Jueves 18 Abril 2024

Los primeros datos extra oficiales relacionados con la captura de Sofia se orientan en destacar que fueron muchas personas, desde sus diferentes puestos de trabajo, bien sea como operadores de la Fiscalía, o de la Justicia o de la Policía, las que intervinieron bajo diferentes modalidades para concretar la captura del represor uruguayo, que estaba literalmente prófugo desde hace una década.

En este sentido  debemos consignar que Miguel Sofía, en los años 60 y 70,  formaba parte de los escuadrones de la muerte, denominación que sugería sin temor a equivocación alguna a verdaderos comandos caza Tupamaros (o grupos tristemente clasificados como de Defensa Armada Nacionalista) que operaban macabramente  en el Uruguay. Comandos salidos y creados de las entrañas mismas de la extrema derecha uruguaya. Comandos integrados por personal policial y militar en muchos casos, o por personas que tenían (por motivos ideológicos, aunque no siempre) vínculos con ellos, aun siendo civiles. Comandos criminales, en definitiva.  

Básicamente estos comandos, operaban como otros grupos  en Buenos Aires y en el resto de la Argentina, en tiempos de dictadura militar. Grupos de tareas, como se decían en esos tiempos. Grupos de tareas con base en la Esma o en otras dependencias policiales, o en centros clandestinos de detención instalados en el cono bonaerense y en la provincia de Buenos Aires.

En Montevideo, en los años del terrorismo de Estado –y ya desde antes del 27 de junio de 1973, momento en que “oficialmente” se instala la dictadura militar-  los escuadrones de la muerte eran claramente la contra insurgencia operativa en todo el territorio nacional, siendo su principal cometido reprimir a los integrantes del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros.

Sus integrantes no hacían otra cosa que secuestrar a las personas  para luego someterlas a tormentos, para finalmente asesinarlas. Sus objetivos principales no solo eran guerrilleros, sino además eran sindicalistas, abogados defensores de presos políticos, estudiantes y hasta familiares de muchos militantes de la izquierda uruguaya.

Haciendo una retrospectiva sobre Miguel Sofía, de acuerdo a lo informado en el 2009 y oportunamente por medios locales, se desclasificó  la confirmación de que en los años 70, en particular en el 72, ya el personal de la embajada estadounidense en el Uruguay tenía conocimiento de que en nuestro país operaban escuadrones de la muerte.

Hay que consignar que en el año 2009  también se registraron importantes acontecimientos en materia de actuaciones judiciales respecto a represores que formaron parte del terrorismo de Estado en el Uruguay. Uno de ellos por ejemplo fue el procesamiento con prisión del fotógrafo policial Nelson Bardesio y del ex agente de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia, Pedro Freitas, por el delito de “homicidio muy especialmente agravado”

Por aquellos días, también  el por entonces fiscal letrado en lo Penal de 1er Turno, Ricardo Perciballe solicitó el procesamiento y prisión de Miguel Antonio Sofia Abeleira por el delito de “asociación para delinquir en calidad de autor en concurrencia fuera de la reiteración con un delito de desaparición forzada y dos delitos de homicidio muy especialmente agravados en calidad de coautor”.

Por aquellos días, también  la jueza penal Graciela Eustachio solicitó la captura de Miguel Sofía únicamente a  nivel nacional, sin descartar que el requerido ya pudiera encontrarse fuera de la frontera uruguaya.

También por aquellos días, el ex Fiscal y por entonces defensor de Miguel Sofía, abogado Miguel Langón, dado el panorama de su patrocinado prófugo, tuvo el descaro de  solicitar la clausura y el archivo de la indagatoria por los escuadrones de la muerte, alegando específicamente, de acuerdo a lo informado por el sitio El Muerto “la prescripción de los delitos y la ausencia de pruebas” con el argumento de que “no hay prueba directa ni orden material, ni testimonios válidos” que demuestren la existencia de esa organización parapolicial a comienzos de los años 70.

Algo verdaderamente  falso, porque en aquellos días ya se sabía perfectamente que existían grupos parapoliciales y paramilitares (como DAN, JUP y CCT) y que sus integrantes actuaban en la clandestinidad y sistemáticamente cometían atentado, obviamente pertrechados con armamento proporcionado por el gobierno y con una logística de igual procedencia.

Como dato complementario debemos consignar que en El Muerto, recientemente se puntualiza o mejor dicho se  brinda una información muy sólida sobre la existencia de los escuadrones de la muerte.

Se informa textualmente, en el informe de Carlos Peláez: “El 24 de febrero de 1972 los tupamaros secuestraron a Nelson Bardesio quien habría confesado en la Cárcel del Pueblo la existencia de una organización terrorista integrada por civiles, militares y policías responsable del secuestro y muerte de los tupamaros Abel Ayala, Héctor Castagnetto, Manuel Ramos Filippini e ïbero Gutiérrez. Bardesio habría sostenido que había recibido entrenamiento en Buenos Aires, mientras que otros miembros lo habían recibido en Brasil y que autoridades de ambos países habían provisto a los escuadrones de armas y explosivos. Habría confirmado que los escuadrones habían atentado con explosivos contra el domicilio de varios abogados defensores de presos políticos y realizado un secuestro extorsivo contra el abogado de una empresa textil. El testimonio más impactante de Bardesio habría sido su participación  directa junto a otros integrantes de los escuadrones de la muerte en el secuestro de Castagnetto y la revelación de que su cadáver había sido arrojado a la bahía de Montevideo” .

En ese contexto, la información que aportó a Antimafia Dosmil el coordinador del Observatorio Luz Ibarburu, Raúl Olivera resulta por demás ilustrativa sobre los delitos de Sofía.

“Respecto de los delitos que se le imputan a Sofia (por su expresa participación) está la desaparición de  Héctor Castagneto ocurrida el 17 de agosto de 1971 y los asesinatos de Manuel Ramos Filippini, el 31 de julio de 1971 y de Ibero Gutiérrez Ruiz, el 28 de febrero de 1972”

Y agrega Olivera, representando al Observatorio Luz Ibarburu:“Héctor Castagneto fue secuestrado en la calle cuando iba a entregar unos discos que había vendido en la zona de Malvín. Se sabe que lo asesinaron pero el cuerpo nunca apareció. El cadáver de Ramos Filippini fue encontrado en las rocas de la playa de Pocitos detrás del parador Kibón. Tenía numerosos impactos de bala y los dos brazos quebrados. Junto al cuerpo había volantes del “Comando Caza Tupamaros (CCT) Oscar Burgueño”. A Ibero Gutiérrez lo secuestraron probablemente en la calle. El cuerpo apareció al día siguiente en camino de Las Tropas y camino Melilla. Tenía 13 balazos: “Vos también pediste perdón. Bala por bala. Muerte por muerte. Comando Caza Tupamaros” decía el cartel que los asesinos dejaron al lado del cuerpo”

¿Cómo capturan a éste represor?

En primera instancia, y merced a una información que llegó a la Fiscalía actuante,  personal de INTERPOL en la tarde del 8 de enero llevó adelante un operativo en el edificio “Miami Boulevard” ubicado en parada 5 de Punta del Este, departamento de Maldonado. Concretamente se allanaron los departamentos 306 (donde en el período estival reside Miguel Sofía) y 204 (donde reside su hija).

Con posterioridad a los allanamientos que permitieron la incautación de documentación comprometedora, y al no encontrar a Sofía, rápidamente se movilizaron coordinadamente la Fiscalía, y personal de la Dirección de Crimen Organizado y de Interpol, y de esa forma, prácticamente corriendo una verdadera carrera contra reloj, en una casi cinematográfica acción, varios equipos de policías,  merced a la existencia de muy firmes indicios de que el prófugo Sofía estaría en la zona de Pocitos, bien en la vía pública o en algún comercio o restaurante, se lanzaron a las calles del barrio cercano a la rambla, y en ese accionar, sobre la hora 20 se detectó a Miguel Sofía caminando por una calle. Detectado y confirmada su apariencia física policías de Interpol se fueron aproximando a donde se encontraba y sin darle tiempo a reacción alguna se le dio la voz de alto, esposándolo e introduciéndolo en un vehículo oficial, celosamente custodiado. Al momento de ser detenido, obviamente, Sofía buscó evadir su real identidad enseñando un documento con un nombre falso: Adolfo Aldo Casaballe Lapido, según consigna “El Muerto”

Su última treta legal no le sirvió absolutamente para nada. Después de diez años de impunidad cayó en manos de las autoridades, cerrándose un capítulo pero abriéndose otro.

Precisamente el Observatorio Luz Ibarburu, quizás con plena conciencia de que tras la instancia de captura sobreviene la instancia judicial, que resulta ser esencialmente  demás determinante y vital para  destruir la cultura de la impunidad imperante, emitió públicamente una advertencia, compartida íntegramente por la redacción de Antimafia Dos Mil.

“El Observatorio Luz Ibarburu (OLI) advierte, que si bien la detención de Sofía abre la posibilidad a que la justicia investigue más sobre el funcionamiento del Escuadrón de la Muerte así como sobre las complicidades que hicieron posible su fuga y las entradas y salidas del país durante la década que estuvo prófugo, también pondrá a prueba la eficacia del sistema judicial para neutralizar las estrategias dilatorias que sin duda se desarrollarán para que continúe operando la impunidad”

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*Foto de Portada: www.elmuerto.com / tomada del muro de Alejandro Gabard Stadler