napolitanofrenteNAPOLITANO CONFIRMA QUE LA MAFIA QUERÍA CHANTAJEAR AL ESTADO
Por Giorgio Bongiovanni - 29 de Octubre de 2014
Antes de comenzar es inevitable hacer algunas aclaraciones a todos los periodistas-felpudo, a los expertos y a aquellos que, con mala fe, han insultado a los Fiscales de Palermo por haberse atrevido a interrogar al Presidente de la República en el proceso judicial sobre la negociación Estado-mafia.
Primera, porque recordemos que fue el mismo Giorgio Napolitano quien razonablemente aceptó declarar, respondiendo a todas las preguntas (a pesar de que, según nuestra opinión, en forma no completamente satisfactoria).

Contrariamente a muchas voces que se han alzado en contra de la citación de los Fiscales, la audiencia del día de ayer ha sido fundamental. Como mínimo para demostrarle a la opinión pública que el Jefe de Estado es un ciudadano como todos los demás y como tal puede (debe) declarar en un juicio en el momento que es llamado a hacerlo.
Segunda, porque efectivamente algo sabía Napolitano. Sobre la carta que recibiera de Loris D’Ambrosio dice poco y nada, sosteniendo frente a los Fiscales que, a pesar de haber considerado como “dramáticas” las frases escritas por el ex asesor del Palacio del Quirinal, en ese momento histórico consideró más importante convencerlo de que no se dimitiera en lugar de aclarar porqué D'Ambrosio se sentía “solo un ingenuo y útil escribano para servir de escudo para pactos impronunciables”.
Pero el interrogatorio al Jefe de Estado llega al punto crucial cuando el testigo de altísimo nivel explica que, junto a Oscar Luigi Scalfaro y a Giovanni Spadolini (entonces Presidentes respectivamente, de la Cámara, República y Senado) Napolitano estaba al corriente perfectamente de la gravísima situación vivida durante el período de las bombas de 1992 y 1993. Y cuando Nino Di Matteo le pregunta si la percepción que había tenido era de un “chantaje de Cosa Nostra” en contra de las instituciones, el Jefe de Estado confirma relacionando los atentados, con una “estrategia del sector corleonese de Cosa Nostra para poner al Estado frente a un aut-aut (ultimatum), según ha dicho el Fiscal titular del juicio sobre la negociación al ser entrevistado por el programa “Servizio Pubblico”
Esta confirmación desmiente por completo a todos aquellos “estadistas” que durante veinte años han dicho que no sabían nada. Pero la pregunta es otra: ¿quién habló con Napolitano – y presumiblemente con otras personalidades políticas del nivel de Scalfaro, Spadolini, de Nicola Mancino, ex Ministro del Interior – de una matriz “corleonesa”, así como de la “división” entre “tendencias opuestas” en el interior de Cosa Nostra?
En esa época nadie estaba al corriente, ni siquiera Gianni De Gennaro, ex jefe de la Dirección Investigativa Antimafia. Así, mientras que en los primeros años de la década de los Noventa corrían rumores sobre una estrategia violenta iniciada por Totò Riina y Bernardo Provenzano de comun acuerdo, alguien les pasó a los altos cargos institucionales una información completamente diferente. Este “alguien” no podía ser otro que quien en ese momento, desde dentro del Estado, estaba empezando una negociación con los dos jefes mafiosos corleoneses. Y si Napolitano sabía del chantaje, como ha confirmado ante la Corte de Palermo, no podía ignorar cuál era la apuesta del juego.  
Las palabras del Presidente, que de todos modos jamás pronunció la palabra “negociación”, han abierto una brecha en las tensiones registradas por el Gobierno durante el bienio terrorista, incluido el proyecto de un atentado orquestado en contra del mismo Jefe de Estado junto al Senador Spadolini, que se encuadraría en el mismo plan de chantaje. Las palabras del único sobreviviente protagonista de estos hechos (Scalfaro y Spadolini ya han fallecido, n.d.r.) significa un logro histórico a favor de los Fiscales de Palermo en el primer cara a cara después de que el Presidente hubiera arrastrado a los magistrados a un incomprensible conflicto de atribuciones sobre las llamadas telefónicas que el mismo mantuviera con Mancino, un argumento tabú en el marco de la audiencia de ayer. Pero que es lícito pensar que su contenido podría ser “incómodo” para la imagen presidencial en el caso hipotético de que el Jefe de Estado hubiera accedido a una eventual disponibilidad de ayudar al ex Ministro (imputado por falso testimonio en el juicio sobre la negociación), o hubiera hecho comentarios poco oportunos sobre la Fiscalía de Palermo y sobre sus Fiscales, más allá de que estos hubieran sido irrelevantes en cuanto al juicio y a las investigaciones sobre las conversaciones entre la mafia y el Estado.
De todas formas, a nuestro juicio el Presidente sabe mucho más de lo que ha dicho: a pesar de que no se haya atrincherado detrás del silencio que ha caracterizado los interrogatorios de los “estadistas” antes mencionados, no deja de ser cierto que, de alguna forma, Napolitano ha respetado el secreto de Estado que nosotros pensamos que se cela detrás sobre los atentados del ’92 y ’93. Queda claro que no se sabe efectivamente si el Presidente sabe (y si así es, cuánto) sobre el secreto de Estado que, en ocasiones directo y en otras esquivo, quiso respetar a pesar de haberles brindado importantes elementos de prueba a los magistrados de la acusación pública. Pero si finalmente llegara a salir a la luz podría liberar a toda Italia de un caso trágico en el que el mismo Estado es profundamente culpable. Y esto es lo más dramático y nauseabundo. En conclusión, pensamos que el testimonio del Jefe de Estado frente a la Corte de Palermo (que viajó hasta Roma) ha sido una completa prueba tangible a favor de la acusación pública, de una importancia fundamental para este histórico juicio.
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