Se termina el mundo, habría murmurado con desconsuelo el escriba.

Nadie mejor que nosotros puede entender la perturbación, la consternación, la falta de aire del conocido escriba por quien – y le pedimos al lector que lo crea – sentimos un poco de ternura.

Durante años trabajó para demoler la credibilidad, la legitimidad y la imagen de Di Matteo.

¿Lo recuerdan?

Que Di Matteo no iba bien porque tenía la intención de postularse para gobernador de Sicilia, cuando parecía que de un momento a otro se venía abajo Rosario Crocetta y en los partidos sicilianos, incluido el partido demócrata, hasta el último se atornillaba a su silla. Si hiciera de magistrado, moralizaba el escriba.

Que Di Matteo no iba bien porque, hablando en una conferencia, se permitió usar palabras de elogio para una propuesta de ley de 5 Estrellas contra la corrupción. Si hiciera de magistrado, moralizaba el escriba.

Que Di Matteo no iba bien porque pretendía, como candidato, ingresar a la política. Si hiciera de magistrado, moralizaba el escriba.

Que Di Matteo no iba bien porque cuando terminó la campaña electoral, en la que obviamente no había sido candidato, se estaba preparando para ser ministro de justicia. Si hiciera de magistrado, moralizaba el escriba.

Que Di Matteo no iba bien porque estaba a punto de irse para dirigir el Departamento de la Policía Penitenciaria. Si hiciera de magistrado, moralizaba el escriba.

Que Di Matteo no iba bien porque había abierto la boca en la televisión sobre los hechos investigados en las masacres de Capaci y Via D’Amelio, que eran públicos y estaban procesalmente documentados. Si hiciera de magistrado, moralizaba el escriba.

Y no andaba bien este periódico en el cual escribimos porque había hecho de Di Matteo un “santo”.

Pero atención, el escriba no estaba solo. Siendo el líder de un grupo tan numeroso como pintoresco, vio (y ve) no solo en Di Matteo, sino en todos los buenos magistrados (que afortunadamente para nosotros, los ciudadanos, todavía son algunos miles) un terraplén al pantano rampante. El mismo que se puso de manifiesto con el escándalo del CSM que hizo indispensables las nuevas elecciones en las que Di Matteo es candidato.

El escriba solía decir: si Di Matteo hiciera de magistrado. Y Nino Di Matteo, postulándose, no hace nada más que "hacer de magistrado". ¿Cómo lo decimos?

No será fácil para el escriba argumentar que todos los magistrados italianos pueden postularse. Todos, excepto Di Matteo.

Por eso, entendemos su drama.

Por eso, sentimos un poco de ternura hacia él.

Muy en el fondo, el escriba puede esperar que también esta vez, como le sucedió a Giovanni Falcone, el juego de las corrientes golpee la candidatura de Nino Di Matteo. Algo, sin embargo, nos dice que el escriba pronto se volverá a disgustar. Pero al menos tendrá que esperar en silencio el veredicto del poder judicial italiano. Ya se verá

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Foto © Imagoeconomica