública.

Hay muchos puntos oscuros en los procedimientos judiciales durante el período del Juez Guido Otranto y de la Fiscal Silvina Avila; hay muchos puntos oscuros en los procedimientos de la Gendarmería especialmente cuando se formalizaron las pericias de vehículos y en las indagatorias.

Hay muchos puntos oscuros en diferentes ámbitos.

Puntos, circunstancias y situaciones turbias promovidas siempre desde la vereda oficial; desde la vereda gubernamental y desde la vereda judicial. Y obviamente desde la vereda policial.

Hace ya un año, que la represión de los gendarmes, cerca de 200,  fue absolutamente ilegal en la ruta 40; como fue ilegal la  persecución (¿o cacería?) de mapuches; como fueron ilegales y abusivos los disparos con armas reglamentarias con munición de plomo, contra los mapuches  dentro del predio de la Lof Cushamen (lo que nunca debiera haber ocurrido).

Hace ya un año, que en la desesperada huída de los mapuches (al punto de verse obligados a cruzar el río Chubut) para ponerse a salvo de las balas asesinas de los uniformados, estos capturaron a uno de sus perseguidos. Ese uno fue Santiago Maldonado, que no era mapuche.

Hace ya un año, que los testigos de esa captura y de esa infamia de Estado, han denunciado cada tramo de los hechos. Y no se han retractado. Pero sí, han sido intimidados, desprestigiados y hasta sospechados, de falso testimonio.

Hace ya un año, que la Gendarmería Nacional se llevó el cuerpo de Santiago y  tras esconderlo por 78 días  finalmente lo plantó en las aguas del río Chubut.

Hace ya un año, que se jugó con el dolor ajeno, para preservar a una institución creada en el año 1938 para reprimir. Una institución para ser el brazo armado de la represión de la protesta social. Una institución que tiene hoy a sus hombres salpicados de la  sangre de Santiago Maldonado. ¿Por qué? Porque dentro de la institución no hay hombres decentes y no hay ética. Y porque además, dentro de la institución, cuando se actúa desviadamente, se violenta a quienes  son decentes y tienen ética. A quienes no se quieren ver involucrados con el crimen.

Hace ya un año que fue desaparecido Santiago Maldonado y fue hallado finalmente sin vida en el río Chubut, en el mes de octubre del año 2017, quedando formalizado el acto criminal más abominable de la propia institución (Gendarmería Nacional) y del propio Estado argentino.

 Porque el cuerpo de Santiago Maldonado fue escondido  (¿vivo o muerto?) y porque ahora desde el gobierno no se hace otra cosa que rotular con fuerza de ley, que Santiago murió ahogado y que nada tuvo que ver la Gendarmería con ese desenlace.

Ahogado y punto. Así debe quedar. Y así debe darse vuelta la página. Inclusive premiando con un ascenso (como se ha hecho) a un gendarme que se encuentra bajo la mira de la querella como el responsable directo de la desaparición forzada seguida de muerte de Santiago.

Ahogado y punto. Tal el discurso recurrente de los que están en las filas del gobierno de Mauricio Macri. Pero a esta otra perversión del Estado,  la de negar lo innegable, está el tesón y el valor de la familia Maldonado y de su abogada para no bajar los brazos y seguir trabajando para sacar a la luz pública la identidad de los asesinos materiales y de los ideólogos, con la firme esperanza de que en algún momento todos ellos sean sentados en el banquillo de los acusados y frente a un Tribunal.

Si a los pocos  minutos del operativo en la Lof Cushamen el grito mapuche, el grito de la familia Maldonado y el grito de la sociedad argentina (de esa sociedad que se precia de sensible, solidaria y justa)  fue ¿dónde está Santiago Maldonado? ahora, al año del crimen de Estado,  la pregunta que nos debe unir  sería  otra:

¿Dónde está  la justicia para Santiago Maldonado?.

Debemos buscarla todos, codo a codo. Allá y acá.

 Pero buscarla.

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*Foto de Portada: www.cadena3argentina.com