A  18 años de su asesinato, por luchar contra el sistema mafioso en el Paraguay

Por Jorge Figueredo, Asunción, 6 de enero de 2019

En víspera de la festividad de los Reyes Magos del año 2001, un día caluroso, donde el sudor y el hastío suelen ser como la segunda piel que llevamos los paraguayos,  Salvador Medina había tenido una jornada bastante activa. Realizó labores hogareñas, salió a tomar terere con sus amigos y hasta tuvo tiempo para visitar un taller mecánico, compartiendo bromas y anécdotas con vecinos y compueblanos.  

A pesar de sus 27 años, Salvador, era un joven singular, lleno de entusiasmo e ideales. Además de cursar el cuarto año de la carrera de derecho, era profesor de guaraní y tenía un programa de música folclórica en la radio de su comunidad, donde además de difundir las melodías de la cultura guaraní, denunciaba a los traficantes de madera, drogas y las actividades ilícitas del crimen organizado de la región.

Tenía una mirada melancólica, profunda, como la de un anciano, a pesar de su juventud.  Le gustaban las bromas, jugar con sus amigos, reír de sus anécdotas.  En tan poco tiempo de vida parecía haber ya vivido cien años o más. Había alcanzado una condición parecida a la sabiduría, como pocos siendo veinteañero.

Nunca lo vi de mal humor. Al contrario, estaba siempre con una sonrisa fraternal y amigable. No era charlatán ni polémico. Siempre expresaba la palabra justa, con equilibrio, transmitiendo siempre sus ideas con mucho respeto. Hasta parecía dar siempre un mensaje filosófico, espontáneo.  Era callado, le gustaba reflexionar, observar, escuchar y finalmente expresar lo que sentía y percibía.  

Sobresalió  siempre   Salvador por su humildad, su sencillez de joven campesino, educado lejos de la capital, pero con una rica cultura guaraní.  Jamás buscaba imponer sus ideas, sino siempre se expresaba con mucha aristocracia, como un caballero templario.

Le preocupaba el sufrimiento y la injusticia en la que vivían los más marginados del Paraguay, la falta de tierras de los campesinos, los obreros que no tenían trabajo o eran explotados por una mísera suma de dinero.  Soñaba con una reforma agraria integral en el campo, y con una ciudad en la  que las personas puedan recibir un salario digno, acceder a la vivienda, a una educación de calidad. En suma, soñaba con la justicia social, en un país donde la corrupción y la impunidad era el pan nuestro de cada día.

Salvador, fue el mejor egresado de su promoción en el colegio nacional de Capiibary en el año 1994, con medalla de oro.

Su hermano Francisco Medina recuerda que Salvador dio un discurso memorable en su graduación.  Denunció la desigualdad social, la falta de oportunidades de los campesinos para estudiar en la Universidad, quienes tienen que superar muchos obstáculos para poder recibir una educación terciaria, por más talento que tengan. Y denunció la corrupción e impunidad reinante dentro del Estado que permite que esta injusticia.

Cuando le sobrevino la muerte, Salvador como todo joven tenía planes y sueños: por ejemplo terminar la carrera de abogacía y luego volver a su tierra natal a dedicarse a la enseñanza del idioma guaraní; por ejemplo continuar con sus programas radiales de defensa de la naturaleza, en una región donde la deforestación ya en aquellos años era alarmante y criminal, con la complicidad de parte de las autoridades policiales y judiciales.

Horas antes de su muerte, el joven director de la Radio Comunitaria Remití de la Ciudad de Capibary, jamás se habrá imaginado que  iría al encuentro con su asesino Milciades  Maylin .  A pesar de que había recibido varias amenazas de muerte, por sus denuncias realizadas en la radio comunitaria, no penso que la maldad y la crueldad de los criminales llegaría a tan lejos.

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 Había dedicado sus mejores años de su juventud al cultivo de su espíritu, a difundir no solo el idioma guaraní sino la cultura de una civilización que era lo opuesto a la cultura occidental: imperialista, capitalista, invasora y violenta. El encarno en su vida la cultura guaraní, silenciosa, pero firme, con una sabiduría milenaria, que no dejo como herencia grandes obras arquitectónicas, pero si un idioma antediluviano, con una cosmovisión en sintonía con la madre tierra, respetuosa de las leyes cósmicas y de la naturaleza

El pasado cinco de enero de 2019, recordamos 18 años del asesinato de Salvador Medina, a manos de un sicario: Milciades Maylin, al servicio del crimen organizado.

Salvador, con su voz limpia y clara desenmascaró a la mafia del narcotráfico, del tráfico de rollos y la complicidad de los políticos de la zona con el crimen organizado.

Fue un joven revolucionario que aspiraba a vivir en un país libre de corrupción, de injusticia y de mafia. Luchó siempre contra los males del mundo: la mafia, la destrucción del medio ambiente, el egoísmo y la indiferencia de la sociedad de consumo, y aposto por la cultura, la cultura guaraní solidaria, humanista y sabia: que históricamente creyó y busco la tierra sin mal; como uno de los instrumentos de liberación del pueblo.

Siempre fue coherente con sus ideales. Él representaba al joven del futuro, muy humano, amante de la justicia, bondadoso, transparente y que enfrentó cara a cara al monstruo del sistema criminal. Porque su guerra no fue solo contra la mafia, también fue contra el capitalismo deshumanizante, la esclavitud mental y espiritual del hombre moderno.  

Es por eso que los verdaderos responsables de su muerte, utilizaron a Milciades Maylin para acabar con una persona incomoda, que atentaba contra sus proyectos criminales.  Detrás del sicario, estaba toda una estructura, todo un sistema mafioso, que no podía permitir que alguien se atreva a despertar la conciencia de la gente y mucho menos tolerar que promueva una nueva cultura, la cultura de la justicia y la libertad.  

El verdadero motivo de por qué segaron su vida, es que Salvador Medina era un joven que encendió la antorcha de la libertad, de la verdad, de la pasión por la justicia, en un país y sistema donde prevalecía (y prevalece) la mafia, el crimen organizado, la cultura de la ilegalidad, y el miedo.    

Fue un auténtico joven revolucionario.  Pero sus ideales no han muerto. Su energía vital, su amor por la humanidad continúa ardiendo en los corazones de los jóvenes del presente, como en los integrantes del movimiento cultural internacional “Our Voice” que luchan contra los males del mundo, como él lo hizo.

Salvador Medina, ha sido un mártir como Santiago Leguizamón, Pablo Medina y tantos otros periodistas y luchadores sociales que fueron pioneros en la lucha contra el sistema criminal dominante. Pero hoy nos toca a nosotros asumir la responsabilidad de seguir las huellas y el legado dejado por estos hombres, que iluminaron las tinieblas en que vivíamos, y no podemos permitir que esa luz se apague sino al contrario, debemos continuar encendiendo esa antorcha, hacerla aún más brillante, hasta lograr llegar al sol de la liberación de la dictadura mafiosa que nos oprime y nos mantiene prisioneros.

Solo así seremos libres como lo soñó este joven con una firmeza en su conducta, con un conocimiento de sabios y una voluntad de hierro.

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*Foto de Portada: www.diarioabescolor.com

*Foto 2: www.diarioabeccolor.com  /Milciades Maylin , sicario asesino de Salvador Medina en una audiencia del juicio que lo llevó a la cárcel; nunca reveló la identidad de los autores ideológicos del crimen.