Tratemos de trabajar de forma imaginativa, ya que ahora tenemos mucho tiempo disponible.

Con rigor lógico, Matteo Messina Denaro debería tener algunas dificultades para redactar la auto-declaración preparada por el Viminale para todos los simples mortales.

No puede escribir su nombre. No puede decir dónde vive. No puede revelar de dónde viene ni hacia dónde se dirige.

¿Se mueve por "exigencias de trabajo comprobadas"?

¿Cuáles? ¿Preparar atentados? Vamos.

Muy cierto, pero embarazoso.

¿Por "urgencia absoluta"?

Si ahora todos sus hipotéticos objetivos humanos, mafiosos o no, están encerrados en sus guaridas, tal vez rodeadas de jardines, disfrutando de estos felices días de fuga de alguna manera autorizados por ellos, por el Estado.

¿Por razones de salud?

Punto y aparte: para solicitar un hisopo de la USL, en la seguridad de que su solicitud será concedida, debe declarar que se llama Matteo Messina Denaro, que es el jefe de Cosa Nostra y que está, desde hace más de un cuarto de siglo, al servicio ya sea de la mafia como del Estado. Tampoco puede aprovechar, con la nueva circular ministerial, para recorrer el edificio en compañía de un hijo menor del que nadie ha oído hablar.

Siendo ese el caso, no puede enviar los proverbiales "pizzini" a nadie, no puede dar a conocer los números del "pizzo" que considera correcto imponer a comerciantes y empresarios en un momento como este – a propósito, de él se dice que siempre ha sido benevolente y tranquilo, a diferencia del codicioso Totò Riina – ni resolver las controversias, presentándose en persona.

Imaginemos, entonces, que él también está muy aburrido.

Cuánto fastidio le debe estar provocando no poder moverse de la última guarida que eligió en la víspera de la emergencia del coronavirus, ni poder ir al restaurante, ni a alguna "schiticchiata" (se llaman así, por estos lados, a los banquetes al aire libre) con jefes y picciotti que le son fieles, no poder, en suma, moverse como "El hombre de la multitud" del admirable cuento de Allan Poe.

¿Cómo pasará su tiempo libre?

No son pocos los seguidores que lo describen como un hombre de buenas aptitudes intelectuales y de finos conceptos. Razón por la cual, si nuestra visión es correcta, no matará los días leyendo y releyendo los libros de la mafia que están llenos de mentiras, especialmente a los ojos de alguien que realmente conoce el tema, que lo ha vivido y lo ha escrito en primera persona.

Al antiguo jefe, Michele Greco, le gustaban los "Evangelios"; a Pietro Aglieri, el jefe religioso que creció en compañía de sacerdotes, "La vida de los santos"; Marcello Dell'Utri, a quien sólo por afinidades bibliográficas incluimos en esta lista de nombres algo escabrosos, quedó particularmente impresionado con Séneca y, en general, por la veta literaria de la "cicuta", que a menudo personas honestas, de Sócrates en adelante, se vieron obligadas a tragar.

¿Y qué hay de él? ¿De Matteo Messina Denaro?

Podemos equivocarnos, pero no lo vemos meditando con San Agustín o Pico della Mirandola. Creyente sí, pero practicante es otro tema.

En todo caso, lo imaginamos como un gran consumidor de temporadas enteras de ficción, basadas en espionaje, terrorismo, guerras pasadas, actuales y futuras. ¿También bacteriológicas? ¿Y por qué no?

Quizás también como experto en armas mortales y exterminio en masa; pero, aunque sea sólo como pasatiempo, nos haría falta.

Tal vez, si quiere relajarse, verá falsos duelos televisivos, de falsos conductores, de falsas transmisiones de profundización, para elevar las audiencias.

¿Se sentará en el balcón, vestido de tricolor, para cantar: "Soy un verdadero italiano"? No lo descartaríamos.

Seguramente, también él está muy aburrido.

Entonces, nuestro trabajo imaginativo se convierte en un chiste malo.

¿Quiénes somos para pensar que un HOMBRE DE TAL PODER CRIMINAL se vea obligado a las condiciones de nosotros, los mortales comunes?

Tratemos de imaginarlo con un barbijo reglamentario, mientras hace cola en el supermercado.

Tratemos de imaginarlo mientras, cada tanto, se somete a controles de salud en el consultorio de un médico complaciente.

Imaginémoslo yendo a algunos quioscos, sus quioscos de confianza, para recoger los periódicos.

Y, después de todo, un poco de trote no se le niega a nadie, ni siquiera a alguien como él.

Un jefe es un jefe.

Al crimen no se lo controla.

Y seamos sinceros: ¿qué pasaría con el PBI si la "cadena de suministro de la mafia" estuviera bloqueada por ley, con todo el trabajo que da en Italia?

Nos gustaría estar equivocados, pero es poco probable que el coronavirus erradique a Cosa Nostra.

Por eso tenemos que concluir: cuidado con los accesos de tos y las líneas de fiebre, "Don" Matteo. Con mayor razón, cuando volvamos a la normalidad, los picciotti lo necesitarán.

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*Foto de Portada: www.antimafiaduemila.com