Viernes 26 Abril 2024
impunidad1
Por Jean Georges Almendras-2 de abril de 2018

Ya no nos quedan dudas. Ya es un hecho. Un hecho descarado.

El Ministerio de Seguridad del gobierno de Mauricio Macri premia, a raja tabla, al poder. Premia a quienes ejerciéndolo, con la venia oficial, manchan de sangre y de muerte sus instituciones.

Seis integrantes de la Gendarmería Nacional fueron premiados con la elevación de rango.

Ochos meses atrás estos seis funcionarios comprendieron que sus uniformes fueron el salvoconducto para salir airosos -ante la opinión pública y la Justicia- luego de haber participado de un episodio superado en irregularidades. Esto fue el 1ero de agosto de 2017: el día en que siete personas integrantes de la comunidad mapuche Pu Lof Cushamen en Resistencia cortaron la ruta 40 a la altura del kilómetro 1848, distante unos 80 km de la ciudad de Esquel, y fueron desmedidamente reprimidos por cuatro escuadrones de la Gendarmería Nacional. Y lo más grave aún: que la represión se salió de control y culminó con la desaparición forzada seguida de muerte del joven artesano y tatuador Santiago Maldonado; una represión que no debió ocurrir jamás.

Pero ocurrió. Y desgraciadamente cobró una vida. Una vida de la cual fue responsable el poder estatal. El poder estatal representado por funcionarios de la seguridad pública, avalados por el Estado, que sin orden judicial irrumpieron en los terrenos de la comunidad mapuche abriendo fuego. Con munición de plomo. Como si se tratara de una cacería. Como si se tratara de una actividad purificadora fomentada y promovida por racistas sentados en la Casa Rosada, de la capital argentina. Una actividad antesala de la doctrina Chocobar.

Una actividad que se sobró en intención criminal y que se sobra hoy de premios y de reconocimientos, como si nada hubiese pasado. Como si la muerte de Santiago Maldonado fuese una ilusión y una banalidad, fruto de las circunstancias. Como si la muerte de Santiago Maldonado hubiese sido una muerte que no tenía que ser contabilizada como tal, porque era la muerte de un criminal, de un marginal. De un terrorista blanco que no tenía que estar involucrado con los mapuches.

Seis integrantes de la Gendarmería Nacional fueron premiados con la elevación de cargo.

El mismo reconocimiento que recibió el policía Chocobar después de que acabara con la vida de un joven que se daba a la fuga, luego de estar involucrado en un hecho delictivo. Ese reconocimiento, que no fue ni más ni menos que un muy claro y muy burdo mensaje a los integrantes de la familia policial. El mensaje maquiavélico, con mayúsculas, de que no importa que su proceder raye con la ilegalidad, siempre la impunidad saldrá triunfante. El mensaje de que siempre el uniforme prevalecerá sobre el que no lo lleva, no importa las circunstancias.

No hay ciudadano del planeta ni argentino que no hubiese visto cómo el policía Chocobar, que estuvo bajo la mira de la justicia por haber cometido el delito de homicidio y un abuso de autoridad nítido, fue literalmente felicitado y reconocido por el presidente Mauricio Macri. Una felicitación y un saludo que fue fotografiado y que fue divulgado a la sociedad argentina y al mundo.

Una felicitación y un mensaje muy definido que subleva y que irrita. Un mensaje de impunidad. También dirigido al pueblo argentino. También dirigido al mundo.

Para que se sepa, con claridad casi dictatorial, que las fuerzas policiales nunca jamás serán señaladas con el dedo acusador de haber cometido crimen alguno, por más que efectivamente lo hubieran cometido. Y mucho menos de un crimen cometido contra un malviviente. Y mucho menos si esa muerte (o ese crimen) fue cometido en el nombre de la ley. En el nombre de la seguridad pública.

¿En el nombre de la seguridad pública? ¿O en el nombre de la inseguridad pública? ¿O en el nombre de la criminalidad del Estado?

Un mensaje con mayúsculas, de impunidad, fue la felicitación de Macri al policía Chocobar.

Policía Chocobar que para la justicia es culpable pero para que el Presidente de la Nación argentina es un héroe.

Un mensaje con mayúsculas, de impunidad, fue la ratificación de ascenso de los gendarmes que formaron parte de la represión con los mapuches. Gendarmes que están bajo la mira de los querellantes en el caso Maldonado. Gendarmes que están bajo sospecha de haber participado de la desaparición forzada de Santiago Maldonado. Gendarmes cuyo proceder, en aquel 1ero de agosto en el Pu Lof Cushamen en Resistencia, está rodeado de ilegalidades y de arbitrariedades que rayan con el crimen, lisa y llanamente.

Un mensaje que atenta, cínicamente, a la familia Maldonado y a la sociedad argentina, y al mundo; y al estado de Derecho en la Argentina. Un mensaje que, cínicamente, se defeca en la justicia y en dolor de una familia argentina.

Un mensaje que se opone a toda ética y a todo decoro legal imaginable en cualquier democracia. Un mensaje que pretende hacer caso omiso de la sola idea de investigar imparcialmente la muerte, o mejor dicho, el asesinato en manos de los “servidores del orden” (o del desorden) de un joven militante de una causa justa en tierras usurpadas por Benetton a los mapuches.

Seis integrantes de la Gendarmería Nacional fueron premiados con la elevación de rango.

El descaro. El cinismo. La criminalidad estatal. La impunidad.

La misma impunidad que se quiere tejer para favorecer a los policías responsables de la muerte del niño Facundo Ferreyra, en la provincia de Tucumán.

La misma impunidad que se pretenderá tejer para que los prefectos que balearon por la espalda al joven mapuche Rafael Nahuel, en Barilocha, salgan igualmente airosos y no sean ni siquiera llevados ante un Tribunal judicial, como pretende la abogada querellante de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos (APDH) doctora Natalia Araya.

Esos mensajes de impunidad sobran. Pero para nosotros no valen nada. Son mensajes maléficos. Mensajes que debemos neutralizar. Pulverizar. No promover. Mensajes que tenemos que desenmascarar y denunciar.

Porque nosotros no somos iguales a ellos.

Porque no somos asesinos, como ellos. Que están sedientos de esos mensajes, porque son su salvación.

La salvación de los que forman parte del terrorismo de Estado. Como hace 42 años.

Pero esto ocurre hoy. Año 2018. En democracia: la democracia argentina.

Vergüenza deberían tener los señores y las señoras de la Casa Rosada.

Y más vergüenza deberíamos tener nosotros, por permitírselos.


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*Foto de Portada: www.laizquierdadiario.com