Para Ilardo llega el momento de pegar el “salto” de confidente a colaborador de justicia. Mori describe al Procurador de Caltanissetta, Gianni Tinebra, como el interlocutor ideal para estabilizar esa relación de colaboración, pero Riccio no está de acuerdo. “Era absolutamente consciente – recuerda el coronel - de que la decisión tomada, de no seguir la indicación de mi superior, el coronel Mori, de convencer a Ilardo de colaborar únicamente con el Dr. Tinebra excluyendo al Dr. Caselli, me habría calificado definitivamente como “no confiable”. Pero no habría traicionado un credo ni a una persona que había confiado su dignidad y su vida en mis manos, estando seguro de mi lealtad hacia la institución”. “Durante aquellas noches de finales de abril de 1996 me reunía seguido con Ilardo. Era algo inminente que nos convocaran a Roma (para formalizar su decisión de colaborar, n.d.a.) así había sido acordado por razones de seguridad. En el aire se advertía una cierta ansiedad, pero él no mostraba ninguna señal de tensión, estaba sereno y decidido al mismo tiempo”. Ilardo está completamente decidido a dejar a sus espaldas su anterior vida de mafioso y lo manifiesta abiertamente a Michele Riccio. “Coronel, si hoy tengo la suerte de tener cerca mío a mi familia finalmente y de tener un futuro que ya no tendrá sabor a mafia es algo que lo debo también a vosotros”. La satisfacción de Riccio es igual a su gran preocupación por lo que podrá significar su colaboración.

La traición  
El recuerdo de aquel encuentro en la Capital todavía quema en las palabras del coronel. “Una vez en Roma, Ilardo, puntual, vino a mi encuentro en el lugar en el que ya lo estaba esperando con ansiedad y después de haber consumido velozmente un sandwich juntos, nos dirigimos hacia el ROS (Reparto especial Carabinieri) y fuimos a ocupar un salita del cuartel junto a la sala reuniones, donde de un momento a otro nos encontraríamos con los Magistrados sicilianos. El ruido de un helicóptero que se paró en vuelo sobre nuestras cabezas nos señalaba la llegada de los magistrados, cuando en el interín vi pasar frente al despacho al coronel Mori, inmediatamente le llamé y le presenté a Ilardo”. En ese preciso instante el infiltrado “Oriente” lanza un desafío a su destino. “En la escena de una película que nunca olvidaré - cuenta Riccio mientras vuelve a ver esas imágenes que pasan frente a él - Ilardo, sin saludar al Superior (Mori, n.d.a.), iba decidido a su encuentro y, dominandolo con su figura que me parecía aún más imponente, con palabras que resonaban fuertes y claras como latigazos le decía: ‘Muchos atentados que han sido atribuidos exclusivamente a Cosa Nostra, fueron encargados por el Estado’...
Por un instante los tres quedamos inmóviles y en silencio, luego vi al coronel Mori, que sin decir una palabra, veloz como un rayo, sin levantar los ojos del suelo, daba media vuelta de improviso y tan veloz como antes dejó la sala”. Riccio queda profundamente impactado por la situación, pero no tiene tiempo de decir nada. “Perturbado por el acontecimiento - explica el coronel - con un sudor frío que me bajaba por la espalda cuando estaba a punto de articular una pregunta, el ingreso de un carabiniere con la solicitud de trasladarnos inmediátamente a la habitación contigua en la que nos esperaban los magistrados sicilianos pospuso cualquier palabra de mi parte”. Y en la escena siguiente es el mismo Ilardo quien indica la “dirección” de su intención de colaborar. “Con el transcurrir de esa película que ya estaba cambiando mi vida y la de mi familia sin que yo me diera cuenta - continúa Riccio -, después de haber cerrado la puerta a nuestras espaldas, vi a Ilardo levantarse con mucha calma de su silla ubicada frente a los magistrados, el Dr. Caselli y Principato de la Fiscalía de Palermo y el Dr. Tinebra de la Fiscalía de Caltanissetta y con la misma calma poner la silla frente al Dr. Caselli y después de haberse sentado decir con decisión y claridad: ‘Me llamo Ilardo Luigi, nací el 13 de marzo de 1951 en Catania, soy Vice representante Provincial de la Familia de Caltanissetta y también revisto el cargo de Jefe Provincial, ya que Vaccaro Domenico actualmente está preso. Dr. Caselli, tengo total y absoluta confianza en su persona, en sus colaboradores y en el coronel Riccio y he decidido colaborar con la Justicia’.” El partido acaba de comenzar. Ilardo, después de haberse calificado como exponente de relieve de Cosa Nostra, declara haber tenido una reunión con Provenzano y que se lo dijo al coronel Riccio. En la sala dispuesta para los interrogatorios la atmósfera es muy densa. La creciente electricidad que sentía en el aire húmedo y espeso de esa tarde de mayo - recuerda Michele Riccio - y la oscura expresión de la cara del Dr. Tinebra me impedían, por más que me esforzara, seguir con atención ese relato, logrando captar solo algunos perfiles porque ya me había sido contado en parte”. “Todavía estaba intentando de recuperar mis pensamientos y de concentrarme en lo que sabía, que Ilardo estaba a punto de contar sobre ese desviado contexto de miembros de las instituciones y de los servicios secretos, con sus conexiones con la masonería, la derecha eversiva y la criminalidad organizada, que fue el comienzo de nuestras relaciones, para luego remontarme a los ideólogos de los atentados del ’93 y ’94; cuando nuevamente me sentí perturbado. Vi que el Dr. Tinebra se levantó de golpe y con una expresión contrariada en su cara interrumpió la exposición de Ilardo y pospuso el encuentro hasta una decena de días más tarde, cuando se decretaría formalmente el ingreso de Ilardo al programa de protección”. Riccio se ve desconcertado, pero no puede hacer más que acusar recibo de esa decisión.

Mientras tanto Ilardo explica a los magistrados que solucionaría sus problemas familiares en los próximos días (ya sabía que sus hijas no habrían estado de acuerdo con su decisión de colaborar con la Justicia), y que también encontraría el momento más oportuno para afrontar este tema con su mujer. Pero sobre todo confirmaría definitivamente si en esos días tendría la posibilidad de conseguir una segunda reunión con Provenzano. Inmediátamente después Riccio acompañó a Luigi Ilardo hasta la enfermería para que le pusieran una inyección para calmar una fuerte hemicránea que lo aquejaba, probablemente causada por el stress de esa reunión. Mientras Ilardo se encontraba en enfermería Giancarlo Caselli y Teresa Principato le pidieron a Riccio que grabara en casettes los principales temas de las declaraciones que luego haría oficialmente el mafioso arrepentido , de modo tal de tener un primer cuadro general del trabajo que habría que hacer.

“Después de saludar a los dos Fiscales – cuenta Michele Riccio – salí para encontrarme con Ilardo y vi al general Subranni que estaba junto al Dr. Tinebra, los saludé a los dos y me acerqué al general diciéndole que al día siguiente saldría hacia Sicilia para encontrarme con el colaborador de justicia y grabar también sus declaraciones como me había sido solicitado y el comandante me dijo que eso no era necesario. Me encontré con Ilardo, acordamos el lugar en el que nos encontraríamos al día siguiente en Catania, hablamos un poco y luego lo hice acompañar hacia el aeropuerto de Roma”.

Una muerte anunciada  
A la mañana siguiente Riccio viaja hacia Catania. Poco después de haber llegado se encuentra velozmente con Ilardo, el confidente estaba tranquilo. Apenas dos días más tarde se reunieron para grabar. “El domingo por la tarde (el 5 de mayo de 1996, n.d.a.) – continúa con su relato el coronel Riccio – logramos vernos por un poco más de tiempo e hicimos la primera grabación. Como otras veces nos dirigimos hasta un sendero en el campo, bien lejos de ojos indiscretos, sentados en el coche con el grabador ubicado en el medio”. “Ilardo repasó los primeros tiempos de su experiencia en Cosa Nostra, una vez más me subrayó la importancia de aquel período. Era indispensable destacar cada aspecto y connivencia, sobre todo con las instituciones, porque esta era la parte más perversa y peligrosa, esa que seguía negociando con Cosa Nostra, para seguir siendo indispensable, afirmar su poder y transformarse. Era imposible subestimar ese peligro, de lo contrario ‘el pasado nos sepultaría’.”

Ante las preguntas de Riccio para conocer la gran cantidad de relaciones que involucraban a Cosa Nostra y a los Servicios Secretos, Ilardo se deja escapar que conocía la existencia de un personaje competente sobre Palermo que “también cumplía con tareas de coordinación entre las fuerzas policiales”, pero el confidente, como dice Riccio “no quiso añadir más nada y pospuso todo tipo de explicación hasta su colaboración oficial”. “Ilardo me pidió que tuviera paciencia – sigue recordando el coronel - y que no traicionaría mis expectativas, que revelaría lo que sabía sobre los ideólogos secretos de esos delitos denominados ‘magnicidios’ y de los diferentes atentados terroristas, pero también hablaría de otros delitos de los cuales estaba seguro de que tuvieran, éstos también, ideólogos secretos, es decir, según las reservadas confidencias que le hiciera su primo Piddu Madonia”.

En los días siguientes tuvieron otras citas y realizaron otras grabaciones. “Este alternarse de reuniones se extendió hasta la mañana del 10 de Mayo de '96 - el recuerdo de Riccio asume cada vez más los ribetes de una spy-story – también esta vez estuvimos en uno de esos senderos perdidos del campo y nos quedamos hasta tarde para completar ese cuadro genérico sobre sus primeras experiencias en Cosa Nostra”. “Como las demás veces sobrevolamos intencionalmente los temas más delicados, además porque, como le había comunicado, la próxima reunión la habríamos tenido el martes siguiente, 14 de mayo, en Roma, para oficializar su entrada en el programa de protección. En aquella ocasión se encontraría nuevamente con los magistrados sicilianos y yo organizaría inmediátamente el traslado de todos aquellos familiares suyos que aceptaran estar a su lado y seguirlo en ese paso”. Al final de la reunión ambos se saludaron y se citaron para el lunes siguiente en la Capital. En el aeropuerto de Catania el coronel se encuentra con un subordinado suyo de Caltanissetta que estaba visiblemente tenso. El colega le hace presente a Riccio que de los despachos de la Fiscalía de Caltanissetta había salido el rumor sobre la colaboración de Luigi Ilardo con la Justicia. El oficial queda estupefacto al ver que esa información que era totalmente reservada estuviera circulando tan libremente. Inmediátamente Michele Riccio llamó por teléfono a Mario Mori y a Mauro Obinu para hacerles presente su desacuerdo y precisarles que en la próxima reunión con los magistrados les pediría explicaciones por lo ocurrido. Al próximo que llamó fue a Ilardo, pero su teléfono celular estaba apagado. Bastante aprensivo Riccio tomó el avión y regresa a su casa. Al llegar se encuentra con su mujer con lágrimas en los ojos que mira petrificada un flash informativo en la televisión y le dice sin darse vuelta: “En Catania mataron a Luigi”.

La rabia y la redención
“Esas palabras me quitaron la respiración por un instante – recuerda el coronel de carabinieri con idéntico dolor - y sentí una mano invisible que me apretaba violentamente el estómago. Con la absurda esperanza de leer otra noticia me quedé mirando el mismo flash, que mi mujer, con el rostro pálido, seguía mirando fijo”. Dos sicarios a bordo de una motocicleta lo abordaron mientras estaba atravesando el portón de su casa de Catania; sin bajar de la moto extrajeron las pistolas y se las apuntaron  disparándole varias veces. Ilardo, ante la sorpresa y la rapidez de la acción, no tuvo tiempo ni de huir, ni de encontrar un amparo y cayó al suelo, herido de muerte. Un poco después Riccio llamó por teléfono al coronel Mori que ya había sido informado tempestivamente sobre la muerte de Ilardo y ante su silencio le comunica que a la mañana siguiente se habrían reunido en su despacho de Roma. “Cuando llegué a Roma aquella mañana del sábado 11 de mayo de 1996 - cuenta el oficial en un largo flashback - entrando al cuartel del ROS a la primera persona que encontré fue al general Subranni, comandante, en ese entonces, de la División Polidoro de la cual también dependía esa estructura investigadora. Apenas me vio aguzó la mirada, con una sutil sonrisa que le atravesó el rostro y la voz más ronca de lo usual me recibió diciendo: ‘Eh... eh... te mataron al confidente…’, y luego agregó: ‘Sería bueno que no vuelvas a Sicilia’”. “Por un instante estuve casi a punto de contestar duramente y decirle lo que pensaba de él y de los que estaban a su alrededor – recuerda Riccio – pero logré contenerme con mucho esfuerzo. Era más importante proceder como ya había decidido, poner por escrito toda la investigación”. “Después de haber superado al general Subranni, entré en el despacho del coronel Mori y él vino a mi encuentro, titubeando, casi sin saber qué decir. En el momento en el que, sin preámbulos, ni vueltas de palabras le dije que estaba seguro de que la muerte de Ilardo se debía a la necesidad de impedirle colaborar oficialmente con la Justicia ya que se temían los efectos de sus declaraciones, éste sin comentarios contestó que esa también era su convicción”.

El lunes por la mañana Michele Riccio vuelve al cuartel de la ROS, acuerda con su superior que regresaría a Sicilia el tiempo necesario para redactar el informe y hacer transcribir el contenido de los casettes con las declaraciones grabadas por Ilardo que luego tendrían que ser entregadas a las diferentes Autoridades Judiciales. “Con la ayuda de mi colega del ROS de Caltanissetta, me puse inmediátamente a trabajar, a escribir ese informe (que se denominaría “Grande Oriente”, n.d.a.) Releer los informes, las agendas de trabajo y escuchar las diferentes grabaciones no fue un trabajo simple. Era tanta la rabia sorda e impotente se apoderaba de mi  al constatar todo lo que se perdió y también todo lo que además, era evidente, se habría podido deducir, que solo la simple voluntad de mantener la fidelidad a ese compromiso y confianza que Ilardo y los magistrados de Palermo y Catania habían depositado en mi me impulsaba a seguir adelante en esa amarga tarea”. Años después ese informe se convirtió en fuente de enfrentamientos y polémicas, que confluyeron en el procedimiento penal contra Mori y Obinu. El sabor amargo de la derrota que envuelve los recuerdos del coronel Riccio queda absorbido por la consciencia de haber cumplido con su deber a pesar de todo. “Continué con mi trabajo – concluye Michele Riccio con decisión – y no le presté atención a las puntuales solicitudes de los colegas de siempre, que me presionaban para que omitiera datos que podrían servir para futuras investigaciones. Tampoco me preocupé mucho por escuchar a quienes temían peligros para mi familia ni tampoco lo hice después de haber entregado el informe, cuando otro colega me dijo que yo había cometido un grave error”.

Verdad y compromisos  
Casi 13 años después del homicidio de Ilardo el coronel Riccio fue interrogado en el proceso judicial contra Mori y Obinu. En las audiencias del 16 y 17 de diciembre de 2008, así como en la del 9 de enero de 2009 Michele Riccio reconstruye punto por punto las confidencias de Luigi Ilardo. Algunas de las cuales provocaron ásperas polémicas e inmediatas desmentidas por parte de los relativos acusados que niegan con fuerza toda referencia a su persona. “Provenzano había establecido un contacto con un exponente del entorno de Berlusconi del partido Forza Italia - explica Riccio – por lo tanto ya había una indicación para votar, poco tiempo después todos tendrían que votar a Forza Italia”. Pero es cuando afronta la cuestión de las “omisiones” que el testimonio de Riccio supera el nivel de guardia. “Tenía la orden por parte del coronel Mori de omitir (del informe ‘Grande Oriente’, n.d.a.) todos los nombres de los políticos, y de aquel personaje que representaba al entorno de Berlusconi… habrían llegado a un enfrentamiento...” El mismo Riccio declara a los jueces de que de hecho el hombre del entorno en cuestión era Marcello Dell'Utri, definido como “un personaje muy importante, cercano a nuestros entornos” y que eso para él representaba “un peligro”, precisando finalmente que Berlusconi constituía “nuestra área de referencia del Arma”. Más combustible sobre el fuego. El proceso contra el general Mori y el coronel Obinu se está desarrollando actualmente en Palermo. La esperanza de que se pueda llegar a un fragmento de la verdad se enfrenta al temor de que una enésima “razón de Estado” pueda llegar a cerrar definitivamente todo el hecho. Tomo en mis manos los escritos de un servidor del Estado y encuentro ese vislumbre que pertenece a los “justos”. “Pensando en todo lo ocurrido – escribe Riccio en sus memorias - me sentía más determinado que nunca de seguir adelante continuando con las decisiones ya tomadas, me repetía a mi mismo que la verdad no es fruto ni de compromisos, ni de adaptaciones, la verdad es un derecho del ciudadano, forma de control de los gobiernos a los cuales los ciudadanos habían confiado parte de sus libertades, como decía Montesquieu, para ver garantizados y afirmados los propios derechos de libertad y de seguridad social”.

Extraído de: “Gli ultimi giorni di Paolo Borsellino” (Bongiovanni-Baldo, Aliberti 2010)  

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