Pero en el fallo del martes, la Alta Corte determinó que, para las cinco acusaciones, había muchas eventualidades improbables que el jurado no había considerado debidamente. En particular, según los jueces, la Corte de Apelaciones de Victoria, que en agosto pasado confirmó la condena del cardenal George Pell, "no abordó la cuestión de si existía una posibilidad razonable de que el crimen no hubiera tenido lugar", es decir, la ausencia de cualquier duda razonable.

Pell había sido declarado culpable de abuso a dos monaguillos de 13 años del coro de la Catedral de San Patricio, en Melbourne, en la década de 1990. La policía del estado de Victoria acusó a Pell de abuso sexual de los dos adolescentes, conocidos como "J" y "R", cometidos en 1996 y 1997 en la catedral de la que era arzobispo. Inicialmente, también fue acusado de otros casos de pedofilia que ocurrieron en su ciudad natal, Ballarat, y que datan de los años 70, pero las investigaciones fueron archivadas.

Durante el juicio, "J" de 30 años testificó a puertas cerradas, mientras que "R", la otra presunta víctima que murió en el 2010 por una sobredosis, como consecuencia del abuso sufrido - según la acusación - fue testificada por el padre.

Según los jueces de la Alta Corte, sin embargo, también hubo otros testimonios en los que se decía que Pell, entonces arzobispo de Melbourne, saludaba a los feligreses en las escaleras frente a la catedral, durante períodos de hasta 15 minutos después de la misa, los mismos minutos en los que fue acusado de acoso en la sacristía.

En marzo del 2019, Pell fue declarado unánimemente culpable por un jurado popular – después de que un primer juicio, que databa de diciembre de 2018, fuera anulado debido a un desacuerdo entre sus miembros– y sentenciado a 6 años de prisión.

En la sentencia, confirmada en apelación en agosto de 2019 por la Corte Suprema del Estado de Victoria, los tres jueces se dividieron: dos ratificaron la sentencia anterior mientras que el tercero le dio la razón al cardenal. George Pell, que siempre se proclamó inocente, ahora se encontraría en un monasterio claretiano en Melbourne.

Más allá de la sentencia que absolvió a Pell de los cargos, sobre su figura quedan "dudas razonables". Porque junto a las "sombras" sobre el caso específico que lo llevó ante un Tribunal hay docenas de testimonios, de niños y niñas que, durante las audiencias de la Royal Commission, una comisión nacional encargada por el gobierno de Camberra, señalaron a Pell como encubridor, como un hombre que defendió sistemáticamente a los pedófilos australianos, como un obispo que inventó un sistema de compensación que en realidad usaba "para destruir y controlar a las víctimas y defender la imagen y los fondos de la Iglesia".

En el Espresso y en el libro "Lussuria", el periodista Emiliano Fittipaldi, documentó cómo Pell les pidió a las familias destruidas que aceptaran, para cerrar definitivamente el caso en el ámbito civil, 30 mil euros o cómo el cardenal acompañaba a los pedófilos en serie como su amigo Gerald Ridsdale (finalmente condenado por violar a docenas de niños) a la corte. Otras víctimas informaron, en testimonio jurado, cómo Pell intentó comprar su silencio. En resumen, incluso en este caso no podemos detenernos sólo en la sentencia. Y mirando más de cerca, tal como escribieron los miembros de la Royal Commission en un informe del 2015, el comportamiento de Pell sigue siendo "poco cristiano".

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*Foto de Portada: © Imagoeconomica