Viernes 19 Abril 2024

santiagoaparece430Por Jean Georges Almendras-18 de octubre de 2017

 

Setenta y ocho días después del momento en que Santiago Maldonado participó, como uno más, de una movilización de la comunidad mapuche en la Pu Lof Cushamen , en la provincia de Chubut, a unos 80 kilómetros de la ciudad de Esquel, donde la Gendarmería reprimió el 1ero de agosto, el hallazgo de un cuerpo en aguas del río Chubut, pasado el mediodía del martes 17 de octubre ( y que se presume sea el suyo, al menos hasta que oficialmente la familia del artesano no lo oficialice) lo mínimo que podemos hacer es una reseña del caso de su desaparición forzada.

Santiago Maldonado, un joven artesano y tatuador, de 28 años, de nacionalidad argentina, un buen día comenzó a recorrer Argentina y otros países de Sudamérica. Apelando a sus habilidades para fabricar artesanías y para hacer tatuajes, fue subsistiendo en cada tramo de su aventura de conocer el mundo, o mejor dicho de ir cosechando amistades, para encarar la vida (su vida) de una manera diferente al común de las personas. Amante de la naturaleza y procedente de una familia donde aprendió valores y en particular el valor de la solidaridad y de la justicia, siempre se mantuvo dispuesto a brindar apoyo a las personas, y a las causas justas.

Partiendo de esa filosofía de vida y bastante distante del establishment (del grueso de su generación) Santiago Maldonado se acercó a la comunidad mapuche de la Pu Lof Cushamen en la provincia de Chubut, entablando con algunos de sus integrantes, un vínculo amistoso y militante. Su carácter, su forma de pensar y su perfil de hombre simpático y de muy buen talante, lo transformaron de inmediato en un amigo de la comunidad. Y bajo ese sentimiento, fue participando de sus actividades e integrándose a ella. Una comunidad que mucho valoró su disponibilidad y su energía, y por si fuera poco, su convicción por la causa mapuche.

Y fue tal ese sentimiento de integración que el destino quiso, que “El Brujo”, como lo llamaban sus amigos más cercanos y los integrantes de la comunidad, decidió participar en la movilización sobre la ruta 40, el día 1ero de agosto. Una fecha que resultó, a la larga demoledora, no solo para él, sino además para la comunidad mapuche de Pu Lof Cushamen, y para la democracia argentina.

Esa jornada, en el curso de la represión de la Gendarmería Nacional (una de tantas que venían soportando los mapuches desde meses atrás, incluida la detención y prisión de su dirigente Facundo Jones Huala, para gestionarse su extradición a Chile acusado de terrorista; y las constantes irrupciones en las comunidades mapuches, con el saldo de heridos y daños materiales en sus viviendas y en sus pertenencias, sin considerar los daños emocionales y las violaciones a los derechos humanos) fue una jornada cargada de tensiones y de avasallamientos, que finalizaron con un episodio, por demás grave y por demás violento: la desaparición forzada del joven artesano Santiago Maldonado.

¿Qué ocurrió? De acuerdo a los testigos mapuches (y tal como se ve en las filmaciones oficiales de la Gendarmería y de los teléfonos celulares de algunos de los funcionarios) cuando las fuerzas de la Gendarmería irrumpieron en el predio de Pu Lof Cushamen, los integrantes de la comunidad huyeron hacia la otra margen del río Chubut. Era imposible enfrentarse a los uniformados que arremetieron ya desde la ruta, portando escopetas y en algunos casos empuñando pistolas de grueso calibre.

Testimonios y registros gráficos, fueron muy elocuentes, mostrando a los mapuches perseguidos a corta distancia por escopeteros ganando terreno, no sin antes destrozar las edificaciones a su paso, en una clara acción de violencia policial. Como si se tratara de mapuches resistiéndose con armas de alto poder de fuego, cuando en realidad no tenían más que sus manos, piedras y hondas caseras, como único recurso para la autodefensa, la embestida de la Gendarmería cobró magnitud y hasta una vida.

De acuerdo a los testigos mapuches –que bastantes días después declararon ante el Juez Guido Otranto (en aquel momento a cargo de la causa)- unos uniformados persiguieron a los mapuches hasta la orilla del río. Hay videncias gráficas de todos esos desplazamientos.

Los mapuches, a quienes los gendarmes les venían pisando los talones, para no ser detenidos, no tuvieron otra alternativa que ingresar a las frías aguas del río Chubut y fue en esas circunstancias que los gendarmes lograron capturar a uno de ellos.

Uno de los participantes de ese episodio declaró ante el Juez Otranto, que uno de los que estaban huyendo de los gendarmes era “El Brujo” y que cuando éste vio que era inevitable cruzar el río decidió no avanzar (por no saber nadar) procurando esconderse entre unas ramas de la vegetación de la zona.

El testigo relató al magistrado que escuchó una detonación (de una escopeta) y gritos para finalmente observar que “El Brujo” (Santiago Maldonado) había sido capturado y golpeado. Corriendo como pudo ganó la otra orilla relatando lo ocurrido al resto de sus compañeros.

Desde ese momento, Santiago Maldonado, no fue visto con vida nunca más. Mientras tanto, los mapuches comenzaron a buscarlo en la zona, con la esperanza de que los Gendarmen pudieron haberlo abandonado golpeado en el lugar.

Pero repentinamente observaron, desde lo alto de la margen opuesta del río Chubut, cuando un vehículo Unimog ingresaba en el predio para finalmente alejarse, mientras un cordón de Gendarmes se colocaba como una suerte de telón humano, para retirar al parecer un bulto (un cuerpo humano) envuelto en una lona, el que fue depositado en una camioneta blanca, la que luego se alejó de la zona por la ruta 40.

Era el inicio de un episodio que impactó terriblemente a la comunidad mapuche, a la familia Maldonado y a la sociedad argentina, y al mundo. Las organizaciones de Derechos Humanos, encabezadas por APDH (Asamblea Permanente para los Derechos BHumanos) y todos los ciudadanos libres de la Argentina y del mundo, calificaron el episodio como una desaparición forzada en democracia.

Un delito de lesa humanidad.Un hecho grave en extremo. Un hecho repudiable. Indignante y perverso. Pero más perverso e indignante resultó ser la posición del gobierno o concretamente de las figuras del Ejecutivo, como por ejemplo de la Ministra de Seguridad Patricia Bulrich, y obviamente, de jerarcas a su mando y ni hablar de la Gendarmería Nacional. Todos ellos, mancomunados en el objetivo de encubrir y proteger a la Gendarmería Nacional.

Desde filas oficiales (del Poder Ejecutivo) y judiciales, hubo también una constante (y nada discreta) tendencia a minimizar el hecho, a demonizar a la comunidad mapuche, a poner a distancia de esa desaparición forzada a la Gendarmería Nacional, al punto que en ningún momento el juez de la causa Guido Otranto consideró, a poco de la desaparición, que debía interrogar y peritar vehículos o dependencias de esa fuerza, para desentrañar dudas. Contrariamente, dejó transcurrir el tiempo y dejó que se lavaran camionetas, que se alteraran cuadernos de registros policiales y que se borraran huellas.

Desde filas oficiales y judiciales, hubo una muy acentuada tendencia a parcializar las investigaciones y solo recién a los 14 días de la desaparición forzada, el Juez Otranto dispuso la realización de pericias y relevamientos de destacamentos de la Gendarmería. Pero ya era tarde, porque todo ya había sido borrado, y los resultados fueron negativos.

Catorce días después. Que conste. Y nunca, hasta ese momento, el magistrado centro su atención en la Gendarmería Nacional, como sospechosa. Siempre se mantuvo parcial. ¿A qué extremo? Al extremo de que en ningún momento citó a declarar a su despacho a un alto jerarca del gobierno, subalterno de la Ministra de Seguridad, para interrogarlo sobre su rol, en la Pu Lof Cushamen y en la ciudad de Esquel, el primero de agosto.

Estamos hablando de Pablo Nocetti, quien estuvo en la previa a la represión y durante, porque su misión era coordinar acciones en torno a la causa de los integrantes de la comunidad mapuche. ¿Cómo era posible que el magistrado lo ignorara en la nómina de los interrogatorios? Pero lo hizo, descaradamente y a la vista de todos.

Todos estos aspectos fueron remarcados y denunciados oportunamente por las organizaciones de DDHH de argentina, y por las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo; y por la familia Maldonado, a través de su abogada Verónica Heredia y otros abogados. Pero además, en Esquel, en Buenos Aires y en la Argentina, se realizaron sendas movilizaciones, dos de ellas en la Plaza de Mayo, a las puertas mismas de la Casa Rosada, reducto del presidente Mauricio Macri.

El caso de desaparición forzada de Santiago Maldonado también alcanzó un impacto tal que desde la ONU y desde la OEA, y desde numerosas organizaciones de DDHH locales y extranjeras exigieron al Estado Argentino dar respuestas urgentes a una pregunta que recorrió el mundo: ¿Dónde está Santiago Maldonado?. Nunca se activaron los mecanismos del gobierno argentino para responderla. Macri miró a un costado e ignoró al pueblo y a las organizaciones internacionales.

Mientras esa pregunta irritaba al Gobierno y era ridiculizada incluso por algunos personajes del sistema político macrista y por el periodismo pacato y servil al gobierno, buscando recurrentemente distorsionar la verdad sobre la causa mapuche (que no hace otra cosa que luchar legítimamente para recuperar tierras usurpadas ancestralmente por terratenientes y grupos financieros y hoy, por la empresa italiana Benetton, y grupos financieros ligados estrechamente al gobierno de Macri), a nivel de las investigaciones judiciales para conocer la verdad (y hallar al joven Maldonado), las irregularidades y negligencias del Juez Otranto y las intimidaciones a los testigos y a las comunidades mapuches, que debieron soportar despliegues de Gendarmes y de fuerzas policiales para someterlos con el terror y el avasallamiento, estuvieron a la orden del día.

Las movilizaciones para hallar a Santiago Maldonado se multiplicaron en la región y en el mundo; las denuncias a nivel de organismos internacionales ocasionaron serias protestas y observaciones al gobierno de Macri, por la falta de respuestas al pedido de informes y a la concreción de investigaciones serias y no parcializadas; los abogados querellantes en el caso y la familia Maldonado, principalmente, finalmente recusaron al Juez Otranto , y además, formularon serias críticas a la Fiscal del caso: Silvina Avila.

En consecuencia, y mientras aún nada se sabía del joven Maldonado, el Tribunal de Apelaciones dio lugar a la recusación de Otranto y un nuevo juez fue designado: Gustavo LLeral, pero se mantuvo en el puesto a la Fiscal Avila.

Y mientras algunas tenues luces de esperanza (para que las investigaciones arrojen verdades y no encubrimientos) se dibujaron en el horizonte por la llegada del nuevo juez, sorpresivamente la incertidumbre por el paradero de Santiago se hizo añicos, cuando en las primeras horas de la tarde del martes 17 de octubre, se produjo el hallazgo de un cadáver, que a juzgar por las primeras observaciones (restando los informes forenses) pertenecería al de Santiago Maldonado. No descartándose su confirmación oficial para las próximas horas, cuando éste informe ya haya sido publicado.

De confirmarse esa identidad, se daría comienzo a una nueva etapa de la investigación y a un nuevo capítulo del caso, redoblado en interrogantes ¿Cómo murió? ¿Dónde murió? ¿Hace cuándo murió? ¿Qué indicios no acuáticos se hallaron en su anatomía?¿El cuerpo presentó signos de defensa, de golpes, de ataduras, de arrastre, de heridas punzantes, de heridas de armas de fuego, de ingesta de químicos o drogas?¿Cómo es posible que el cuerpo fue hallado flotando, cerca de una edificación de la Pu Lof, en una zona que anteriormente fue rastrillada por buzos de la Prefectura, sin encontrarlo?¿Quién halló el cadáver y en qué circunstancias?¿Fue plantado el cuerpo en ese lugar?

Serán muchas más las interrogantes que surgirán con el correr de los días. ¿Por qué? Porque hay un convencimiento generalizado (y que se ha extendido dentro y fuera de las fronteras de la Argentina) de que el hallazgo de ese cadáver fue fraguado. Es decir, de que efectivamente fue plantado en ese lugar. ¿Cómo probarlo? Con la misma entereza y con la misma sabiduría jurídica utilizada, por los abogados que defienden la causa mapuche y la causa Maldonado, para derrumbar las impunidades y los delitos cometidos por los responsables materiales e ideológicos, de la desaparición forzada del joven artesano. ¿Será el momento de que desde el despacho del juez Lleral se dé la debida atención al testigo protegido (un amigo de Santiago) que hizo una llamada al celular de Santiago el 2 de agosto, y que fuera atendido por una persona que no habló por los 22 segundos que mantuvo encendido el celular, escuchándose únicamente un eco de pasos o botas sobre el piso? ¿Cuál era ese lugar?¿Estaba ahí Santiago, y vivo?

La batalla por la verdad (para que la impunidad no nos embista y nos adormezca como en los tiempos de las dictaduras militares) entra ahora en una nueva fase….

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Foto portada: www.quepasasalta.com.ar