Netanyahu ha sido muy claro: el objetivo tiene que ser el de “detener a Teherán”, a toda costa; ningún Estado palestino, ni ahora, ni nunca; liquidar definitivamente a Bashar al-Assad. Tres cañonazos, los tres disparados contra Irán.
Sobre lo que obtuvo la ovación por parte del Senado norteamericano, ahora dominado por los neocon, que incluso han conquistado un sustancioso sector del Partido Democrático.
De esta manera a John Kerry no le quedó otra opción que tomar el volante en sus manos para pegar un volantazo: ahora se dialoga seriamente con Bashar al-Assad (porque no se puede negociar con Teherán y, al mismo tiempo, bombardear Damasco, pero Barack Obama ha llegado a reconocer esta obviedad solo cuando ha percibido la amenaza interna que pende sobre él).
Lo mismo ocurre en lo que respecta al Estado palestino. Y en lo que respecta a la negociación sobre el contencioso nuclear. La Casa Blanca ha dicho con claridad que los asentamientos de los colonos en Cisjordania son inadmisibles y, algo aún más significativo, ha dicho que la negociación “nuclear” con Teherán seguirá adelante con gran determinación.
Estas afirmaciones significan algo muy preciso: el Presidente norteamericano quiere consolidar la unión con Europa, es decir, con Alemania y Francia, precisamente en cuanto a estos puntos. Alemania (Angela Merkel) y Francia (François Hollande) que, no por casualidad, ya están siguiendo una línea claramente hostil en cuanto a un eventual rearme de Kiev. Exactamente lo contrario de lo que quieren los neocon, Polonia, las Repúblicas del Báltico y Gran Bretaña.
Si se procede con la línea de la abierta hostilidad hacia Rusia, los Estados Unidos corren el riesgo de perder contacto con sus más importantes partners europeos.
El nerviosismo que se vive en Berlín y en París, sobre todo después de la extraña caída del avión de Germanwings, ha acentuado las sospechas. E inmediatamente ha quedado en evidencia que el Presidente ucraniano Petro Poroshenko –que ahora se basa, aunque precariamente, en los consejos de Berlín– ha dejado de lado al hombre de Washington, Ihor Kolomoyskyi. Estas son todas señales que indican cómo el partido de la guerra en Ucrania está perdiendo popularidad en la Europa que importa. A la que cada vez le preocupa menos cuáles serán los futuros límites de estado de Ucrania.
Por lo tanto no solo Europa está dividida. También lo está Norteamérica. Y no solo sobre Medio Oriente, sino también sobre Ucrania.
Entonces Bashar al-Assad tiene razón cuando relaciona la crisis siria con la ucraniana: en ambos casos el objetivo de la coalición bélica es además el de debilitar a Rusia.
Y, obviamente, Rusia le tiende la mano a quienes, desde Europa y desde Estados Unidos, quieran dialogar. La comprobación tendrá lugar en Moscú, en el proceso de pacificación. Bashar al-Assad agradece.
Fuente:it.sputniknews.com
Extraído de:megachip.globalist.it