Domingo 19 Mayo 2024

No solo hay una grieta que divide en dos a la oposición, la que hizo eclosión con el desafió de Horacio Rodríguez Larreta y su reciente aliado Martín Losteau por un lado, a la triada Mauricio Macri, Patricia Bullrich y María Eugenia Vidal, por otro. La regional argentina de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana está también dividida y tirándose los trastos por la cabeza. El autor de este valiente artículo, un católico sincero y muy próximo al Papa Francisco, me envió un link de esta nota, que estaba publicada en la agencia Télam, para que la leyera. Sin embargo, cuando la quise abrir, ya no estaba más. Télam la levantó sin dar explicaciones (se le pidieron), pero verán que no hacen falta: en cuanto la lean (la publicó C5N y que yo sepa, no la levantó) se darán cuenta de que su desaparición no pudo deberse a otra cosa que a las presiones del sector más reaccionario de la Iglesia. Así las cosas, nos complacemos en publicarla. Todo indica que la derecha cerril (y no sólo ella) clerical, laica, agnóstica y hasta la atea, está furiosa con las declaraciones de Francisco a favor de la Ley de Medios Audiovisuales (que Alberto Fernández podría restaurar parcialmente por decreto si no tuviera compromisos con el capomafia Magnetto), Milei y Patricia Bullrich a quienes liquidó sin nombrarlos, con el solo recurso de referirse a los “adolfitos” y a los políticos tránsfugas y saltimbanquis, que cambian de partido como de camisa.

Los dejamos con Lucas, que lejos de ser un hereje, sigue la estela de mártires como Carlos Mugica y los obispos Angelelli y Ponce de León:

La lenta conversión de los obispos ante la dictadura cívico-militar

Por Lucas Shaerer

El Papa Juan Pablo II dio a Rafael Videla, entonces presidente dictatorial, la eucaristía. A las mujeres de pañuelo blanco, madres y abuelas de los desaparecidos, les rechazó comulgar.

Fue el presidente Carlos Menem que indultó a los genocidas juzgados por el orden legal y constitucional de la democracia. El justificativo del por entonces jefe del Poder Ejecutivo que su aval fue el Papa polaco y los obispos argentinos.

En los tenebrosos años dictatoriales los capellanes militares caminaban dentro de las fauces del terrorismo de Estado (desconocidos para la mayoría de los argentinos), que eran los centros clandestinos de detención, tortura y exterminio, donde bendecían a los genocidas tras diabólicas matanzas y veían como callaban, inclusive décadas después sin pasar por tribunales, los robos de bebés de las mujeres secuestradas. La jerarquía católica tenía en esos tiempos obispos que entregaron a sus propios parientes para desaparecerlos hasta el vicario castrense, confesor de Videla y en un principio de la dictadura presidente de la Conferencia Episcopal que justificaba teológicamente “la guerra contra la subversión” o el otro monseñor, también en la vicaría castrense, que entregó su isla “el silencio” para esconder a los desaparecidos de la ESMA que ocultaban los marinos ante la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

Mientras el exterminio demoniaco tapaba la luz de Cristo y entristecía la alegría del Evangelio en Argentina, como también en Sudamérica, según los archivos militares de los Estados Unidos del “Plan Cóndor”, había un ignoto joven sacerdote que padecía en su propio núcleo familiar la crueldad de los genocidas. Fueron desaparecidos dos de sus primos hermanos que trabajaban en el poder judicial con militancia gremial y barrial. Este cura 40 años después sería elegido por el Papa argentino como conductor de los obispos en su patria.

Óscar Vicente Ojea desde el año 2017 es el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA). El Papa no le aceptó su renuncia por edad, ya superó los 75 años, y el año que viene finaliza su segundo y último mandado, extendido un año más producto de la pandemia mundial del año 2020.

Presidir el clero no es igual que ser presidente de la Nación. No lo votan los bautizados. Es una elección cerrada, entre obispos con el acompañamiento determinante del Papa. Además, el método de conducción del cuerpo colegiado de los apóstoles de Jesús, que significa ser obispo católico, es la prudencia, el consenso interno como en sintonía con el gobierno de la iglesia universal, el monarca católico que es el Pontífice, y sobre todo controlando un hermetismo que impide conocer las diferencias internas.

Ojea, fanático del mismo equipo de fútbol que Jorge Mario Bergoglio, fue su obispo auxiliar, lo que se entiende como un auxiliar en la conducción de la iglesia porteña, en este caso estaba a cargo de la vicaría centro de Buenos Aires que incluye unas 52 parroquias en el corazón del poder económico y político de Argentina. Luego en el 2009 fue el Papa Benedicto XVI quien designa a Ojea obispo coadjutor de San Isidro, la diócesis que une a las familias más poderosas con miles de miles de personas sobreviviendo en villas, asentamientos, o barrios sin agua corriente, cloacas, energía eléctrica o gas natural. Al tiempo, 2011, el entonces presidente de la CEA, Bergoglio, impulsa a Ojea a la presidencia de la Comisión Episcopal de Cáritas y termina asumiendo el obispado de San Isidro.

Un encumbrado clérigo me explicó que en el grupo colegiado de la CEA se expresa lo que ocurre en la sociedad misma.

También Existen obispos que su origen familiar se vincula a las fuerzas armadas implicadas en la represión ilegal y clandestina que desapareció 30 mil personas detenidas-desaparecidas y robo 500 bebés, hoy sólo recuperaron su identidad 132.

Ese prelado no hizo nombres al explicarme las contradicciones, pero vale recordar un caso concreto de un argentino que hace décadas se encuentra en las entrañas de la diplomacia vaticana. Monseñor Luis Mariano Montemayor, actual embajador del Papa en Irlanda, es hijo de un oficial de la marina argentina que actuó durante el terrorismo de Estado.

¿Qué pensará el nuncio Montemayor de la visita al Museo Sitio de la Memoria de la ex Escuela Mecánica de la Armada (ESMA) por parte del presidente de los obispos argentinos?

La colegialidad, las contradicciones internas y la prudencia explican que recién después de 30 años de finalizada la dictadura cívico-militar, en una asamblea plenaria de obispos se votó la apertura de los archivos de la CEA: “Para promover un estudio más completo de esos acontecimientos”. Entre ellos estaba Bergoglio. De allí salió la carta al pueblo de Dios titulada “la fe en Jesucristo nos mueve a la verdad, la justicia y la paz”.

El análisis sobre los documentos ocultos de la iglesia durante el genocidio recién con Ojea en la presidencia del clero, a fines de 2017, es que avanza gracias a la facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina (UCA) para que dicha institución asuma la investigación y publicación. Fue recién en mayo de 2018 que se inició el análisis de los documentos de los años violentos, desde 1966 a 1983, que salieron de la CEA como del Vaticano, por un lado, su embajada en Argentina, llamada Nunciatura, y por otro su cancillería, conocida como secretaria de Estado.

La revelación de los documentos es inédita. Nunca antes había ocurrido. Fue decisión del Papa Francisco la digitalización de los documentos durante la última dictadura (1976 a 1983) como su desclasificación ya que autorizó su estudio (con algunos límites) cuando la norma permite su estudio recién a los 70 años de ocurrido los trágicos hechos.

“Se busca visibilizar el modo como asumieron estos tiempos difíciles los pastores, que fueron protagonistas en aquel momento”, aseguraron los obispos de la mesa chica de la iglesia argentina, o sea Comisión Ejecutiva, de la CEA que integra Ojea junto a Marcelo Colombo (vicepresidente 1º y obispo en Mendoza), Carlos Azpiroz Costa (vicepresidente 2º y obispo en Bahía Blanca) y Alberto G. Bochatey (secretario general y obispo auxiliar en La Plata) en el prólogo del libro “La verdad los hará libres”, editorial Planeta, que abarca tres tomos, ya se publicaron dos, donde agregaron que “trabajar el encuentro y la fraternidad del pueblo argentino se logrará conociendo la verdad histórica y evitando relatos parciales y apologías ideológicas”.

No obstante, las palabras escritas no alcanzan. El Papa de los gestos lo demuestra en esta década de la primavera eclesial.

De allí que, a pocos días de recordarse un nuevo aniversario del golpe militar a la presidenta democrática, María Isabel Martínez de Perón (hoy con 92 años viviendo en España desde 1981) ocurrió otro hecho inédito para la iglesia vernácula.

El presidente de los obispos Ojea junto a otra decena de religiosos (musulmanes, evangélicos y judíos), acompañados por el secretario de Culto nacional, Guillermo Olivieri (quien fuera secuestrado y detenido por los militares) fue a conocer el Museo Sitio de la Memoria instalado en la ex ESMA, el centro clandestino donde fueron desaparecidas más de 5 mil personas, en su mayoría arrojados vivos o muertos al río y mar, como incinerados.

Lamentablemente no se permitió el ingreso de los únicos dos periodistas presentes para acompañar la comitiva de religiosos. La prudencia fue total. Nadie explicó la negativa a la prensa gráfica y una sola fotógrafa.

La conversión de los clérigos sobre los derechos humanos de los setenta es lenta y con una baja intensidad en la comunicación. A otros obispos ni siquiera la conversión los tocó.

Por un lado, los indiferentes, quienes no accionan y callan frente al terrorismo de Estado de los setenta. Estos son los más.

La decision de Francisco de abrir los archivos 2

Por otro lado, están los menos, pero son un bastión hasta hoy inmutable, el obispado castrense. Ellos se blindan en la ideología: “Fue una guerra contra la subversión”. La vicaría castrense organiza y despliega la asistencia espiritual de los miembros de las tres fuerzas armadas (aeronáutica, ejército y marina) y a las tres fuerzas de seguridad nacional (policía aeroportuaria, prefectura y gendarmería), además es responsable de las capillas en la Casa Rosada y en la quinta presidencial de Olivos. Caso aparte es la Policía Federal que tiene su propio clero policial y su capellán es elegido por acuerdo del arzobispo porteño y el jefe de la Federal. En este sector especifico de la iglesia, donde se congregan alrededor de unos 200 sacerdotes, se sostienen los argumentos antidemocráticos y antievangélicos para avalar a la Junta Militar.

El obispo castrense, Santiago Olivera, no ha logrado aún discernir desde la iglesia catedral Stella Maris, ubicada en un predio de la Armada frente a los tribunales federales en avenida Comodoro Py, algún gesto o acción concreta como el realizado por Ojea “por la memoria, verdad y justicia” como alientan en los documentos la jerarquía católica.

El obispo Ojea cuando estuvo este miércoles 29 de marzo, por la tarde, en la visita al ex museo de la ESMA no fue acompañado, como estaba anunciado, por Alejandro Giorgi, el obispo auxiliar a cargo de la vicaría Belgrano donde se encuentra en jurisdicción eclesial el ex campo de exterminio. Fue Máximo Jurcinovic, sacerdote de la diócesis de San Isidro y encargado de prensa por Ojea de la CEA, quién argumentó la ausencia del obispo auxiliar Giorgi por un error de los organizadores de la visita al museo de la memoria.

El tiempo dirá si ocurre que otros obispos imiten el gesto de visitar y conmoverse en alguno de los 700 excentros clandestinos de detención, tortura y exterminio que existieron a lo largo de todo el país.

Gentileza de Juan José Salinas

Foto: Pájaro Rojo