En estos veintisiete años, al contrario de lo que se ha argumentado recientemente en un artículo escrito por Fiammetta Borsellino en MicroMega, no es cierto que no se haya hecho mucho o que "después de todos estos años, solo podamos hablar de desvíos de la investigación y errores judiciales".

Desde 1992 hasta hoy, gracias a un importante y exigente esfuerzo de muchos magistrados e investigadores, en los procesos que se celebraron sobre las masacres del '92 y '93, se han logrado importantes resultados, que no se han dado por descontados y que sería profundamente injusto subestimar. En un país como el italiano, donde las masacres no quedan impunes, no es poca cosa la condena definitiva de los autores intelectuales y de los perpetradores de la mafia que participaron de diversas maneras en esos crímenes. Pero la cosa no termina allí porque los procesos como los de la masacre de Capaci, el Borsellino ter, los de las bombas en el "Continente", las investigaciones subsiguientes que también llevaron al proceso de la tratativa Estado-mafia y también el Borsellino quater, han hecho emerger en las masacres responsabilidades cada vez más evidentes en ambientes y hombres ajenos a Cosa Nostra.

Las claves, las pistas y los hechos que, una vez puestos en línea, nos permiten comprender la verdadera razón por la que esas masacres pueden considerarse a todos los efectos y propósitos como masacres de Estado, son muy numerosos y concretos. Elementos que hoy, y también gracias a la contribución de la Fiscalía Nacional Antimafia que dispuso oficialmente a un grupo de magistrados para que se ocupe de los autores ideológicos de las masacres, al dar impulsos investigativos a las oficinas de los fiscales competentes, podrán servir para ulteriores profundizaciones que completen el camino de búsqueda de la verdad.

A partir de la "tratativa" Estado-mafia

Hace apenas dos semanas comenzó el proceso de apelación en el juicio de la tratativa Estado-mafia, que tuvo en primera instancia duras condenas para los jefes de la Cosa Nostra, Bagarella y Cinà (no los jefes Riina y Provenzano, que ya han fallecido) junto con altos funcionarios de Estado, los oficiales del ROS (Mori, Subranni, De Donno) y los políticos (Dell'Utri).

En los fundamentos de la sentencia de la Corte d’Assise, presidida por Alfredo Montalto, está escrito en negro sobre blanco que la tratativa entre el Estado y la mafia fue el motivo que condujo a la aceleración de la masacre de Via d'Amelio. Esto no significa que detrás de la muerte del juez no existieran múltiples intereses, sino que se fija en forma definitiva un evento desencadenante que nos lleva a esas declaraciones que varios colaboradores de la justicia, a su vez, realizaron en los últimos años y que nos hacen ampliar el horizonte.

Totò Cancemi, ex jefe de Porta Nuova y hombre sumamente fiel a Riina, ahora fallecido, me dijo en una entrevista que "Riina fue llevado de la mano para hacer las masacres" y que el proceso Borsellino ter (cuyos fiscales fueron Nino Di Matteo y Anna María Palma) acusó a Silvio Berlusconi y Marcello Dell'Utri de haber tenido contacto directo con los jefes de Cosa Nostra.

También los colaboradores Giovanni Brusca y Gaspare Spatuzza informaron sobre los contactos de Cosa Nostra con Dell'Utri. Hablando de "autores ideológicos", Spatuzza siempre informó sobre la presencia de un sujeto "no perteneciente a Cosa Nostra" en las instalaciones de Villasevaglios el día en que el Fiat 126 que había robado estaba lleno de explosivos.

Entre los hechos que surgieron durante las investigaciones del proceso Estado-mafia se encuentran las escuchas telefónicas hechas en prisión al jefe Giuseppe Graviano, que refieren al compañero de la hora de aire Adinolfi sobre cómo "Berlusca me pidió una cortesía". Y cómo olvidar las intercepciones a Riina y el jefe de Apulia, Alberto Lorusso, en las que el Jefe de Jefes expresa su odio por los magistrados de ayer (Falcone, Borsellino, dalla Chiesa, Chinnici) y los de hoy (Di Matteo, "va a tener el final del atún") tanto como para ordenar su eliminación ("Y ahora organicemos la cosa. Hagámoslo a lo grande y no volvamos a hablar de ello"). En esas conversaciones, el jefe de Corleone, aunque de una manera enigmática, habló de "tratativa" y contó que les había dicho a sus asociados que si dentro de Cosa Nostra se hubiera sabido la verdad total sobre la masacre, hubiera significado el final de la organización mafiosa. ¿A quién se debía ocultar? ¿Quizás a los mismos que "sugirieron" matar a Falcone con aquella clamorosa modalidad sobre la autopista renunciando al proyecto de asesinato en Roma, cuando los asesinos fueron detenidos y llamados a Palermo por el mismo Riina?

Preguntas que vuelven

Las preguntas que se suceden a la luz de la evidencia reunida a lo largo de los años son múltiples.

¿Por qué el control remoto que se utilizó para la masacre de Capaci fue entregado por Pietro Rampulla, un exponente histórico de la extrema derecha, a Giovanni Brusca que lo accionó, como dice la sentencia?

¿Por qué Pietro Rampulla, que debía participar materialmente en el ataque del 23 de mayo, dando una excusa, al final no estuvo presente?

¿Cuál es el verdadero origen y el verdadero significado del folleto recogido por la policía científica en el cráter de Capaci unas horas después de la masacre, y que contiene anotaciones de números telefónicos atribuibles a la SISDE de Roma y al jefe de la SISDE de Palermo? ¿Quiénes son y qué papel han tenido en las masacres las mentes refinadas identificadas por Falcone como los verdaderos inspiradores y autores del ataque sufrido en junio de 1989 en Addaura? ¿Estas mismas mentes también jugaron un papel en 1992? ¿Quién manipuló el soporte informático de Falcone en su oficina del Ministerio de Gracia y Justicia?

Tal vez no sea una coincidencia que entre los documentos "reeditados" también se encontraran los resúmenes de las fichas de Gladio, la estructura paramilitar secreta del tipo stay behind (que significa "permanecer detrás de las líneas", para operar de manera oculta), de las que hoy sabemos que Falcone ya tenía conocimiento de su existencia en 1990.

En las sentencias sobre el atentado del 23 de mayo, así como en las motivaciones del proceso más reciente Capaci bis, se habla de "ambientes externos a Cosa Nostra" que "se pueden haber encontrado, en un período histórico específico, en una situación de convergencia de intereses con la organización mafiosa, compartiendo sus proyectos y fomentando sus acciones".

Son aquellos que "sienten el pulso", según relata el colaborador de justicia Nino Giuffrè, de Cosa Nostra, en los entornos empresariales y masónicos.

En el caso Borsellino hubo una evidente sustracción de "documentos claves", como la agenda roja en la que, probablemente, estaban sus apuntes sobre las investigaciones que estaba llevando a cabo y, tal vez, incluso sus ideas sobre la muerte del juez Giovanni Falcone (había declarado públicamente ser un testigo que había recogido los pensamientos de Falcone) y sobre ese "diálogo" entre funcionarios del Estado y Cosa Nostra del cual había hablado con su esposa Agnese antes de ser asesinado junto con los cinco agentes de su escolta.

También en este caso es un hecho indiscutible que no fueron hombres de Cosa Nostra quienes sustrajeron la agenda del maletín del juez. El fiscal nacional antimafia, Nino Di Matteo, escuchado en la Comisión Parlamentaria Antimafia presidida por Rosy Bindi, identificó en aquel momento (dos años antes del momento en que el magistrado se ocupara de las investigaciones) el comienzo de la desviación de la masacre.

Más allá de la desviación, el riesgo de alejarse de la verdad

En los últimos meses el tema de la desviación que tuvo lugar en el ámbito de la investigación de la masacre de Via d'Amelio ha sido el centro del debate. Sin menoscabar la legítima pretensión de verdad y justicia por parte de los familiares de las víctimas de la mafia también sobre este asunto, como hemos escrito en varias ocasiones, nos arriesgamos a cometer el error de mezclar los documentos y los hechos, sin hacer las distinciones necesarias.

Que en torno a las primeras investigaciones sobre la masacre de Via d'Amelio y sobre el manejo del falso arrepentido Scarantino han habido evidentes anomalías, surge de las motivaciones de la sentencia del proceso Borsellino quater como de escuchar las declaraciones de las audiencias del juicio a los policías Bo, Mattei y Ribaudo (imputados por calumnias agravadas por haber favorecido a Cosa Nostra), y ciertamente deben ser aclaradas.

Es absolutamente macroscópica, por ejemplo, la anomalía de la participación en las investigaciones, ya al día siguiente de la masacre, de los Servicios de Seguridad. Una iniciativa, prohibida por la ley, dirigida por el Fiscal Jefe de Caltanissetta, Giovanni Tinebra, quien solicitó directamente la ayuda del ex número tres del SISDE Bruno Contrada. Y es increíble que haya dos notas que el mismo Servicio Secreto Civil difundió en las primeras etapas de las investigaciones, una de las cuales ofrece elementos sobre Scarantino y sus vínculos mafiosos.

Sin embargo, nos volvemos a encontrar con la difusión de insinuaciones y representaciones falaces con respecto a algunos puntos de la historia.

Volviendo al artículo de MicroMega Fiammetta Borsellino continúa insistiendo, erróneamente, en hechos como la falta de careos comparativos de hechos entre el falso arrepentido Scarantino y los arrepentidos Salvatore Cancemi, Mario Santo Di Matteo y Gioacchino La Barbera. Específicamente, volvió a argumentar que "si ese careo se hubiese hecho y agregado al Borsellino uno, habría derribado todo el marco acusatorio".

A todos los efectos, se trata de afirmaciones con datos falsos, que pueden confundir a los jóvenes que nacieron en los años de las masacres y que tienen el derecho hoy de saber la verdad.

De hecho, incluso con esas comparaciones, hubo diversas valoraciones por parte de los jueces.

Esto fue muy bien explicado por el Procurador General de Palermo, Roberto Scarpinato, durante un debate sobre el desvío de la investigación en la Sala de la librería Feltrinelli, pero también recientemente en el Palacio de Justicia, destacando cómo esos informes, al final, fueron agregados a todos los juicios y evaluados por varios jueces y que esto no evitó las condenas de quienes hoy resultaron ser inocentes.

Y no sólo eso. Hablando de comparaciones, también recordó que en ese momento no era posible tener la certeza total de que sólo la versión de Scarantino fuese falsa, ya que incluso Cancemi y Mario Santo Di Matteo en ese momento no decían toda la verdad y el mismo hombre de la Guadagna mencionaba en la causa del atentado a personas que luego también serían indicadas por Spatuzza.

Es preciso recordar, además, que en el depósito pospuesto de los informes comparativos al Borsellino bis intervino el Juez de Instrucción de Catania que archivó la investigación abierta contra los fiscales adjuntos de Caltanissetta, Annamaria Palma, Carmelo Petralia y Nino Di Matteo, denunciados por los abogados Di Gregorio, Marasà y Scozzola por "comportamiento omisivo". Los jueces decidieron que la conducta de los fiscales, que depositaron las actas al final del proceso "Borsellino bis", carecía de cualquier "comportamiento omisivo".

De estos episodios, el mismo fiscal Di Matteo ya había informado, ofreciendo todas las explicaciones, tanto frente a la Comisión Parlamentaria Antimafia como en el proceso Borsellino quater.

Luego hay otro aspecto que debe considerarse en el análisis de lo que dijeron los colaboradores de justicia. Cancemi, quien siempre es recordado como uno de los que derrotó al hombre de la Guadagna, Vincenzo Scarantino, siempre durante el juicio Borsellino ter, dijo que mientras estaba en la corte en Palermo la abogada Rosalba Di Gregorio (quien fue también su abogada de confianza) le había confiado que sabía que había un importante fugitivo corleonés en contacto con los servicios secretos. Y el arrepentido no tuvo dudas en identificarlo como Provenzano. Un hecho que de ser cierto demostraría que la abogada, en ese momento, estaba cerca o al menos informada sobre las conexiones entre la mafia y los servicios. Si bien reconocemos que la misma Di Gregorio siempre ha negado el incidente, queda una duda: si creemos que Cancemi ha dicho la verdad sobre Scarantino ¿por qué debería haber mentido sobre la abogada?

Igualmente importante en la búsqueda de la verdad sobre la muerte de Borsellino es no dejarse confundir con las pistas del desvío, como la relación mafiosa-empresarial. Una historia que fue examinada a fondo por los jueces de Palermo con una larga investigación preliminar. Y para quienes apuntan el dedo contra el archivo de una parte de la investigación realizada por la Fiscalía de Palermo, el 20 de julio de 1992, debe recordarse que es un hecho conocido que esa investigación se basó en un informe "incompleto" de carabineros y sin los nombres de políticos prominentes que en cambio aparecieron en otra información archivada en otra fiscalía.

A un paso de la verdad

Hoy, gracias a los juicios de Florencia, a las investigaciones sobre el ataque fallido de Addaura, aquella sobre los sistemas criminales que luego se fusionó en parte con el proceso de la tratativa Estado-mafia, los de las masacres de Capaci y Via d'Amelio, la de Pizzolungo, el de la muerte del juez Scopelliti, sobre el papel de la 'Ndrangheta en las masacres y sobre las relaciones entre las mafias, la política, los empresarios y la masonería, son cada vez más evidentes esas "combinaciones híbridas" entre el crimen organizado, los centros de poder extra institucionales y los sectores desviados del Estado, de los que Giovanni Falcone hablaba ya en abril de 1986.

Después de tantos "silencios" y "omertá" en este país, sería hora de arrojar luz sobre ciertos hechos, abriendo los archivos estatales y revelando todos los secretos, sin tener que esperar a que un "arrepentido institucional" rompa el silencio y explique cómo y por qué nos hemos sometido a la negociación con la mafia. En esta dirección, las sentencias recientes no son el punto de llegada, sino un punto de partida para relanzar la búsqueda de las responsabilidades cada vez más evidentes de entornos y hombres ajenos a la mafia. Un último paso hacia la verdad para revelar, finalmente, ese "gran juego" que le costó la vida a jueces como Falcone, Borsellino, los agentes de sus escoltas y tantos ciudadanos indefensos.

Para lograr esto el discernimiento es necesario, sin caer en las trampas de la deslegitimación, la persecución y el aislamiento de los magistrados comprometidos precisamente en la búsqueda de la verdad sobre las masacres y los autores ideológicos externos. Por esta razón, no es posible poner en pie de igualdad las eventuales responsabilidades de los magistrados de la fiscalía nissena que se ocuparon de la masacre de Via d'Amelio. Por este motivo, debe recordarse que Antonino Di Matteo, hoy Fiscal Nacional Antimafia, se ocupó solo marginalmente de las investigaciones que más tarde surgieron en el "Borsellino bis", donde entró al debate de un juicio que ya había comenzado. Por el contrario, instruyó completamente las investigaciones sobre el "Borsellino ter" que, como mencionamos anteriormente, condujeron a la condena de todos los jefes de la Comisión Provincial y Regional y que no se vio afectado en lo más mínimo por los procesos de revisión. Y no debemos olvidar los esfuerzos realizados en la búsqueda de los autores intelectuales externos en las masacres de 1992, junto al colega Luca Tescaroli, en los años siguientes con las investigaciones sobre "Alfa y Beta" (o Silvio Berlusconi y Marcello Dell'Utri) o la presencia en via d'Amelio de Bruno Contrada, quien también fue acusado de ayudar en la masacre (y luego se archivó).

Precisamente a la luz de este compromiso, de los resultados obtenidos con el proceso de Capaci y el Borsellino ter, no sólo es injusto sino también erróneo mantener, al igual que Fiammetta Borsellino, que la fiscalía que trabajó desde 1994 no ha dado pruebas de capacidad investigativa, al menos en lo que se refiere al trabajo de los dos magistrados que, indudablemente, comenzaron la búsqueda de la verdad indicando el camino para llegar a los autores intelectuales externos.

El atentado

Igualmente incorrecto es disminuir la veracidad del atentado urdido por los jefes de Cosa Nostra (y no sólo ellos) contra el Fiscal Nacional Antimafia, Antonino Di Matteo. Un ataque que, según lo escrito por el Juez de Instrucción que archivó el expediente "permanece vigente". Amenazas, redadas, acecho, cartas anónimas, una sentencia de muerte emitida desde la cárcel por Totò Riina y la revelación de un plan ejecutivo real para matarlo han marcado los últimos años de la vida del magistrado. Las tramas del proyecto de atentado, repletas de explosivos traídos desde Calabria, fueron luego reveladas por el colaborador de justicia Vito Galatolo quien contó la carta recibida de los jefes de Palermo con las directivas del súper fugitivo de Castelvetrano, Matteo Messina Denaro. El hombre que nadie puede encontrar, en la carta fechada en el 2012, también explicó las razones por las cuales el ataque debía llevarse a cabo ("Me dijeron que llegó demasiado lejos") en un momento en que Di Matteo, junto con colegas de la Fiscalía de Palermo, estaba principalmente involucrado en investigaciones sobre la tratativa Estado-mafia.

Galatolo también reiteró que la eliminación del magistrado involucraba entidades externas. No "cualquier persona", pero sí "los mismos que en Borsellino". Para esto fue necesario instrumentalizar a un pariente de sangre de Paolo Borsellino, con la intención de deslegitimar al magistrado que, más que nadie, se ha acercado a la verdad sobre las masacres (en particular la de Via d'Amelio), es un acto inmoral y serio que no puede ser ignorado. Una acción que fortalece justamente a esos poderes externos a Cosa Nostra que quieren evitar que la luz sea hecha sobre masacres, tratativas y sistemas criminales.

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Foto de Portada: Shobha/ Paolo Borsellino y Giovanni Falcone

Foto 2: El juez Alfredo Montalto lee la sentencia del proceso tratativa Estado-mafia

Foto 3: Capaci, 23 de mayo de 1992. El cráter en la autopista provocado por la explosión

Foto 4: Imagoeconomica/ El ex magistrado Giovanni Tinebra

Foto 5: Imagoeconomica/ Silvio Berlusconi y Marcello Dell'Utri en una foto del 2003

Foto 6: Imagoeconomica/Antonino Di Matteo