Sábado 20 Abril 2024

Es innegable para nuestra historia, que además de la desaparición de seres humanos, la tortura fue el método para sembrar el terror en las cárceles, y fuera de ellas. La prohibición de palabras, la clasificación de los ciudadanos en categorías, los métodos de enseñanza impuestos, los autores prohibidos. Todas eran formas para dominar a todo un pueblo, no a una “guerrilla”, sino a un pueblo, que no estaba levantado en armas, sino que estaba levantando su voz para reclamar a sus gobernantes la construcción de una sociedad más justa.

El pueblo quería las misiones pedagógicas, creía en el intercambio entre los universitarios y los obreros, entre el obrero y el campesino. La solidaridad, la palabra entre la gente tenía valor, tenía peso. Muchos maestros y profesores enseñaban que se podía criticar o cuestionar lo establecido, que no había que aceptar todo lo impuesto, sólo porque viniera de una autoridad o de un gobernante. Los trabajadores luchaban por sus derechos laborales y sus salarios, pues en definitiva estos tienen mucho peso, para construir vidas dignas, hijos que puedan educarse, soñar, manifestar sus talentos innatos, y de esa manera mover la rueda de la evolución de la sociedad para construir una siempre mejor, que nos haga más empáticos con nuestros semejantes, y más felices.

Esta es una verdad que un día deberá formar parte de la historia. No podemos admitir que militares o civiles nos digan que estaban en guerra. ¿Qué guerra? ¿Cuál guerra? En Uruguay, el movimiento tupamaro estaba totalmente reducido al año 73, y sus principales dirigentes estaban ya presos.

Prueba de ello es que la resistencia a la dictadura la hizo el pueblo desarmado, en la huelga general de más de quince días, paralizando el país. Y esta manifestación del pueblo, que debería haberse interpretado como “la presencia soberana” de la que hablaba Artigas (ya que tantos honores se le rinden aún hoy por hoy desde las fuerzas gubernamentales y militares) fue aplastada con toda la fuerza de la represión militar y una serie interminable de persecuciones y represiones, torturas y violaciones.

Falta esta verdad en nuestra historia. Faltan muchas verdades, para poder reconstruir una sociedad sin miedos, con libertad verdadera, con capacidad para autoconstruirse.

Muchos militares fueron los instrumentos para toda esta siembra de terror.

¿Pero fueron los ideólogos?¿Son los únicos responsables? Si es así, ¿porqué con cuarenta años de democracia no podemos todavía responder a todas las madres y padres, que marchan cada 20 de mayo, dónde están sus hijos? Si reconocemos la importancia de la justicia ¿cómo puede la Suprema Corte de Justica, en el año 2013, ordenar el traslado de la jueza Mariana Mota, cuando había pedido el procesamiento de varios militares asociados a violaciones de derechos humanos? (como si ella hubiese estado investigando algo secundario). ¿Por qué se roban documentos pertenecientes al Grupo de Investigación en Arqueología Forense de la UDELAR y se amenaza a sus integrantes, y no se escucha una noticia más al respecto, como si se tratase de un episodio banal? ¿Porqué un gobierno de izquierda, con mayoría parlamentaria, no se atreve a derogar una ley que cobija a quienes pueden llevarnos a conocer realmente toda la verdad, y señalar a los responsables, y no ya como una venganza, sino para que no representen un peligro futuro, para que esta triste historia no vuelva a repetirse NUNCA MÁS?.

Sólo entonces, cuando escribamos la historia verdadera, dejaremos de marchar y la memoria será enseñada en los hogares, en las escuelas y liceos, y en las universidades, para transmitir esos valores, los de esos jóvenes sindicalistas, maestros, obreros, estudiantes, que dieron su vida.

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*Foto de Portada: gentileza de www.laizquierdadiario.com