Por AMDuemila-26 de julio del 2020

Una heroína, una joven que tuvo el valor y la tenacidad de renunciar a todo, incluso a sus seres queridos más cercanos, para perseguir un ideal de justicia. Esa fue la enseñanza de Rita Atria, quien a los 17 años decidió alzar la voz para denunciar, en tiempos difíciles, ese oscuro mal que es la mafia. Ella no era una arrepentida, ya que nunca había llevado a cabo acciones ilegales, sin embargo, había crecido en la casa del enemigo, su padre aparentaba ser un pastor, pero en las sombras, en la vida real siciliana, era un jefe mafioso. En poco tiempo, tanto su padre como su hermano fueron asesinados. Y Rita no quiso someterse al régimen de silencio y omertà, prefirió convertirse en testigo de la justicia. Para recordarla, elegimos un extracto del libro de nuestro director Giorgio Bongiovanni y del vice, Lorenzo Baldo ("Los últimos días de Paolo Borsellino").

"Ahora que Borsellino está muerto, nadie puede entender el vacío que dejó en mi vida". Mientras escribe esas líneas en una página de su diario, su frecuencia cardíaca aumenta. La sensación de soledad ha llegado a su punto máximo. Inaguantable. Sin salida. Rita Atria está sola en vía Amelia, en un diminuto apartamento que le asignó el Servicio Central de Protección en un suburbio de la capital. Es el domingo 26 de julio, apenas una semana después de la masacre de via D'Amelio. Desde ese día es como si nunca se hubiera movido de allí, de los escombros de ese lugar. Hay silencio en la casa. El ruido de la calle llega amortiguado. Lejano. Rita escribe que le teme a un Estado mafioso que puede ganar. Que teme por los pobres ilusos que luchan contra los molinos de viento y que serán asesinados. Se acerca a la ventana. La abre de par en par. Es una tarde calurosa del verano romano. Alza la mirada. Se ve a sí misma en el momento de la decisión más importante de su vida. Ella, la hija de un jefe mafioso de Partanna (TP), que decide colaborar con la justicia tras el asesinato de su padre y de su hermano por parte de las bandas mafiosas de su zona. Conoce bien esa película. En la pantalla aparece una joven de 17 años que ocho meses antes había decidido hablar. Una joven siciliana que había decidido contarles a los magistrados todo lo que sabía sobre la mafia de su país. Y que por eso se convertiría en "una infame", repudiada incluso por su madre.

Mientras el viento le acaricia el rostro, recuerda el abrazo de su cuñada, Piera Aiello, quien antes que ella había empezado a colaborar con la justicia y que la apoyó en su decisión de romper el silencio. Recuerda el día en que Piera la recibió después de convertirse en "testigo de la justicia". Siente la calidez humana que había encontrado después de meses de desprecio general y aislamiento total. Entonces, en la pantalla aparece su juez, Paolo Borsellino. Lo ve concentrado mientras toma notas. Siente todo su amor. Todavía percibe toda la protección que le dio. Como un padre. Pero la película se detiene abruptamente. El estruendo de una explosión resuena en su cabeza. El diario queda sobre la mesa. Una ráfaga de viento abre la última página.

"Antes de luchar contra la mafia tienes que hacerte un aut oexamen de conciencia y, luego de derrotar a la mafia que llevas dentro de ti, recién puedes luchar contra la mafia que está entre tus amigos, la mafia somos nosotros y nuestra forma equivocada de comportarnos".

Rita se da vuelta y mira esa página que se mueve con el viento como si quisiera desprenderse. "Borsellino, has muerto por lo que creías, pero yo estoy muerta sin ti".

El viento se ha calmado. La soledad ha vencido. En un estante hay un libro de poesía apoyado contra la pared. Son los versos de Salvatore Quasimodo. "Todo el mundo está solo sobre el corazón de la tierra traspasado por un rayo de sol: y de pronto, la noche".

Desde el séptimo piso Rita Atria levanta el vuelo con el corazón transido de dolor.

--------------------------

Foto de portada: Antimafia Duemila