Pero fueron los tambores el centro de la escena, que hicieron vibrar a las más de 500 personas que se concentraron en la Explanada de la Rambla Sur a la altura de la calle Jackson, a escasos metros de la Embajada de los Estados Unidos. En ese punto durante toda la tarde circularon cientos de personas, que se detenían a observar el espectáculo, la congregación de sonidos y también de colores que se desprendían de las banderas y de las representaciones artísticas, que recordaban las realidades de otras geografías, como la de Haití y la de Palestina.

Pero el reclamo no se centró solamente en la violencia racial, también fue un espacio donde las comunidades charrúas y la colectividad afrodescendiente expresaron parte de su cultura, el ritmo de sus tradiciones, el fuego de su herencia. Fue un espacio donde se reclamo la necesidad de visibilizar las comunidades golpeadas y las etnias martirizadas por el Sistema. Estas comunidades llevan, en esta América Latina, más de 500 años de abusos, de torturas, de tormentos, de invasión territorial y cultural.

Con mucho esfuerzo, valentía y coraje estos representantes logran retener la memoria de su historia siempre presente. Y este reclamo constante debe ser abrazado por todos, porque debemos intentar aprender, entender y comprender que no hay mayor riqueza que la diversidad cultural. Debemos poder compartir nuestros saberes, historias y verdades en un clima de fraternidad, de respeto y de gratitud.

Gritando por existir 2

Durante la jornada, el Movimiento Cultural Our Voice realizó una intervención artística en la calle, donde una silueta sobre el asfalto rompía la dinámica de un domingo cualquiera. Recordando que los tambores, aunque alegres, no son por una fiesta sino por una tragedia.

Pero sería injusto decir que George Floyd murió solo por ser negro. Floyd fue asesinado por un sistema que gasta más dinero en armas, en ciencia y tecnología bélica y represiva que en educación, en salud o en cultura. George Floyd que ahora yace en el piso, no es solo negro, también es marrón y muere en Palestina. También es amarillo y murió en Vietnam. También es guaraní y muere en Asunción. También es una negra que muere en Rio de Janeiro. También es un charrúa que murió en Salsipuedes. Esta no es la muerte de un color u otro, esta es la muerte de la diversidad.

"Convocamos a trabajar por la hermandad de todas las personas y la lucha contra todas las formas de discriminación e injusticia, por razones de raza, género, identidad y orientación sexual, origen migrante y las que afectan a las poblaciones indígenas invisibilizadas, víctimas del genocidio como la Nación Charrúa", sintetizaron los oradores durante la lectura de la proclama.

Para cerrar el día, los amigos del Conacha, entre los que estaban integrantes de las comunidades Choñik, Bascuadé Inchalá y Jaguar Berá, nos deleitaron con algunas canciones, al compás de quenas y tambores.

Canciones que resisten. Gritando por respirar. Gritando para romper el silencio. Gritando por existir.

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*Fotos de: Alina Leal, de Our Voice