Por Jean Georges Almendras-25 de marzo de 2018

Multitudes tomaron las calles. Miles y miles, en toda la tierra argentina.

Carteles de todo tipo señalando con letras de pueblo, a los dictadores de ayer y a los dictadores de hoy. Multitudes de hombres y mujeres. A paso firme. En el gran Buenos Aires y en los lugares más recónditos de la República Argentina. Fueron multitudes las que literalmente tomaron calles y plazas. Hicieron de ellas los bastiones de una lucha que está en curso. Porque los atentados de los dictadores, de los genocidas y de los servidores del terrorismo de Estado de hace 42 años, también están en curso. Porque en muchas de las calles de la capital y del interior de la Argentina, represiones e impunidades hoy están vigentes, como hace 42 años. Solo que hace 42 años, la bota militar estaba al descubierto, apoyada por los sicarios del sistema político de aquellos días y por los poderosos de las tierras del Norte. Hoy, esas botas militares visten saco y corbata, y visten ropajes de una democracia, obviamente falsa. Pero no por ello es menos criminal y menos dañina que la de hace 42 años.

Este sábado 24 de marzo en la República Argentina se vivieron momentos de luchas, más que de aniversario. Aniversario de uno de los tantos vejámenes que sufrió ese país, y nuestra América Latina: la dictadura militar encabezada por el Gral. Jorge Rafael Videla, hoy fallecido.

Memoria, verdad y justicia gritaron por las calles de las ciudades argentinas, este 24 de marzo de 2018, hombres y mujeres de todas las edades, representando a los 30.000 desaparecidos de una tierra mancillada por los emperadores de turno, regándola con sangre y ultrajándola con alevosía, para evitar que los revoltosos, los sediciosos, los zurdos, los anarquistas, los escritores, los poetas, los músicos, los actores, los periodistas, los obreros, los sacerdotes y las monjas tercermundistas, los guerrilleros , tuvieran voz, y lo que es peor, tuvieran la oportunidad de abrir las conciencias de sus coterráneos para poder darles una patada en el culo a los represores del Plan Cóndor, del plan estadounidense. Ese plan estadounidense, ese Plan Cóndor, que hoy viste otros atuendos y apela a otras artimañas y a otros artilugios para hacerse lugar en nuestra América Latina, que sigue de venas abiertas. Desangrada en recursos, en vidas, en su economía, en su cultura y en su memoria.

Multitudes tomaron las calles. Miles y miles, en toda la tierra Argentina.

Multitudes que pregonaron a voces y en carteles: Basta de represiones. Basta de persecuciones sociales. Basta de diferencias e injusticias sociales. Basta de persecuciones a los pueblos originarios. Basta de persecuciones a los que viven en medio de la pobreza, sumergidos y asfixiados por las carencias económicas, culturales y educativas. Basta de ajustes económicos para complacer a los intereses extranjeros degollando a los sectores más vulnerables. Basta de discriminaciones. Basta de doctrinas económicas, que son nefastas para vivir el día a día. Basta de hipocresías descaradas. Basta de asesinatos por la espalda y basta de cinismos para encubrirlos y para distorsionar verdades. Basta de cierres de fábricas. Basta de cercenar fuentes de trabajo. Basta de manosear a los educadores. Basta de jugar con la vida de los vulnerables. Basta. Basta.

Esas verdades que rompen los ojos. Esas verdades que los medios de comunicación serviles al poder y al dinero, contante y sonante, descaradamente distorsionan. Esas verdades de muertes y de abusos, que se presentan, cínicamente alteradas.

Alteradas para preservar a los asesinos de uniforme: uniformes de la Gendarmería Nacional, uniformes del grupo Albatros, uniformes policiales. Uniformes. Y más uniformes.

Esas verdades corroídas, mordidas, devoradas. Esas verdades que rompen los ojos. Esas verdades que son carcomidas por los octodontes, para que no se haga justicia.

Los octodontes de hoy. ¿Octodontes?

Esas verdades con nombre y apellido, que son maquiavélicamente alteradas desde hace 42 años: porque los 30.000 desaparecidos tienen nombre y apellido, y no son un invento, como se pretende imponer hoy; porque los 30.000 desaparecidos tienen hijos, padres, madres, esposas, esposos, abuelas y abuelos; y tienen compañeros de lucha. Pero no tuvieron justicia. Y no tuvieron ciudadanos justos, ni instituciones democráticas verdaderas que los defendieran. Porque estaban los milicos. Milicos cebados por la codicia, la criminalidad y la sed de poder.

Esas verdades con el rostro de la desaparición forzada seguida de muerte de Santiago Maldonado, por parte de uniformados de la Gendarmería Nacional. Esas verdades con el rostro del asesinato brutal del joven mapuche Rafael Nahuel, por parte de fuerzas del grupo Albatros de la Prefectura Naval de Bariloche. Esas verdades con el rostro de la extradición a Chile ilegal y provocadora del Lonko Facundo Jones Huala, jefe espiritual mapuche de la Pu Lof Cushamen en Resistencia. Esas verdades con el rostro de las constantes represiones violentas y de tinte colonialista, contra las comunidades mapuches en Bariloche y en la provincia de Chubut, y que nada tienen que ver con prácticas terroristas, por más que desde la Casa Rosada los tilden como peligrosos aborígenes a quienes no se les puede deparar más que una prisión como Guantánamo o si fuera mejor, el campo santo. Esas verdades con el rostro de las represiones brutales que se cometieron y se cometen contra quienes, ejerciendo la libertad de expresión garantizada por la Constitución Nacional, protagonizan protestas sociales y son brutalmente reprimidos y judicializados, porque protestar hoy en democracia, se entiende como un delito al que hay sancionar, cueste lo que cueste. Esas verdades con el rostro del niño Facundo Ferreira de 12 años asesinado de un tiro en la nuca y perdigones en Tucumán, por policías que dijeron cínicamente que era un delincuente que huía en una moto tiroteándolos. Esas verdades con el rostro de la doctrina Chocobar que hay que justificar. Esas verdades con el rostro de prisiones domiciliarias solicitadas para los genocidas, torturadores, ladrones de bebés y asesinos de la dictadura militar.

Verdades, y más verdades (que no alcanzarían páginas y páginas para enumerarlas y detallarlas) que son roídas y mordidas, por los octodontes de hoy. ¿Octodontes?

Sí. Octodontes, que roen la paz de los argentinos amparados en la legalidad y en la democracia entre comillas, de un régimen fascista que tiene un nombre y un apellido: Mauricio Macri. ¿Octodontes?

Sí. Octodontes, que roen la paz a los argentinos. Octodontes como Patricia Bullrich, Gonzalo Cané, Pablo Nocetti y muchos más. Esos muchos más que desde la Casa Rosada y desde el Congreso, y desde el Poder Judicial, son los roedores de hoy. Los octodontes de los medios de comunicación oficialistas (Clarín, La Nación, TN) que no hacen otra cosa que contaminar a los argentinos con burdas difamaciones para manipular a las masas. Al pueblo. ¿Octodontes?

Sí. Octodontes, que roen el Estado de Derecho. Que roen las esperanzas de los argentinos. ¿Octodontes?

Sí. Octodontes: que así se les dice en Chile a los roedores. Y hay tres tipos principales de roedores que son motivo de preocupación en Chile: la rata gris o guarem, la rata negra o de los tejados, y el ratón o la laucha.

Los roedores, que éste sábado 24 de marzo, fueron arrinconados por multitudes que tomaron las calles y las plazas en toda la tierra argentina.

En una de esas calles, en Rosario, los jóvenes del Movimiento Our Voice (Nuestra Voz) se expresaron ingeniosamente en contra de los octodontes, con un cuadro lleno de ironía y de dolor.

Y el fotógrafo Rodolfo Hachen lo registró y lo divulgó. Y ahora lo hacemos nosotros.

Para que los octodontes tengan muy presente que los jóvenes de hoy viven en los 30.000 desaparecidos, y que los jóvenes de hoy no permitirán, que los militares de ayer o los militares de hoy, hagan callar a las nuevas generaciones, tal como lo hicieron hace 42 años.

Para que los octodontes se sientan arrinconados, por los hombres libres, que quieren liberarse de ellos, de los roedores de vidas y de valores.

Esos octodontes que todavía están caminando y conviviendo entre nosotros: como gobernantes, como ministros, como gobernadores, como asesores, como legisladores, como jueces, como fiscales, como funcionarios, como uniformados, como periodistas, como empresarios, como ciudadanos.

Y si están entre nosotros, ya es hora que aprendamos a estar unidos para destruirlos, denunciarlos, desenmascararlos, llevarlos a prisión y no elegirlos más en las elecciones nacionales Para que no se repita la historia de hace 42 años. Y para que nuestros jóvenes, nuestros hijos y nuestros nietos, sencillamente, vivan en una Argentina mejor.

En una América Latina mejor. En un mundo mejor.

Porque lamentablemente los octodontes no tienen fronteras, tienen impunidad.

La impunidad que protege a los asesinos que llevaron a la práctica el Plan Cóndor en Argentina, Uruguay, Brasil, Chile, Paraguay, y Bolivia; a los asesinos de los periodistas caídos por informar y denunciar al crimen organizado y a los gobernantes comidos por la mafia en México, en Paraguay y en Centro América; a los asesinos de los activistas y campesinos hondureños como Berta Cáceres; a los asesinos de la narco política de nuestro amigo y colega Pablo Medina en Paraguay, donde además masacran impunemente a campesinos para arrebatarles sus tierras; a los asesinos de la activista feminista y defensora de los derechos humanos brasileña Marielle Franco; a los asesinos de los jueces, fiscales, sacerdotes y periodistas que se enfrentaron a la mafia casada con el Estado en Italia, hace 100 años y hoy mismo.

La impunidad a la que debemos pulverizar con militancia en las calles. Con más acciones comprometidas y con menos discursos demagógicos.

Esa impunidad que sigue protegiendo a los octodontes que no son más que los asesinos de la humanidad y del planeta.

¿Es tan difícil entenderlo?

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*Foto de Portada: www.pagina12.com Andrés Macera.

*Foto 2: Movimiento Cultural Internacional Our Voice (Nuestra Voz)