Es como si Augusta hiciera suyas las palabras de la poetisa: "Me gustaría dormir, queridos amigos, donde ningún pomposo poder pueda robar al hombre su derecho más sagrado; mi sueño estará tranquilo en una tumba donde nadie llamará esclavo a su hermano. No pido un monumento alto y majestuoso que detenga los ojos de los transeúntes, todo lo que mi espíritu ardientemente implora es que no me sepulten en una tierra de esclavos". Ante esta mujer dotada de tanta fuerza tenemos el deber moral de continuar desempeñando nuestra parte. Por ella, por Vincenzo – cuyo reclamo de justicia requiere que nos ubiquemos del lado correcto –, por su familia, por todos nosotros. Porque mientras no tengamos verdad y justicia para Nino e Ida, también seremos esclavos de un Estado-mafia que nos mantiene prisioneros.

En estas horas frenéticas en las que vuelven a la mente los momentos vividos junto a Augusta, todavía parecen resonar sus palabras pronunciadas en la iglesia de San Gaetano, en Brancaccio, el 1º de julio del 2014. Ese día se celebraba el 25º aniversario de bodas de Nino e Ida.

Junto a don Ciotti y a don Francofonte, Augusta tomó el micrófono y nos acompañó en un sueño. "En 2013 - murmuró en un susurro - en la última semana de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo, me quedé dormida en la mesa de la cocina con el televisor encendido, poco después soñé con Jesús y le pregunté: 'Señor ¿este año podré saber quién mató a mis seres queridos?'. El Señor me dijo: 'Es temprano, todavía tienes que caminar y dar a conocer la historia de tu hijo'. Respondí: 'Señor, estoy cansada, no puedo soportarlo más, ya hemos caminado tanto...'.En el sueño seguí caminando por casi 20 km, en la distancia vi una cruz muy grande, de unos 6 metros de altura. Me acerqué, miré al Señor que tenía los ojos cerrados y exclamé: 'Señor, estás muerto... entonces ya no hay más esperanza de saber la verdad sobre mis seres queridos...' y entonces comencé a llorar. Después lo miré de nuevo y vi que tenía los ojos abiertos: "Señor, le dije, te has levantado, así como se levantará la verdad sobre la muerte de Nino e Ida".Al día siguiente, me llamó una escuela de Camporeale para ir a conmemorar con ellos a una víctima de la mafia, Giuseppe Montalbano, y fue entonces que, después de haber recorrido 20 km, encontré la misma cruz que había soñado, cuando llegué a sus pies dije:"Señor, estás aquí... te he visto anoche y te veo ahora, por favor, Jesús, hazme saber quién fue... ', y es por esto que creo que Dios me hará justicia".

La fe inquebrantable de esta mujer ha ido más allá de ella misma. La justicia que Augusta anhelaba ardientemente, sin embargo, aún debe llegar. "Cuando muera – dijo hace unos años – quiero que se escriba textualmente en mi lápida: aquí yace una madre que espera justicia". La cual debemos buscar por todos los medios. Y cuando el dolor y la desilusión tomen el control, no podemos retroceder un paso. Porque ella no lo habría hecho.

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Foto © Shobha