Jueves 18 Abril 2024

graviano2017El silencio del jefe de Brancaccio y la verdad que falta

Por Giorgio Bongiovanni - 24 de octubre del 2017

En los últimos días, en algunos periódicos y en la televisión ha repercutido la noticia de la "derrota" de Nino Di Matteo ante la "vía del silencio" elegida por el jefe Giuseppe Graviano quien, llamado a testificar en el proceso de la tratativa Estado-mafia, hizo uso de la facultad de no responder ante una inusual y masiva presencia de cámaras y periodistas. De ahí la ironía de algunos periódicos, que han vociferado por la falta de "espectáculo" que "echó a perder la fiesta". Todo ello acompañado del trabajo legítimo, pero no compartido, de los abogados defensores para dar diferentes interpretaciones a las conversaciones interceptadas en la cárcel entre Graviano y su compañero de la hora de aire Umberto Adinolfi. Solo en la audiencia anterior se dio una batalla, sin exclusión de golpes, en un intento de dar sentido a un pasaje en el que Graviano según la acusación decía "Berlusca" y según la defensa "bravissimo". Pero la prensa hegemónica olvida que más de una vez Graviano, en los diálogos interceptados con su "dama de compañía", habla de Silvio Berlusconi y de cómo el ex primer ministro le había "pedido esta cortesía": "Berlusca me pidió esta cortesía"... para esto había urgencia"; "El quería hacer pie... (en política, ndr) pero en ese momento estaban los viejos y me dijo que quería algo bueno"; "Berlusconi, cuando comenzó en la década del 70, lo hizo con los pies derechos", pero luego "tomó distancia y se convirtió en traidor". Estas son solo algunas de las referencias que Graviano confía a su interlocutor, diciendo que el ex ministro "cornudo" es culpable de hacerlo "morir en la cárcel" a pesar de que "sabe que yo no hablo".

Las intercepciones del jefe mafioso de Brancaccio, como ya se sabe, fueron obtenidas por el fiscal de la tratativa Estado-mafia. ¿Una farsa de proceso? ¿Fundamentado en cargos sin pruebas? De hecho, se puede decir que además de la gran cantidad de elementos corporales y testimonios, muchos de los cuales fueron adquiridos el año pasado, también se incluyen las palabras de dos de los jefes protagonistas de la estrategia asesina: Giuseppe Graviano y Totò Riina.

Marcadas como manifestaciones "delirantes" que no suponían ningún peligro para la seguridad de Di Matteo, a quien el "jefe de jefes" quiere muerto a toda costa, las palabras de Riina y Graviano ofrecen un nuevo aspecto de los años de las masacres y las razones que llevaron a hablar con el Estado al son de las bombas. Por no hablar de las declaraciones de los colaboradores de la justicia, de Antonino Giuffré a Vito Galatolo, de las declaraciones del arrepentido fallecido Salvatore Cancemi, quien, a pesar de no haber sido escuchado ante la Corte de Palermo, sigue siendo una especie de "testamento" de la dinámica interna de Cosa Nostra en esos años. Quien habla de ello es el propio Riina interceptado, refiriéndose a la masacre de Capaci: "Totò Cancemi dice que debemos inventar que la muerte de Falcone... ¿que tienes que inventar, le dije? El dijo ... inc ... le dije: si saben que la cosa ha terminado". ¿Por qué Cancemi, ex jefe de Porta Nuova y muy fiel a Riina, le propuso a su jefe "inventar" algo sobre el asesinato de Giovanni Falcone, de su esposa Francesca Morvillo y de los agentes de su escolta? ¿Era necesario proporcionar una versión "oficial" a la gente de Cosa Nostra para evitar que se descubran ciertos entretelones, tal vez sobre personas fuera de la mafia, en la dirección de las masacres?

Las insinuaciones del “periodismo de cuatro patas” –como diría Saverio Lodato- no afectan el alcance de las palabras de Riina y Graviano, quienes, confluyendo en el mosaico más amplio de elementos probatorios sobre la tratativa del Estado-mafia, dan lugar a implicaciones de contornos escalofriantes. Sobre los que se impone la necesidad de hacer luz.