Martes 23 Abril 2024

La calma de la ciudad de Santiago se quebró abruptamente desde las primeras horas de la madrugada del 5 de setiembre. La vida ciudadana se dividió en dos: los unos convergiendo a los puntos ya elegidos para a protesta nacional; los otros viviendo su rutina habitual. Y todo eso ocurre porque el pueblo chileno se encuentra dividido, como en los años setenta; como el día 11 de setiembre, cuando el fascismo asestó un duro golpe a la democracia, causando la muerte de Salvador Allende y de miles y miles de chilenos.

Los chilenos que vivieron la protesta nacional lo hacen a conciencia. A conciencia de que la dignidad humana, día a día está siendo pisoteada en Chile, en todo su territorio. A conciencia de que las libertades están siendo pisoteadas y la calidad de vida de los chilenos se desliza por un tobogán, hasta dejar a la sociedad sumergida en el más profundo descontento y la más indescriptible desazón. El tobogán del neoliberalismo más descarnado, y más cruel, haciendo estragos. Pero estragos de verdad.

Partiendo de esa premisa, el pueblo chileno que no conoce de sueldos altos, de lujos, ni de las bondades del capitalismo (en poder de quienes siguen apoyando ideologías fascistas, siempre con el soporte de los modelos económicos de los sectores más rancios de la sociedad chilena) salió a las calles para hacerle saber (para gritarle a la cara) a Sebastián Piñera, que hay enormes sectores sociales que están descontentos, con su administración, con su arrogancia gubernamental marcada por el saqueo y el autoritarismo, en clara y visible reminiscencia de los días de Pinochet.

Los movimientos sociales, los trabajadores y los estudiantes de las tres ramas de la enseñanza se adueñaron de las avenidas y plazas más emblemáticas de la capital chilena; los centros neurálgicos de la gran metrópoli trasandina. La gran metrópoli que fue literalmente infestada de fuerzas represivas, como era de esperar.

No había tramo de la Alameda y del área céntrica de la ciudad, que no estuviese saturada por carabineros de los grupos de choque y de carros de asalto blindados, y de carros lanza aguas. Y el hecho de que las fuerzas represivas hayan estado diseminadas por las calles de Santiago, no fue obstáculo, para que los manifestantes se enfrentaran con los represores. Prácticamente cuerpo a cuerpo. Represores que no tenían contemplaciones a la hora de dar golpes, a la hora de gasear y a la hora de atentar contra seres humanos (pueblo, en definitiva) indefensos que no hacían otra cosa que protestar: protestar porque sus reivindicaciones son justas, son razonables, son coherentes. Una protesta que se realizó para gritarle al poder que el pueblo ya está cansado; que ya está hartó. Una protesta sin armas. Una protesta pacífica. Una protesta en democracia. Para reafirmar la democracia. Esa democracia que este día 5 de setiembre fue víctima de un atentado. Una vez más. Una vez más violentada por el terrorismo de Estado, instalado a sus anchas, en una democracia que no es democracia, porque verdaderamente es una dictadura. Una dictadura encubierta: vivita y coleando.

Y en medio de esta dictadura, los jóvenes y los trabajadores se manifestaron unidos. Y hombres y mujeres no se amilanaron.

¿Las fuerzas estatales reprimieron? Sí. Pero también los represores sintieron que el pueblo ya está harto de desmanes. Especialmente el pueblo que no está condicionado por el miedo o por las mieles del sistema. Ese pueblo salió a las calles y fue combativo.

En ese contexto, este redactor de Antimafia Dos Mil (junto a los redactores de Chile Claudio Rojas y María Cecilia Bartholín) y tres jóvenes de Our Voice (Matias Gufanti, Diego Grachot y Leandro Gómez) participamos de la movilización y además cumplimos con la tarea de informar, a nuestros lectores y a las redes sociales que interactúan con Our Voice. Pero también, como otros colegas de los medios de prensa locales e internacionales, fuimos reprimidos. Y en los tensos episodios, donde los chorros de agua arremetían contra los manifestantes, sufriendo además los efectos de los gases, el reportero gráfico de Our Voice, Leandro Gómez, logró elocuente imágenes de la represión de la cual fueron objeto principalmente estudiantes. Estudiantes, que valientemente encaraban a los carabineros que palo y gas pimienta en mano, los reprimían o los detenían en algunos casos. Fuimos testigos de mucho coraje juvenil; fuimos testigos de mucha violencia estatal.

Fuimos testigos de una digna (y valerosa) protesta nacional, dirigida a quienes en el hermano país siguen saqueando la libertad, los derechos humanos y los derechos civiles, porque los poderosos de La Moneda siguen agazapados al nefasto pasado del dictador Augusto Pinochet, un asesino y un genocida, que tiene adeptos, lacayos, sirvientes, esbirros.

Fuimos testigos de una digna (y valerosa) protesta nacional, porque ya se están viviendo en Chile cruciales horas de lucha por las libertades de los hombres. Porque, como lo dijo Salvador Allende “más tarde o más temprano se abrirán las puertas de las grandes alamedas para que pase el hombre nuevo”.

Y porque los jóvenes y los trabajadores reprimidos, golpeados, gaseados y detenidos, en esta masiva protesta nacional, ejemplar por donde se la mire, están haciendo camino para que esto ocurra.

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*Video exclusivo de Our Voice- Edición Nicolás Pereiro

*Fotos de Our Voice, de Leandro Gómez