kievCOMIDA Y CENA EN KIEV
Por Giulietto Chiesa - 26 de Febrero de 2014
¿Y ahora quién pondrá los 35.000 millones de dólares para evitar el colapso económico y financiero de la Ucrania post contra-revolucionaria? No hay nada en el horizonte.
Leo, de lo escrito por un corresponsal desde la plaza de Kiev, las palabras de una estudiante que aún está acampando en medio de las barricadas:
“Queremos una Ucrania independiente. Pero es necesario que alguien nos ayude”.
Como se ve: es una lógica perfecta.

Un poco más allá un cura católico uniata, de los que bendijeron las bandas nazis en Maidan, exclama: “Se abre un período oscuro, pero también de esperanza”. Felicitaciones
Luego leo el New York Times y en la primera página Steven Erlanger y David Herszenhorn revelan desconsolados que:
"la Unión Europea parece haber ido demasiado lejos en su apuesta ucraniana”.
Se empieza a admitir no solo la existencia de presiones desde el exterior, sino también que se ha exagerado.
Un alto funcionario europeo anónimo admite que Europa ha menospreciado la eventualidad de una irritación y de una reacción rusa. Dice:
“no hubo un verdadero consenso entre los estados miembros de la Unión Europea en cuanto al acuerdo con Ucrania. La cuestión fue afrontada como si lo único importante fuera lo que Ucrania habría tenido que hacer para firmar, mientras que lo que se tendría que haber dicho es lo que los europeos estaban dispuestos a hacer”.
Mejor tarde que nunca, surge decir, si no fuera que, en el medio, hubo un centenar de muertos (hasta ahora), un golpe de Estado y la llegada al poder de fuerzas armadas abiertamente nazis y ruso-fóbicas. Es suficiente como para sacar la conclusión de que en Bruselas y en otras capitales europeas, comenzando por Berlín y Varsovia, se sientan al poder completos irresponsables y necios aventureros.
Ya teníamos la sospecha, al ver cómo se está manejando la crisis de la Eurozona, pero ahora tenemos la preocupante certeza.
“La Unión Europea – continúa el prestigioso NYT – no cuenta con un consenso interno en lo que respecta a la política hacia Rusia, y se ha perdido el tren antes de medir el impacto de la economía rusa y de su presión sobre el indeciso Mr. Yanukovich".
¿Y ahora quién sacará de su billetera los 35.000 millones de dólares necesarios para evitar el colapso económico y financiero de la Ucrania post contra-revolucionaria?
La señora Ashton volvió a salir corriendo hacia Kiev: para alabar a Ucrania, pero inmediátamente después para invitarla a la “reconciliación y a la inclusión”. Armaron el desastre y ahora dicen: “Nosotros ofrecemos ayuda, pero no interferencia para el futuro”.
Ahora hay que explicárselo a la estudiante. La interferencia ya la hicieron, luego se verá. El caos ya lo crearon, en cuanto a la ayuda, por el momento no hay nada en el horizonte. Quizás – dice Olli Rehn – intervenga el Fondo Monetario Internacional. Pero lo hará “con sus reglas”. Que como sabemos son reglas de usureros. Seriá útil que los popes ucranianos fueran a ver de cerca lo que ocurre en Atenas.
Mientras tanto – dice la Ministra del Exterior europea – no se tiene que olvidar de “la importancia de los fuertes contactos entre Ucrania y Rusia y la importancia de mantenerlos”. Y el Primer Ministro polaco Donald Tusk, cuyos servicios secretos han dado una decisiva mano a los nazis de "Svoboda" y del "Pravij Sektor", ahora se vuelve hasta feroz:
“No se nos ocurre siquiera pensar en la idea de organizar una gran colecta para Ucrania, mientras que Ucrania sigue dilapidando su dinero para su Gobierno o para sus oligarcas corruptos”.
Donde se ve bien la arrogancia de los vencedores, a los que, obviamente, no les importa nada del así llamado “pueblo ucraniano”. Han ganado el match. El resto no importa nada.
La profundidad histórica de estos mayordomos les permite, como máximo, después de haber desayunado, establecer a dónde irán a cenar esta noche.
Extraído de: megachip.globalist.it