Viernes 19 Abril 2024

Un Uruguay en el que en las últimas horas salieron a la luz pública las actas de un Tribunal de Honor, ante el cual , recientemente,  declaró el Coronel retirado Nino Gavazo (que ya se encuentra preso desde algunos años) oportunidad en la que admitió, que en el año 1973 (él personalmente) fue autor de la desaparición del cuerpo del joven militante izquierdista (de la  Federación de Estudiantes Universitarios) Roberto Gomensoro (cuerpo que arrojó a las aguas del Río Negro, en la zona del Lago Rincón del Bonete, previa una sesión de tortura en un galpón del Batallón de Artillería 1, en el interior del país.

Pero la otra faceta  criminal de esta verdad de hace 46 años, no ha sido exclusivamente saber el nombre y el apellido de quien arrojó (configurando un delito de lesa humanidad) el cuerpo de Gomensoro a las aguas, sino ver, cómo hoy, el estremecedor relato del militar a sus pares del Tribunal de Honor, hizo que sus integrantes , tras el relato en cuestión, resolvieran que no había motivos para condenar militarmente a Gavazzo, ni siquiera por los 28 homicidios por los cuales ya había sido  sentenciado por la Justicia Penal. Pero lo más oprobioso e insultante para la inteligencia humana ( y para la democracia)  fue, que además,  a sabiendas de que Gavazzo fue el único responsable de la desaparición del cuerpo del militante estudiantil, el Tribunal de Honor consideró que el ex militar no había afectado el honor del Ejército, aunque sí, que  “incurrió en una falta gravísima”  por no haberle dicho oportunamente a la Justicia Penal que el Coronel Juan Carlos Gómez era inocente del homicidio de Gomensoro, razón por la cual estuvo preso tres años y medio, por decisión de la Justicia. (¿Pero de todas formas nos preguntamos si fue realmente inocente?¿  Y nos preguntamos si no habrá sido cómplice de Gavazzo?)

El  militar retirado Nino Gavazo no mereció la condena del Tribunal de Honor integrado por tres Generales: Gustavo Fajardo, Alfredo Erramún y el hoy Comandante del Ejército José González; ni del Tribunal de Alzada (compuesto por tres generales más); ni del ex Comandante del Ejército Guido Manini Ríos, quien integró el grupo de oficiales de alto rango para tomar declaración a Gavazzo. En consecuencia, y pese a que ya fuera responsable por la Justicia civil,  de 28 homicidios, y además, tras las  impactantes declaraciones  a los tribunales integrado por siete Generales, por la desaparición del cadáver de una persona (Roberto Gomensoro) privada de su libertad (que  además fue brutalmente torturada hasta llegar al extremo de la castración), el Tribunal de Honor únicamente  le aplicó a Gavazzo una falta consistente: en el hecho de que no podrá usar más el uniforme militar.

La investigación periodística, para sacar a la luz pública los pormenores de las actuaciones del Tribunal de Honor, fue realizada por el colega Leonardo Haberkorn,  del diario matutino El Observador y  la misma causó impacto en la sociedad uruguaya (y tuvo su efecto mediático)

 Pero además, entre quienes tenemos como mínimo un poco de ética y de sensibilidad humana (repito, si acaso un poco) nos ha generada una indignación mayúscula. Y un repudio indiscutible, porque ha  sido una resolución insultante., bochornosa, ridícula e inmoral.

Pero además de declarar Gavazzo lo hizo también otro militar: Jorge “Pajarito” Silveira. Y ambos dieron testimonios  plagados de horrores.

Historiando el caso debemos señalar que Roberto Gomensoro fue detenido el día  12 de marzo de 1973 y seis días después su cadáver apareció flotando en aguas del río Negro, pero oportunamente no pudo ser identificado. Gomensoro nació el 20 de enero de 1949, y era estudiante y docente de la cátedra de Microbiología de la Facultad de Agronomía, dirigente de la FEUU y militante del Movimiento 26 de Marzo (de ahí que los militares establecieron en aquel momento que Gomensoro integraba el brazo armado del MLN-Tupamaros). Cuando fue detenido, por agentes  vestidos de particular, que se identificaron como  funcionarios de las Fuerzas Conjuntas, tenía  24 años. Fue ascendido a un vehículo militar conocido por aquellos días como “camello” que estaba custodiado por un jeep militar.

Su cuerpo fue encontrado el 18 de marzo en las aguas del lago de Rincón del Bonete, por el propietario de un campo lindero al Batallón de Ingenieros  3, de Paso de los Toros. El cadáver presentaba ataduras en manos con alambres gruesos, literalmente envuelto por una malla de alambre nuevo, asegurado con tres pesadas piedras (seguramente adosadas a su cuerpo para evitar que el mismo emergiera a la superficie). Trascendió además que  el cuerpo presentaba mutilaciones a nivel de genitales, lo que hizo suponer (de acuerdo a algunos testigos del momento en que estuvo detenido) que Gomensoro habría muerto desangrado en medio de una brutal sesión de tortura.

Hay un detalle muy importante respecto al caso: el cuerpo de Gomensoro sufrió una segunda desaparición en diciembre del año 2000, en oportunidad que un equipo de investigadores de SERPAJ (Servicio de Paz y Justicia) localizó su tumba, solicitándose su exhumación al entonces Intendente Heber Da Rosa del Partido  Nacional. Obviamente alguien removió el cuerpo del joven militante, lográndose su identificación  por una prueba de ADN, en virtud de que el forense Dr. Emilio Laca se llevó (por iniciativa propia) el cráneo del cuerpo cuya autopsia realizó en el años 1973.

Según el expediente del Tribunal de Honor al que tuvo acceso el matutino El Observador, Gavazzo confesó que luego de ser detenido Gomensoro él personalmente dio la orden de no interrogarlo y de que permaneciera esposado a una silla, pero según su versión, allí lo halló muerto horas después. Según Gavazzo , el Comandante de la División del Ejército 1, el General Esteban Cristi fue quien ordenó desaparecer el cuerpo y fue él quien llevó adelante esa orden.

“Yo lo  cargué al vehículo, yo  manejé  (…) lo llevé al lugar, lo bajé, lo puse en un bote y lo tiré del bote. Yo solo”  fue la declaración de Gavazzo. Declaración que se contradice con la versión de muerte del militar Jorge Silveira, quien dijo que Gavazzo fue el responsable de torturar a Gomensoro hasta la muerte.

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Como  dato complementario,  El Observador consigna que en el año 2002 se confirmó que el cuerpo hallado en 1973 en las aguas del río Negro era de Gomensoro. Cuando en el año 2010 la Justicia, luego de varias actuaciones, procesó a Gavazzo y a su par Coronel Juan Carlos Gómez, por la muerte de Gomensoro, la  versión de la muerte no fue desmentida ante  el Juez razón por la cual Gómez permaneció preso  un prolongado tiempo, perjudicado por la “omertá” de Gavazzo.

Oportunamente, sobre la  inocencia de Gòmez se habían pronunciado el Ministro de Defensa Eleuterio Fernández Huidobro y el ex secretario de Presidencia de Vázquez, Gonzalo Fernández.

Oportunamente, en el curso de la investigación  se incursionó en la muerte de otra persona:  el militante tupamaro Eduardo Pérez Silveira  y en las declaraciones de los ex militares sobre el “segundo  vuelo”, conocido como  el traslado clandestino de uruguayos  desde Argentina al Uruguay.

Se pudo saber que Gavazzo desmintió la existencia de ese “segundo vuelo” ante el Tribunal y Silveira reconoció que conocía del procedimiento pero aseguró que no participó, acusando a Gavazzo de ser responsable de las operaciones en Buenos Aires y de tener algo que ver con la muerte de María Claudia García de Gelman (nuera del poeta Juan Gelman). Se pudo saber además que las contradicciones de las declaraciones de los ex militares visibilizaron la pésima relación humana y profesional entre ambos oficiales.

En el marco de esta investigación (por parte del Tribunal de Honor militar) trascendió que por una cuestión de cuidado (o de preservar el prestigio del Ejército uruguayo) Gavazzo guardó silencio del fallecimiento de Gomensoro: la idea era no aceptar que dentro de un establecimiento militar se hubiese producido el deceso de una persona ajena a la Unidad.

Jorge “Pajarito” Silveira aseguró a los Generales del Tribunal de Honor  Militar que sabía que a Gavazzo se le había muerto una persona y que él se llevó el cuerpo de Gomensoro a la ciudad de Paso de los Toros (obviamente con fines de desaparecerlo)

Tal el dantesco panorama respecto a uno de los dos centenares de detenidos desaparecidos  de los días previos al inicio de la dictadura militar en el Uruguay de fecha 27 de junio de 1973. Tal el panorama respecto a uno de los represores de esa etapa nefasta de nuestra historia.

capitan3Una etapa que debería generar vergüenzas y no enorgullecimientos  en los integrantes de las filas militares y en algunos integrantes del sistema político. Una etapa que no podemos ignorar, por más que muchos políticos (que no pocas veces han llorado –y siguen llorando- lagrimas de cocodrilo) adolecen de la inescrupulosidad de buscar por todos los caminos posibles dar vuelta la página: con el debe de dos centenares de desaparecidos (enterrados en predios militares) y con el debe de militares impunes caminando por nuestras calles; y con el debe de militares favorecidos por la cultura de la impunidad.

Una etapa de violencia, terror y muerte  que con los años generó  otra no menos dolorosa etapa: la de la impunidad, descarada y cruel.

Una etapa en la que todavía hay militares (y el ex Comandante del Ejército Guido Manini Ríos es uno de ellos, el más emblemático de esa corriente, entre otros) que hablan de venganzas en los juicios  por violación a los DDHH y por cometerse delitos de lesa humanidad (imprescriptibles). Una etapa en la que políticos como Jorge Larrañaga y Verónica Alonso (del Partido Nacional) del ala más derechista, insisten descaradamente en promover una campaña para que los militares tengan un papel importante en la vida nacional, como integrantes de una Guardia Nacional, que podría ser creada tras una consulta popular para cambiar artículos de la Constitución de la República. Una etapa en la que (y esto es lo más reprochable) la voluntad política de tres gobiernos de la coalición de izquierdas (Frente Amplio)  no fue suficiente para dar justicia a las Madres y Familiares de los Detenidos Desaparecidos en el Uruguay; y para poder mirarlos con la frente en alto a sus integrantes. Una etapa en la que la labor de búsqueda de los enterramientos en predios militares y de la justicia fue burdamente obstaculizada desde las entrañas mismas del sistema político (frenteamplista, mal que nos pese y que les pese a muchos) con el saldo magro de cadáveres hallados: solo cuatro en 15 años. Tres períodos de gobierno subdivididos en las presidencias de Tabaré Vázquez y José Mujica. Tres períodos en los cuales se hicieron estragos y no reales avances en materia de investigaciones para castigar a los autores de violaciones de Derechos Humanos en el Uruguay. Tres períodos: en los cuales una jueza (Mariana Motta)  que venía accionando frontalmente en ese sentido fue literalmente apartada (burdamente) por el Poder Judicial y por el Poder Político (aunque lo nieguen desde tiendas frenteamplistas);  en los cuales un ex guerrillero (Eleuterio Fernández Huidobro) siendo Ministro  de Defensa se transformó en uno de los principales escollos para la Justicia y la Verdad, solo por el hecho de alinearse con los militares, con la misma intensidad que se habría alineado un dictador o un represor: sorprendente, pero cierto.

La cultura de la impunidad reina en el Uruguay. Y lo más repudiable es que la misma es impulsada en ciertas y descaradas ocasiones desde las filas de la izquierda a través de personajes emblemáticos, siendo uno de ellos, por ejemplo, José Mujica, cuya imagen de populista no fue más (ni es más) que un marketing político que a lo largo de sus años de Presidente y de legislador, no hicieron otra que defraudar y desilusionar a muchos, pero a muchos frenteamplistas ,y hombres y mujeres, que en los años de la lucha del MLN Tupamaros, combatieron con él  y lo siguieron.

La cultura de la impunidad está tan vigente en el Uruguay, que todavía cada 20 de mayo se desfila por la Avenida 18 de julio en silencio,  llevándose un cartel que habla de la responsabilidad del Estado, precisamente de la impunidad imperante.

Hoy, esa impunidad se hace en extremo visible, porque los militares siguen siendo sus protagonistas; sus portavoces: y los que, de puros desvergonzados, se atreven a cuestionar a los jueces que castigaron a sus colegas (como lo hiciera en vida el ex tupamaro Fernández Huidobro, desde su reducto en el Ministerio de Defensa, cargando e ironizando –insensible al máximo- contra jueces, fiscales, madres y familiares de desaparecidos y organismos defensores de los derechos humanos).

Hoy, se viven días de Tribunales de Honor Militares que no condenan a sus pares, considerando  que haber detenido a una persona, haberla torturado brutalmente, conspirar para que ese crimen quede impune y finalmente hacer desaparecer el cuerpo de la víctimas, no es nada más que un acto grave y que no deshora ni constituye daño moral al Ejército.

En aquellos días del terror los militares y los policías (y los civiles –muchos de ellos políticos que hoy son figuras “honorables y emblemáticas” de los partidos tradicionales que comulgaban con ellos el autoritarismo y las mieles de la dictadura) operaban dentro de la impunidad. Hoy, la preservan, la estimulan y la accionan desde las sombras.

Hoy, desde las sombras se habla de una democracia radiante (y los militares se quieren mimetizar con ellos, libres de culpa).

Pero, hoy, pensamos que esa democracia no es tal (y que los militares, pecan de traidores a su pueblo y al uniforme que visten): porque insisten en su inocencia morbosa, patética y lacerante, por supuesto confortados por los civiles que los protegieron desde siempre (como hoy)

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*Foto de Portada: www.180.com.uy /Nino  Gavazzo en una instancia judicial de hace años.

*Foto 2 : www.subrayado.com/ Nino Gavazzo y Jorge “Pajarito” Silveira.

*Foto 3: www.elpolvorin.com   / Roberto Gomensoro.