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scarpinatorobertoPor Giorgio Bongiovanni y Lorenzo Baldo - 23 de mayo del 2017
"La eliminación no elimina los problemas, los perpetúa y los agrava, porque en el agua que se estanca se forma el veneno que corroe la psiquis del individuo y de la democracia de un país". Las palabras del actual fiscal general de Palermo, Roberto Scarpinato, pronunciadas hace unos años en la conferencia titulada "¿Qué mafia mató a Paolo Borsellino?" siguen siendo más relevantes que nunca.

Ese día Scarpinato había penetrado en el laberinto de lo que él mismo describió como "cerebro burgués y escopeta proletaria", apuntando a la inevitable connivencia de los "sistemas criminales" que tan bien conoce. Pero es en la parte final de su discurso cuando responde a las preguntas escritas en los carteles que llaman a la memoria "una historia antigua, pero siempre actual, que tuvo lugar hace unos dos mil años: la sentencia de muerte de Jesucristo". Los paralelos citados por el juez cautivaron a la audiencia. "Intentamos preguntar en estos días a algunos amigos quién fue el responsable de la muerte de Jesucristo. Algunos respondieron Caifás y los sacerdotes del Sanedrín, otros Poncio Pilatos y otros Judas. Todos olvidaron que el verdadero y último responsable de la muerte de Cristo fue el pueblo. "Pilatos -explicó con gran detalle Scarpinato- que en Pascua tenía la oportunidad de perdonar a un convicto, se vuelve al pueblo y le pide que elija entre el ladrón Barrabás y Jesucristo. El pueblo gritó al unísono: "crucifica a Cristo y salva a Barrabás". Los historiadores se han interrogado sobre este comportamiento de la gente y, por lo tanto, sobre la relación entre la justicia y la democracia. Sobre todo teniendo en cuenta que entre la gente había muchas personas que el día anterior habían alabado al Cristo cuando hizo milagros". "Algunos dijeron que los sacerdotes del Sanedrín le habían pagado a varios alborotadores ubicados entre las personas que tenían la tarea de orientar los estados de ánimo.

Otros dijeron que entre la multitud había también admiradores de Cristo que, sin embargo, tenían miedo por su integridad personal y a las represalias, y por eso apoyaron a los que votaron por Barrabás. Según otros, muchos votaron a favor de Barrabás en lugar de Cristo, porque la salvación de Cristo llevaría a la deslegitimación de los sacerdotes del Sanedrín que habían buscado la muerte forzando la mano de Pilatos, lo cual llevaría a una severa crisis política del Estado de Israel que favorecería al poder invasor romano". Rodeada por el marco del “Parco della Favorita” (Nota: parque de la ciudad de Palermo, ndt) la gente había escuchado en absoluto silencio la regresión histórica sobre los culpables de aquella sentencia de muerte. "Todavía otros dijeron que algunos votaron por Barrabás decepcionados porque el Cristo de los milagros se había revelado como un hombre impotente que podía ser burlado y le dieron la espalda. Otros, finalmente, argumentaron que algunas de las personas votaron por Barrabás porque, si bien era un ladrón, también era un líder popular que distribuía parte de los ingresos a las masas y por eso fue ganando consenso. Tal vez todas estas razones y otras más son ciertas. Una mezcla inextricable de razones de Estado, el poder romano, el interés de clase, los sacerdotes del Sanedrín, las pequeñas cobardías, el oportunismo individual, la ingenuidad, todo lo cual condenó a Cristo a la muerte".

Para Roberto Scarpinato se trataba, por lo tanto, de "una historia antigua pero eterna y paradigmática". "Cada uno de nosotros –siguió diciendo el magistrado- puede actualizar esta historia hasta nuestros días y darle un rostro y un nombre a los sacerdotes del Sanedrín, a Pilatos, a Judas, a muchos que en los últimos años han desaparecido, que eran solo espectadores o se fueron añadiendo al coro de "crucifícalo", a veces por simple oportunismo, a veces por cobardía o por cálculo político. Entonces, cuál es la respuesta a la pregunta hecha en la conferencia: "¿qué mafia mató a Paolo Borsellino?". Nos llevaría muy lejos, a lo profundo de nosotros mismos, adentro de nuestra historia y del mal oscuro de toda una sociedad. Porque detrás de los autores materiales están los jefes de Cosa Nostra, y luego están los instigadores enmascarados y detrás de ellos está el "gran juego" del poder que, hoy como ayer, no puede permitirse la verdad". "Detrás del gran juego del poder estamos nosotros -subrayó con fuerza Scarpinato- y la gente como nosotros, hoy como ayer, somos la mayoría de Barrabás. Tal vez alguien pueda pensar que es excesivo traer a la memoria la sentencia de muerte de Cristo y compararla con los acontecimientos de hoy en día, pero recordando a Paolo creo que se lo debemos. No sólo porque Paolo era un creyente, sino también por otra razón". Y fue en ese momento cuando las palabras de Roberto Scarpinato tocaron las cuerdas de un dolor nunca disminuido. "Después de la masacre de Capaci los ataúdes de Giovanni Falcone y Francesca Morvillo fueron exhibidos en el atrio del Palacio de Justicia. Un río de gente de todas las edades y de todos las extracciones sociales desfiló delante de ellos. Muchos estaban conmovidos y lloraban. Paolo, yo y otros magistrados antimafia estábamos desalentados, algunos pensábamos dejar todo. En un momento dado, Paolo, viendo nuestro estado de ánimo, dijo: "¡Muchachos, les hablo como un padre, como un hermano mayor, tengo el deber de decirles que no podemos engañarnos a nosotros mismos, si abandonamos, el futuro de algunos de nosotros que va a ser éste!". Y con una mano señaló los ataúdes de Giovanni Falcone y Francesca Morvillo. Luego añadió: "Yo me quedo sólo por ellos" y con una mano apuntó a la multitud. Luego dijo: ‘No puedo dejarlos solos!’".

El recuerdo de Roberto Scarpinato se diluyó intensamente bajo un cielo que parecía pintado. "El 19 de julio, cuando en Via d'Amelio vi el cuerpo de Paolo aquellas palabras me perseguían. El hombre había elegido morir por Amor, porque estaba enamorado del destino de los demás. Había mucho más que el sentido del deber del que se habla en la retórica oficial, había algo grande que se llamaba Amor". La voz del magistrado había volado sobre los tejados de una ciudad adormecida y se había convertido en una oración secular que apuntaba al centro de la indiferencia cómplice de la metrópolis. "No traicionemos este acto de Amor y correspondamos permaneciendo siempre en nuestro lugar. ¡No nos rindamos! No importa lo sucedido o lo que debería suceder. No volvamos a caer en la tentación, por interés, por cobardía o por cansancio, de sumarnos a la mayoría de Barrabás".


*Extracto del libro “Lós ultimos dìas de Paolo Borsellino” de Giorgio Bongiovanni-Lorenzo Baldo. Foto de Palermo 1998. El juez Roberto Scarpinato con su escolta.Foto de Letizia Battaglia