Jueves 28 Marzo 2024

Compartimos plenamente la lectura del europarlamentario, único entre los políticos, por el momento, en haber lanzado una alarma que ha sido planteada en más de una ocasión por los magistrados de primera línea que investigan sobre los atentados de los primeros años de la década de los Noventa, y sus sucesivos despistajes institucionales: el fiscal adjunto en Palermo Antonio Ingroia, el colega Antonino Di Matteo, fiscal sustituto y presidente del ANM (Asociación Nacional Magistrados) de Palermo, el fiscal de Caltanissetta Sergio Lari y otros.
Convencidos de que el peligro de volver a vivir una temporada de atentados en este momento sea más que concreto y que por esta razón sea necesaria una toma de consciencia colectiva que pueda obstaculizar la acción subversiva de los poderes fuertes, nos dirigimos a aquellos políticos que a lo largo de los años han demostrado sensibilidad en cuanto a estas temáticas candentes. Desde  Claudio Fava a Nichi Vendola, desde el abogado Luigi Li Gotti a Giuseppe Lumia, ambos componentes de la Comisión parlamentaria antimafia, hasta llegar al mismo Antonio Di Pietro o a Beppe Grillo.
¿Ha llegado el momento de apoyar a los magistrados que corriendo riesgos y peligro han salido al descubierto para denunciar la grave situación en la cual yace nuestro país?
¿Ha llegado el momento de afrontar el miedo y denunciar el posible y concreto regreso a una nueva temporada de bombas?
¿Si no es ahora, cuándo?

ENTREVISTA DE MONICA CENTOFANTE
23 de Noviembre de 2010

En el transcurso de una reciente entrevista, tal como ha sido publicado por otras agencias Luigi de Magistris, europarlamentario del IDV, ha aludido a un Berlusconi ya al final de su trayectoria política y potencialmente peligroso. Sin excluir, en un próximo futuro, incluso una posible temporada de bombas y proyectiles.

Doctor de Magistris, son afirmaciones muy fuertes ¿podría explicarlas mejor?
He realizado un razonamiento mucho más amplio, aunque si las agencias han extrapolado exclusivamente este fragmento. El tema es el siguiente: en los últimos casi veinte años, sucesivos a las bombas de Capaci y Via D'Amelio, hemos asistido a una progresiva penetración de las mafias al interior de las instituciones, además de en la economía y hacienda. Cuando digo instituciones no me refiero sólo a la política – aunque si la relación mafia-política es la más evidente – sino también a los despachos intitucionales de primer orden, a los servicios secretos y también a las fuerzas del orden y a la magistratura misma.
Esto ha provocado una progresiva institucionalización de las mafias que hoy – gracias incluso a las relaciones con los poderes ocultos que muy a menudo funcionan de punto de enlace entre todos estos ambientes (basta con ver la investigación sobre la así llamada P3) – han alcanzado un nivel tal de ser capaces de aprobar leyes ad personam y ad personas. Por ésto, por ejemplo, asistimos a la aprobación de medidas administrativas a su favor o anómalos ajustes de los procesos.
Todo ésto ha provocado que en los últimos años, quienes han combatido desde el interior de las instituciones en contra de la criminalidad organizada, de las mafias, de la corrupción, del sistema criminal, de la burguesía mafiosa, han sido siempre obstaculizados por distintos medios o distintos  parcialmente de los utilizados en otros tiempos. Me refiero a la descalificación por medio de la prensa, a la violencia moral, a los proyectiles institucionales, al así llamado uso ilegítimo del derecho. Sustancialmente se ha abusado de las normas del derecho y de las instituciones para detener a quien, desde el interior de esas mismas instituciones, trataba de esclarecer estos hechos tan inquietantes. Ésto es lo que ha sucedido hasta ahora en la actual condición política.
Y entonces yo me pregunto: ¿qué sucedería si en el país – como espero que así sea y como de hecho está sucediendo – avanzara una alternativa fuerte a Berlusconi y al berlusconismo? Claro que no hablo de reubicación de los poderes fuertes hacia el centro, sino de una operación de un gran cambio que están generando algunos políticos, la sociedad civil, los movimientos, las asociaciones y que podría consolidar la alternativa moral, cultural, política, económica, social, al mismo berlusconismo. En ese momento seremos llamados a elevar aún más la vigilancia democrática, porque la historia de nuestro país demuestra que los poderes ocultos, mafiosos y peduistas, que están en los puntos vitales de las instituciones tanto como para formar un gobierno oculto del bien público, son más que capaces de utilizar los instrumentos de la violencia física, contra servidores del Estado, periodistas incómodos, libres pensadores y con la clara intención de cambiar los equilibrios políticos e institucionales de Italia, en un momento en el cual está en curso una fase de desarticulación del cuadro político y faltan fuertes personajes de referencia. Este es el análisis. Algunos me han acusado de provocar alarma, pero estoy convencido de que un político, un ex magistrado, una persona que mira en profundidad, tenga el deber de realizar una evaluación de este tipo y desafío a quien sea a que me contradiga.

En un artículo publicado en el periódico “L'Unità” usted ha recordado y lo ha resaltado también ahora, como después de la temporada de atentados del 92' -93' las mafias se han institucionalizado aún más, penetrando mayormente en la economía y en las articulaciones del Estado. Un proceso que ha tenido lugar además a través de la acción de los poderes ocultos que hemos mencionado anteriormente.
Por lo tanto le haría dos preguntas: Usted que se ha ocupado ampliamente de estos temas ¿a qué punto piensa que haya llegado esta penetración institucional? Y en una situación de tensión como la actual, que por ciertos aspectos recuerda a aquel delicado pasaje entre la Primera y la Segunda República ¿qué riesgos reales corren los magistrados que están llevando adelante delicadas investigaciones sobre esos atentados, sobre las relaciones entre mafia y las instituciones, y que son evidentemente atacados?
Las penetraciones han llegado, según creo, a niveles altísimos. Me resulta simple citar, ya que estamos justamente en la actualidad, el caso de Dell'Utri. En un país normal un Presidente del Consejo – que ya tendría que haber dimitido antes por los muchos motivos que conocemos – frente a una sentencia de este tipo habría tenido que dejar su cargo. ¡Una sentencia que no es definitiva, pero que cierra la fase de mérito del proceso y que dice que Marcello Dell'Utri actuó de intermediario entre Cosa Nostra y Berlusconi gracias a sus relaciones con Mangano, Cinà y otros! Esto significa que la mafia ha llegado a la Presidencia del Consejo. Sin contar las varias bandas. Pensemos en la investigación sobre la logia P3 de la cual, y me maravillo, se ha perdido el rastro. No entiendo porqué los periódicos no hayan seguido investigando este asunto, que es tan inquietante sobre todo porque ve involucrados a una gran cantidad de magistrados que revisten cargos altos. Recordemos que la criminalidad organizada no es solo la de tipo mafioso, es también la de las bandas que luego están ligadas a la mafia misma. En la logia P3, por ejemplo, está Flavio Carboni, personaje ligado a Cosa Nostra.
Continuando con el razonamiento no podemos no citar las investigaciones realizadas en la región de Campania sobre Cosentino, las de Sicilia sobre Lombardo o las de Calabria. Se trata de penetraciones que tienen lugar con la cordialidad, con la corbata, con la tarjeta de crédito, con los profesionales y con la burguesía mafiosa. Penetraciones invisibles y por tal motivo difíciles de cuantificar, pero seguramente enormes. Y quienes hacen de nexo son los poderes desviados, las masonerías desviadas y los poderes ocultos. Desde este punto de vista la República ya está invadida por el cáncer, pero no es una metástasis porque según lo que yo creo dentro de las instituciones y de la sociedad civil, todavía nos queda el antídoto de la resistencia para todo ésto. Y por lo tanto vuelvo a la segunda pregunta, existe el riesgo.
Hoy los magistrados de primera línea, corren el riesgo sobre todo del efecto intimidatorio de tipo autoritario, por ciertos aspectos post fascistas, provocados por algunas disposiciones.
La situación devastadora que me tocó a mí y de forma más clara aún a los magistrados de Salerno, es un ejemplo. Hoy ciertos jueces se arriesgan a poner o no determinadas firmas y están expuestos a medidas disciplinarias absolutamente instrumentales, a denuncias, expuestos a inspecciones continuas: Yo he sido objeto de muchas, durante cuatro largos años, por parte de Arcibaldo Miller, que luego se  ha descubierto que era uno de los habitués de la logia P3.
Pero si hoy el riesgo es éste, no excluyo que en el futuro, y volvemos a la primera parte de esta entrevista, los magistrados puedan correr incluso riesgo de vida. Como sucedió en los años pasados y como demuestran también las recientes intimidaciones realizadas a los magistrados calabreses y al mismo Fiscal de la República. Por lo tanto no podemos excluir, es más, podemos sostener que sea posible este cambio de estrategia.

Su artículo se concluye con un llamado a la magistratura y a las fuerzas del orden, a quienes les pide que no tengan miedo: quien sabe algo que hable antes de que sea demasiado tarde. Este miedo se percibe, es evidente ¿cuán importante es según usted el apoyo de la sociedad civil en esta etapa?
Le agradezco que me haya recordado estas palabras que creo muy importantes. Lo mío es una exhortación a los magistrados de bien de que comprendan por un lado que la mejor parte del país está de su lado y es la parte que tiene que hacerse sentir, evitando todo tipo de instrumentalización porque la magistratura tiene que actuar siempre autónoma e independientemente, por el otro es una invitación a no tener miedo. He formado parte de la magistratura durante 15 años y aún sigo con atención las situaciones de la Justicia. Por ello puedo decir con certeza que veo este miedo y por ello emito un llamado: abandonad el miedo, porque el país tiene necesidad de vosotros y quien sabe algo tiene que hablar. Yo fui acusado de contar demasiadas cosas, pero creo que denunciar sea un derecho-deber de cada ciudadano y en especial de quien, desde el interior de las instituciones, ha visto estos poderes desde muy cerca. Si quien ha visto estos enredos, ha percibido estas conexiones, ha comprendido como actúa la burguesía mafiosa, decidiera hablar, entonces darían un paso adelante las investigaciones que van hacia la búsqueda de la verdad y de la justicia sobre hechos inquietantes que aún condicionan la vida democrática de nuestro país.