El magistrado en este pasaje cuenta la historia de lo que un joven le dijo durante una firma de ejemplares. "Dice que quiere desahogarse y contarme su historia: comienza a decir todo de una vez, quiere hacerse entender ayudándose con las manos y con el tono de voz, entre el dialecto y el italiano -dicen los dos actores de Our Voice que siguen leyendo el libro- y me sumerjo en la historia como en una película que abruma. 'Vengo del barrio, donde somos muchos, somos pobres y uno se siente como un número. Fui hasta la escuela media y luego, estudiando y trabajando, obtuve el diploma de la secundaria. Había algunos que empezaban muy pronto a robar o a vender droga. Pero la mala vida no me interesaba, me hubiera gustado ser un carabinero, pero en el barrio no estaba bien visto ser policía. Y no era el único: muchos niños en sus corazones querían usar uniformes en lugar de cometer crímenes, solo que no tuvieron el coraje de decirlo, también porque sabían que solo era un sueño. Como lo fue para mí, y el por qué puedo imaginarlo. Hace muchos años, mi padre había cometido un crimen y estuvo en la cárcel durante mucho tiempo. Recuerdo que era un niño y lo iba a ver con mi madre. Nos daba vergüenza tener que esperar frente a la plaza de la cárcel. Estábamos horas y horas esperando que nos llamaran y yo pasaba el tiempo jugando al fútbol con una piedra con los otros niños. Mi madre se desesperaba porque me veía todo transpirado y con los pantalones sucios, los únicos decentes que tenía y que usaba para visitar a mi padre. Luego íbamos a la sala de entrevistas de la cárcel de Piazza Lanza y allí, cada vez que traían a mi padre, sentía un nudo en la garganta. Estaba sonriendo, pero era infeliz y tenía marcas de esposas en las muñecas. Y cada vez que mi madre lo veía, se echaba a llorar y le llevaba mucho tiempo recuperarse". Y la historia continúa: "Lo primero que mi padre le preguntaba era si teníamos suficiente dinero para comer. Y ella siempre le decía que sí, aunque no fuera cierto, para tranquilizarlo. Iba a trabajar con una familia para criarnos a mi hermano y a mí. Mi padre entendió que se había equivocado y que no podía culpar a nadie por el sufrimiento que estaba experimentando. Por supuesto que no le gustaban los guardias, pero tampoco los odiaba. Y yo, hijo de un recluso, quería usar el uniforme para redimirme a mí y también a mi familia. Y tan pronto fui mayor de edad, fui a hacer los trámites para inscribirme. Fui a las entrevistas y por un momento soñé que realmente podría usarlo, ese uniforme negro con alamares. Pero al final solo me quedó la decepción por un sueño que nunca se haría realidad: la información sobre mi familia no era buena. Me sentí rechazado por la divisa que amaba. ¡Doctor, no me querían! ¡No me querían entre ustedes!".

Al concluir el pasaje del libro, después de escuchar la historia del joven, Ardita reflexionó: "Y así, después de veinticinco años en el poder judicial, de compromiso antimafia, de responsabilidad de las cárceles, de gestión del 41bis y demás, recibí esta lección de un joven que limpiaba la sala. Tenía que contarla porque considero que estaba dirigida a mí, antes que nada; pero esta lección la deberían escuchar todas las personas que tienen la intención de dedicar su esfuerzo a luchar contra la mafia, para comprender que mafiosos pueden ser, por culpa nuestra, incluso personas que no querían serlo -como nos contaron Sonia Bongiovanni y Jamil El Sadi-y que hay charlatanes que luchan contra barrios enteros sin siquiera saber contra quiénes lo hacen, no saben de qué están hablando".

OV en presentacion de libro Sebastiano Ardita 2

"'¡Llegó un paquete con un libro para Santapaola!' anunció con un grito el guardia entrando en la sección y, dirigiéndose hacia su celda, se lo entregó en las manos que el otro mantenía fuera de los barrotes. Nitto agarró el paquete que estaba esperando. Lo sacó del sobre ya roto y con un gesto automático lo eliminó, dejándolo en el cesto de la basura. Luego se apoyó contra la parte posterior del catre, mientras no veía la hora de leer la historia que lo tenía como protagonista. Leyó y releyó el título y el subtítulo varias veces, ansioso por entender algo que le pudiese recordar a la ciudad que se encuentra al pie del Etna. Cuando la historia termina el relato de quienes organizaron "el sistema dominante", no hay nada que pueda evitar que la lea con una dosis de siniestra satisfacción. Santapaola queda golpeado por esa reconstrucción. Y se deja llevar por un momento de desahogo, aunque consciente de que los agentes informarán el mismo por escrito, como lo requieren las normas internas del Departamento de Administración Penitenciaria".

Los dos jóvenes –Sonia Bongiovanni y Jamil El Sadi- le contaron al público el momento, descripto por el autor en su último trabajo, en el que el jefe de la mafia de Catania, Nitto Santapoala, recibe en la cárcel un libro que relata algunas fases de su vida criminal. Y en particular aquella en la cual, por voluntad de los jefes corleoneses, los hombres de Santapaola acordaron adherirse, a su manera y de mala gana (como explica Sebastiano Ardita en el libro) a la estrategia de masacres de Cosa Nostra.

Nitto Santapaola "se refería a su idea fija, que eran las masacres -continuaron diciendo Sonia Bongiovanni y Jamil El Sadi- respecto a las cuales sigue diciendo que no las quería, y al análisis sobre una estrategia de no ataque al Estado, que conoce bien porque fue quien la organizó. También sabe que hablar de tratativa -y de "buenas relaciones" entre el Estado y la mafia como él las tuvo- ha sido un tema prohibido en los ambientes institucionales durante años. Nitto sabe que fue justamente condenado y sabe que -siguen leyendo el libro los actores de Our Voice- todos los otros cientos de crímenes que cometió lo habrían obligado, de todos modos, a ir a la cárcel por el resto de su vida. Y entonces ¿Por qué lo golpea ese análisis sobre los orígenes de la Tratativa entre el Estado y la mafia en Catania y por qué insiste en decir que nunca quiso las masacres, mostrando resentimiento hacia los corleoneses? El arrepentimiento no es por la condena, sino por el fracaso de un proyecto. Se enoja porque entiende que esas masacres han destruido un diseño suyo, dentro del cual incluso los corleoneses ásperos y violentos eran solo instrumentos. Ese proyecto había comenzado con Giuseppe Calderone -primero su amigo y luego rival cuyas relaciones había heredado- directa e indirectamente, con los hombres que importaban y con todo el 'establishment' de la ciudad, desde los poderes económicos hasta los institucionales: magistrados, empresarios, fuerzas policiales. El último paso fue la creación de una relación estable entre la mafia y el Estado: la única simbiosis verdadera para hacer invencible a Cosa Nostra y equiparla con las herramientas adecuadas para el chantaje”.

"Sin las masacres y sin el asesinato de Dalla Chiesa que lo había descubierto ¿quién podría haber identificado y arrestado a Nitto Santapaola? Imaginemos que las agujas del reloj vuelven a 1982, suponiendo por un instante que desde ese momento en adelante no se hubieran cometido crímenes excelentes. Nitto es el rey de Cosa Nostra que dialoga con el Estado, corrompe a los funcionarios, entretiene a la gente de Catania y asegura un orden público paralelo. Nadie en Catania se habría preocupado por él si Giovanni Falcone no hubiera emitido una orden de arresto en Palermo después del asesinato del General de Carabineros. Y si los corleoneses no hubieran seguido sembrando el terror, habría gobernado pacíficamente sobre Catania. En su celda del 41 bis, ese libro que tiene en sus manos revela su estrategia y la proyecta con la mente a una novela fantástica de la mafia. Imagina un escenario alternativo en el que su proyecto se habría llevado a cabo: se ve con una bata de seda dando la bienvenida a amigos y empresarios en su casa; luego volando por toda Europa en un jet para acordar directamente con los responsables de las más importantes marcas automovilísticas el nacimiento de una nueva sala de exposición de 20.000 metros cuadrados en el centro de la ciudad y tal vez incluso un centro comercial; o para seguir el progreso de los negocios en las discotecas y gestionar el monopolio del juego, quizás abriendo un casino en Sicilia, gracias al apoyo político. Un verdadero paraíso de la mafia, donde todo sería posible bajo los ojos del Estado, porque a tantas togas y uniformes, cuando estaba libre, prefería verlos como aliados. Es un sueño que dura solo un momento. Porque de inmediato viene el despertar, la desilusión y la ira. Y así -concluyen Bongiovanni y El Sadi interpretando las palabras del magistrado Ardita contenidas en el libro- Nitto Santapaola se ve obligado a reconocer que la alianza con los 'viddani' fue un mal negocio y que tal vez hubiera sido más conveniente esperar a que Calderone muriera de muerte natural. O a que le pasara el cetro después de retirarse. Los periódicos habrían continuado escribiendo que en Catania la mafia no existía y Cosa Nostra, al pie del Etna, habría permanecido imperturbable y desconocida quién sabe por cuántos años más”.

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*Fotos de Jacopo Bonfili de Antimafia Duemila