Cuando sirven para cumplir una operación policíaca, o en la captura de algún prófugo del cual ostentar, nadie osa decir nada, cuando en cambio sus declaraciones se alzan de nivel, he aquí que se desencadena la usual caza de brujas contra los colaboradores de justicia, los así llamados arrepentidos. Con el pretexto de que un exiguo número de éstos ha vuelto a delinquir, saliendo así del programa de protección, se ha tratado siempre de desacreditar a toda la categoría. Hoy cuatro senadores del Pdl han propuesto incluso la institución de una comisión específica, para verificar cuando y como ha sido gastado el dinero con el cual el Estado ha recompensado a aquellos colaboradores de justicia cuyas declaraciones seguidamente no han podido ser comprobadas. El ejemplo más renombrado, desde siempre, es el de Balduccio Di Maggio, que es quien habló del beso entre Totò Riina y Giulio Andreotti y luego, una vez que huyó a Sicilia, cometió otros crímenes mafiosos.
Como es usual se trata de instaurar la idea de que todo el acto acusatorio formulado por la Fiscalía de Palermo, a cargo del senador Andreotti, haya estado basado solo sobre las declaraciones de Di Maggio y que el proceso haya terminado con una plena absolución, cuando ya es sabido que ha habido en medio una prescripción “por los crímenes cometidos”, hasta los años 80’ y una absolución por falta de pruebas por el período sucesivo. Forma parte del juego, como está claro que esta enésima ocurrencia sea fruto de la legítima preocupación de los berlusconeses, por las nuevas declaraciones de Gaspare Spatuzza (arrepentido de mafia), sobre el senador Marcello Dell'Utri. Precisamente en estos días, de hecho la Corte que preside el proceso de apelación hacia el exponente político, ha suspendido la requisitoria del Jefe de los fiscales Gatto, próxima a la conclusión, para poder escuchar al nuevo colaborador, cuyas reconstrucciones han sido consideradas de notable interés.
Era obvio esperarse una contra movida. Por otro lado, la demolición de los arrepentidos y de sus declaraciones, también estaban a la cabeza de los pedidos de intervención que Cosa Nostra pretendía por parte del Estado, a cambio del cese de los atentados. Todos podemos leerlo ya en el famoso “papello”, que después de años confirma cuanto ya habían dicho Salvatore Cancemi y Giovanni Brusca (arrepentidos de mafia)

Giovanni_BruscaEse Brusca carnicero y asesino, pero que sin el cual no sabríamos nada de los atentados de Capaci, ni de la negociación entre mafia y estado, que ahora ha salido de nuevo a relucir con las declaraciones de Massimo Ciancimino El hijo de don Vito no es un arrepentido pero si un testigo directo y que guste o no, sus recuerdos encajan mucho con los de los boss (jefes mafiosos) de primer plano que han elegido pasarse de lado del Estado-
Incluido Nino Giuffré, gracias a quien la Fiscalía de Palermo ha desmantelado literalmente toda la red de protección de Provenzano llevando a lograr la captura no solo del Jefe de Cosa Nostra, sino de un número elevadísimo de cómplices, incluido el ingeniero Aiello, dominus en el campo de la sanidad siciliana y hasta servidores infieles del Estado. Pero cuando el ministro Maroni desglosa los números de los éxitos del gobierno, contra el lado militar de Cosa Nostra, se olvida siempre de subrayar que en estos años sin los colaboradores de la justicia, se habría podido hacer muy poco..

dellutri-marcello-web26Y absolutamente nada en el campo de las investigaciones sobre los atentados mafiosos. Ni siquiera Falcone y Borsellino habrían podido infligir a Cosa Nostra los golpes más duros de la historia, sin Buscetta, Contorno o Marino Mannoia.
Esto no significa obviamente que no haya falsos y corruptos. El reciente hecho de Scarantino, desmentido precisamente por Spatuzza, es un ejemplo de cómo se puede intentar despistar una investigación completa, con un colaborador falso. Por lo demás lo sabe bien el senador Dell'Utri, que según la primera sentencia que lo ha condenado, ha intentado comprar el testimonio de un tal Chiofalo. Luego le queda a la magistratura desarrollar minuciosos controles y, según las estadísticas, en relación a los otros estados, como USA, los errores han sido muy limitados.

Está claro que a nadie le gusta pensar, por ejemplo, que pocas hendijas de verdad sobre los atentados de los cuales estamos en posesión después de 17 años, salgan de la boca de Cosa Nostra, entre arrepentidos y el hijo de un mafioso, pero si no hubiese sido por ellos no tendríamos idea de lo que sucedió entre 1992 y 1993, en aquel bienio que ha cambiado la cara de nuestro país. Es el precio que pagamos por haber tolerado, desestimado, minimizado, la capacidad de evolución, crecimiento e infiltración del fenómeno mafioso, que acompaña la historia de Italia desde hace 150 años. Han tenido más valor y dignidad ellos, si bien algunos con la finalidad de sacar ventajas, como muchos políticos, magistrados, empresarios que sabían y saben y que han callado y callan, salvo que recuerden algún hecho particular después de décadas.
Quien tiene algo que esconder sabe además como moverse y en vez de proponer comisiones que se concentren en las connivencias entre mafia, política y empresariado, se ensañan aún más de cuanto ya lo han hecho sobre un medio tan difícil de administrar como indispensable para derrotar a la mafia. Un medio que junto a las interceptaciones telefónicas, penetra más fácilmente en el muro del silencio y del secreto que protege a los boss (jefes mafiosos) y sus acodos institucionales.
Y si como ya han pensado en las interceptaciones ahora están listos para dar el golpe de gracia también a los arrepentidos y a los testigos, todos bien escondidos detrás del retablillo del 41 bis (cárcel dura) y de la reapertura de las cárceles de Pianosa y del Asinara.
El gobierno de apariencia muestra los músculos contra los boss y los gregarios haciendo creer a la opinión pública que la lucha contra las mafias sea solo una cuestión de policías y ladrones, de “picciotti” (reclutas) arrogantes que de tanto en tanto tratan de fastidiar algún político con negocios atrayentes.
Nada mejor para la propaganda. Usar un tema tan importante como el restablecimiento de la cárcel dura, en todo caso un instrumento válido para la represión mafiosa, para demostrar ser inflexible con los “malos”, pero ¡ay! a quien toca a los “cuellos blancos”, sentados en el escaño de al lado.
Un bluf que se ha desinflado rápido. Ha bastado la protesta de algún ambientalista y la excusa del turismo.
“Salvada una joya de la naturaleza”, ha exclamado el ministro Prestigiacomo, después de la instantánea y ridícula marcha atrás sobre la reapertura de la cárcel de Pianosa. “Joyas eran nuestros hijos”, le ha contestado Giovanna Maggiani Chelli, portavoz de los familiares de las víctimas de la calle de los Georgofili, de esas madres y esos padres que han visto a sus hijos masacrados por la furia de Cosa Nostra, que tenía detrás a quien dialogaba y negociaba en la sombra con los mafiosos.
Esto dice mucho de cuanto el entero país de Italia esté todavía muy lejano de una toma de conciencia colectiva de la peligrosidad del fenómeno mafioso, para toda la democracia. Mientras familias enteras todavía lloran a sus queridas víctimas de la injusticia, otras familias piensan aún en poder vivir ignorando la cuestión, convencidos de que la lucha contra la mafia compete solo a la magistratura y a la policía y quien, desafortunado, se queda involucrado a pesar suyo.
Ciertamente no es solo con el 41 bis que se resuelve la cuestión mafiosa. El nudo a desatar en efecto, como recordaba Borsellino, es político. Pero la política vive de consenso y si no es el pueblo quien pretenda unido la justicia para sus propios caídos, todos sus hijos, desde el norte hasta el sur, habrá poco por hacer. Otra que ejército, cárceles especiales y prófugos capturados…

9 de noviembre de 2009 - www.antimafiaduemila.com