Esta convocatoria fue el cierre de un ciclo de charlas que intentaron traer la memoria reciente a este 2019. Un año particularmente especial. Por un lado estamos en un año electoral, y por otro lado los recientes sucesos dentro de las Fuerzas Armadas, donde se destacaron las declaraciones de Gavazzo. Y el posterior revuelo en filas del Gobierno, presidido por el Dr. Tabaré Vázquez. Sucesos que para mi entender han puesto de manifiesto que en materia de justicia, en relación a los desaparecidos en dictadura, se ha conquistado muy poco.

Es muy importante cuando hablamos de memoria, recordar, como lo decía al principio, que el golpe de Estado del 27 de junio de 1973 que después llevó a que viviéramos 11 años en una noche larga y oscura, fue un golpe cívico militar. Quiere decir que los militares no fueron ellos solos, que de un momento a otro tomaron la decisión de gobernar por la fuerza. El rostro visible fue en su momento el del presidente Juan María Bordaberry. Pero, ¿él estaba solo? ¿Cuántos civiles más estaban detrás, y cuántos civiles políticos y no políticos se beneficiaron con la dictadura incluso en el posterior advenimiento de la democracia?

Son buenas interrogantes para hacer un análisis, mirando hacia atrás. Preguntas que nos pueden ayudar a reconstruir la memoria. Sobre todo en estos momentos en que muchos de los políticos salen a pedir nuestros votos. Este tema tan sensible aún hoy, ¿está en la agenda de los candidatos?

Volviendo a la noche del pasado miércoles 29 de mayo en la Fundación Mario Benedetti, tres mujeres, tres feministas, pero sobre todo tres valientes luchadoras, que han escrito y siguen escribiendo la historia. Esta historia que parece invisible, una historia que es necesaria y hasta imprescindible que sea contada por ellas: Ivonne Klingler, Graciela Sapriza y Helena Fonseca.

Puntualmente me voy a detener en el testimonio de Ivonne Klingler, que en su relato como una mujer que fuera detenida y posteriormente desaparecida, nos golpea en lo más profundo de nuestro interior y nos deja pensando. Si es que no estamos viviendo en un país donde la injusticia aún galopa y convive en medio de todos nosotros.

Ivonne nos cuenta que participó de la huelga general de 15 días, cuando ocurrió el golpe de Estado. Ella recuerda cómo desde la Facultad de Medicina, donde estudiaba, se podía ver el Palacio Legislativo con todas sus ventanas abiertas y los tanques dando vueltas en aquellas desoladas calles. Un paisaje que había transformado a la ciudad de Montevideo en un color gris, casi negro. Nadie se imaginaba que después se transformaría en un país oscuro y aterrador.

Después de que fuera desalojado su centro de estudios, le tomaron los datos, y al poco tiempo fue requerida. Desde ese momento pasó a vivir en la clandestinidad, donde la militancia se hizo bandera, una bandera muy difícil de cargar.

Es un día de enero del año 1982, en el último tramo de la dictadura, cuando la detienen. Le piden sus documentos, le ponen la bota en la cabeza, la encapuchan y a partir de ese momento la desaparecen.

El lugar donde la recluyen es en La Tablada. En ese centro permanece varios meses, donde convivió con la tortura y la incertidumbre de no saber si saldría con vida de aquel terrible infierno.

Un dato importante que Ivonne nos transmitió, es que el principal elemento de amenaza no era el revólver, ni tampoco la posibilidad de la tortura o la muerte. No. La principal arma era la amenaza casi constante de violación. La amenaza era esta. Los militares le decían, la violación no de una, sino de la tropa.

Por lo tanto podemos deducir que las mujeres recibían tortura psicológica y física por los distintos medios; la picana, el submarino, etc. Y la peor de las torturas, la violación. Todos estos elementos capaces de destruir para siempre a un ser humano.

Más adelante en su relato, nos cuenta que recién en el 2011 unas 60 mujeres presentan una denuncia. Ellas se reunían desde el 2009 para realizar un trabajo que se llama “Memorias para armar”, un trabajo de reconstrucción de la memoria. Y es a partir de esa instancia que tomaron la decisión de presentar una denuncia ante la Suprema Corte de Justicia. Denunciaron a unas 100 personas entre militares y civiles, que de alguna manera u otra tuvieron que ver con los secuestros y la tortura. De esos 100 denunciados por causa de la denuncia que ellas presentaron, una sola persona fue procesada.

Luego, ante una pregunta de cómo se sienten hoy en día con la poca respuesta del sistema político, pero sobre todo la falta de respuesta a nivel de la Suprema Corte de Justicia y de la Justicia en general, Ivonne nos dice con firmeza y una mirada profunda, casi de rabia, como queriendo liberar la palabra: “Yo soy una mujer que estoy en conflicto conmigo misma. No me perdono algunas cosas hoy. Por un lado estoy satisfecha, estoy orgullosa del trabajo que han hecho muchas mujeres. Durante el último periodo de la dictadura cayeron muchas mujeres. Se calcula que más de 1.000 estuvieron procesadas. Después muchas más, sobre todo del interior profundo. Fueron abusadas, fueron torturadas, y después las dejaban en las esquinas”.

Más adelante nos dice que “la Justicia cuando demora, no es justicia”, y agrega: “Pasaron años, murieron varias compañeras denunciantes del grupo nuestro. Y mueren los denunciados también, mueren en las mejores condiciones. De los 100 que denunciamos nosotras, hubo una sola persona, Asencio Lucero, un capitán del 9º de Caballería, que quedó detenido, porque reconoció frente a la jueza, que en el 9º de Caballería, desmintiéndonos a nosotras, que el submarino se hacía con agua limpia y no con agua sucia. Y que la picana se hacía en las piernas y no en los genitales”. Y continúa diciendo que “a pesar de eso, fue procesado solo por las reiteradas privaciones ilegítimas de la libertad”.

Podemos ver que se desprende del testimonio de Ivonne que al único procesado no se le imputó ni violación ni tortura, lo cual reafirma la liviandad de la sentencia.

Ella misma nos dice que dentro de la Suprema Corte de Justicia hay solo una jueza que reconoce que las denuncias presentadas por este grupo de mujeres en el 2011 “son por delitos de lesa humanidad”. Los otros cuatro integrantes no lo reconocen.

Ivonne redondea su relato exhortando a los que estábamos presentes, pero sobre todo a los jóvenes: “El tema es el futuro. ¿Qué país entregamos a los jóvenes? Un país lleno de mentiras, de impunidad total, donde la mayoría de los que denunciamos caminan entre nosotros y están por las calles”.

Nos quedamos con esta última reflexión, y reflexionamos en voz alta. Cuando las verdades atroces de lo que ha sucedido en el pasado reciente llegan a nuestros oídos. ¿Es posible seguir haciendo silencio? ¿Hasta cuándo dejaremos que nos gobierne la mentira?

Hoy podemos ver una luz al final del camino. No dejemos que la verdad se apague. Si hay que denunciar, denunciemos. Hagámoslo por nuestros jóvenes, que son el presente, y por las futuras generaciones.

------------ 

*Fotos de Our Voice