Viernes 19 Abril 2024
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En los años 1992 y 1994 dos atentados con explosivos en edificios emblemáticos de la colectividad judía (israelí) en la Argentina hicieron temblar la ciudad de Buenos Aires, con un saldo considerable en víctimas, en cada uno de los casos. Los atentados se cometieron en perjuicio de la Embajada de Israel y de la sede de la AMIA. Hasta la fecha no se definieron responsables. Hasta la fecha permanecen impunes. Hasta la fecha, oficialmente es voz pópuli, que la autoría de estos estragos es de elementos iraníes. Hasta la fecha también, en paralelo a estas “verdades”, un periodista de investigación independiente: Juan José Salinas valerosamente marcó presencia sobre estos dos atentados. Una presencia que tira abajo desde la raíz la versión oficial (o al menos la versión que se quiere imponer) de que los iraníes promovieron, ejecutaron y causaron los bombazos. Juan José Salinas, un hombre de 65 años, nacido en Buenos Aires, periodista y escritor de profesión, muy respetado en el medio, ha hincado el diente (con admirable lucidez en el trabajo de campo) en estos episodios y ha lanzado en un reciente libro: “Infamia” la descarnada conclusión de que en ambos bombazos tuvieron que ver los servicios de inteligencia tales como el Mossad (de Israel) y  la SIDE. Una verdadera trama criminal donde  intereses políticos e ideológicos de Israel (y de Estados Unidos) (y de los servicios operando en la Argentina y fuera de ella) estuvieron en juego, y donde la presencia iraní (ausente por completo) fue más bien una suerte de chivo expiatoria que recibiría todos los golpes más insospechados desde lo más intricados escenarios del sub mundo de la Inteligencia internacional, verdadera artífice de las dos explosiones y verdadera encubridora de los responsables de las masacres. Masacres que hoy tienen mucho que ver con el famoso “Memorándum con Irán, el ingeniero Antonio “Jaime” Stiuso y la muerte del Fiscal Alberto Natalio Nisman, a cargo de la investigación  sobre el atentado a la AMIA”. Los jóvenes periodistas del programa Frecuencia Joven de FM AZ 92.7, de Rosario, Argentina tuvieron el muy buen tino de entrevistar al periodista Juan José Salinas a comienzos de este mes de diciembre que cierra este 2018. La entrevista nos aporta sobrada luz para entender con claridad la forma en que nació la investigación periodística, su esencia y su sentido, y lo más importante, los resultados de la misma. Resultados que nos estremecen, porque nos revelan, descarnadamente, los pesados telones de fondo sobre los cuales descansan los pormenores y los detalles de las dos tragedias, en todas sus diferentes facetas y con todos sus muy bien individualizados involucrados. Muerte y dolor, e impunidad, y maquinaciones de la política internacional, se dieron cita en los dos días trágicos, y que se revivieron en la entrevista, que en definitiva conforma un muy buen y oportuno prólogo de un libro que debe ser una obligación leerlo. Leerlo especialmente para conocer las verdades (que no pocos desean que no se conozcan)  de esos dos atentados, cuya autoría tiene nombres y apellidos. Nombres y apellidos de personas y de instituciones, desafortunada y horrorosamente pertenecientes al ámbito israelí y a su red de servicios de inteligencia propios y en estrecho vínculo con  otros, allende la Argentina, en un contexto de neto corte mafioso. Porque el tema mafioso fue, entre otros, el primordial patrón de los dos atentados.   

 -Gracias por la oportunidad de hablar de tu investigación. ¿Si tuvieras que definir el contexto en que la misma se desarrolló, nos referimos al tema de la AMIA, cómo lo harías?

-Yo entré a la investigación del tema de la AMIA un poco de casualidad, de carambola, porque había escrito mi primer libro con Julio Villalonga, se llamó “Gorriarán, la Tablada y las Guerras de Inteligencia en América Latina” y le había gustado mucho a Pedro Brieger, que tenía una relación a través de una secretaria con el entonces presidente de la AMIA y para octubre del ’94 ya estaba muy claro que durante los primeros días después del atentado – que fue en julio de ese año – se había avanzado y se había llegado a ciertas conclusiones. Lo primero que había hecho la policía fue ir a lugares de familiares de Emir Yoma y a los tres días creo, ahora no me acuerdo con precisión, pero en muy poco tiempo, habían llegado a un departamento de la calle Cochabamba, en el principal barrio árabe de la ciudad que es San Cristóbal. En ese edificio tenía un departamento Carlos Menem, que era donde había vivido cuando salió de la cárcel de Mar del Plata donde estuvo confinado en el año ’82, todavía en dictadura, y también tenía un departamento ahí el médico de Menem, Alejandro Tfeli, que ya falleció y que es importante porque yo lo voy a terminar denunciando en un documento de casi 90 páginas, porque él estaba – a mi modo de ver – directamente involucrado en la factura del atentado. Como este libro le gustó a Pedro Brieger y al presidente de la AMIA de entonces, Alberto Crupnicoff, y se daban cuenta de que después de esos 3 o 4 días donde se avanzó se había retrocedido, e incluso se había tratado de borrar por todos los medios lo que se había descubierto, porque también habían ido presos los dueños de la empresa de la volquete que habían puesto en la puerta de la AMIA, cuatro minutos o algo así antes de que todo volara por los aires, y habían comprado – eso lo podemos justificar bien – 10 toneladas del explosivo utilizado, nitrato de amonio o amonal, hecho que también había sido ocultado, no había salido en ningún diario ni en ningún lado. Y ante esa sospecha, Pedro Brieger con mucha astucia y don de la oportunidad lo convenció a Crupnicoff de armar un equipo propio de investigación. Me vino a ver a mí directamente. En esa época yo trabajaba en Télam, en la sección Economía,  y me dijo como le parecía que había que formar el equipo. Él ya tenía cuatro estudiantes avanzados de TEA (Taller Escuela Agencia) donde él era profesor y yo le pedí que contratara al entonces jefe de documentación del CELS, Daniel Fontanini, y a Hernán López Echagüe, entre otros motivos porque, además de ser un escritor muy conocido, como le habían pegado tenía una custodia de la Policía Federal, y esa custodia de la Policía Federal era justamente de los policías encargados de investigar el atentado. Con ese grupo así conformado trabajamos un mes con el expediente judicial. Pedro alquiló una casa que no le dijimos ni a nuestras familias dónde quedaba, ni les dimos el teléfono. Llamábamos nosotros una o dos veces por día a nuestros familiares, para poder trabajar sin interrupciones. Trabajamos así durante un mes, casi hasta fin de año, cuando desde Israel lo convocaron a Crupnicoff (Alberto), mejor dicho, Beraja (Rubén) le dijo a Crupnicoff – que era el presidente de la AMIA – que lo llamaban de Israel, nos pidieron que redactáramos un informe. Ese informe decía entre otras cosas que estaba claro que gente de la Policía Federal estaba involucrada en el atentado, probablemente los de la llamada Banda de los Comisarios, la misma banda que había secuestrado a varios empresarios y familiares de empresarios y también a Mauricio Macri. Así se fueron entonces a Israel Beraja y Crupnicoff y a la vuelta, ante nuestra gran sorpresa, se levantó el equipo de investigación, se lo clausuró, se lo cerró, se llevaron la fotocopiadora, se llevaron los expedientes judiciales, se llevaron los escritorios y las computadoras. Era evidente que Israel no quería que se investigara. Entonces Fontanini y las dos chicas, porque eran dos varones y dos chicas los estudiantes, dos chicas entre las cuales estaba una periodista que después se hizo muy conocida, Gisela Marziotta, que entonces tenía 19 años, decidimos seguir investigando por las nuestras. Como a los tres meses no teníamos un peso partido al medio buscamos otra forma de vincularnos con la AMIA, a través de su abogado, Luis Dobniewski, y entonces empezamos a trabajar para él por muchísimo menos dinero del que se había contratado al equipo original. Nosotros cuatro empezamos a trabajar para la AMIA a través de Dobniewski. Así seguimos tres años en que nos fuimos deshilachando porque el que facturaba era yo y el que tenía que pagarnos era nada menos que Sergio Szpolski, que ahora sabemos era directamente un aliado de Jaime Stiuso. Szpolski era el tesorero de la AMIA y no pagaba nunca, me hacía juntar orina en la sede provisoria de la AMIA, el instituto Marc Chagall de la calle Ayacucho en Buenos Aires y, como pagaba tarde y mal, la gente se fue desenganchando y al final terminé absolutamente solo después de tres años. Producto de eso publiqué un libro que se llamó “AMIA El Atentado. Quiénes son los autores y por qué no están presos” título que puse junto a quien era entonces el editor de Planeta, y hoy Ministro (ahora secretario) de Cultura Pablo Avelluto. Producto del envión que tenía cuando publiqué ese libro hice tres presentaciones ante el juez Galeano (Juan José) pidiéndole la detención de los muchachos que habían dejado una trafic supuestamente bomba – que no era así, era simplemente un señuelo – cerca de la AMIA. La habían dejado estacionada los muchachos de San Telmo, uno de los cuales era policía, y estaban todos vinculados con Alejandro Monjo que era un señor que reducía automóviles, los duplicaba, en sociedad con la Policía Federal, y que es quien le pasó la trafic – supuestamente bomba – a Carlos Telleldín. Así las cosas. Luego de publicar ese libro, que yo en el momento que lo publiqué pensaba que era extraordinario y que estaba para el Pulitzer (Premio), tuve una parte fallida porque, si bien le di más importancia a la volqueta, no llegué a impugnar debidamente la existencia de la supuesta trafic bomba que jamás existió y eso lo sé porque el abogado de la AMIA se las ingenió para que yo nunca conociera a Carlos De Napoli, que era una persona que se había metido sola en la causa creyendo que estaban involucrados policías que lo habían expropiado de todos sus bienes durante la dictadura. De Napoli se había dado cuenta que cuando se hablaba de una trafic bomba en realidad se estaba hablando de varios vehículos, por lo menos  dos.  Entonces, luego de sacar ese libro lo conocí a De Napoli y en unas pocas horas me demostró y me convenció de que la camioneta no sólo eran varias, dos por lo menos, sino que tampoco era un coche bomba lo que había demolido el edificio. Así las cosas, pasé a ser una especie de maldito. ¿Por qué? Porque el caso AMIA es el único caso que conozco en el cual Israel y Estados Unidos se pusieron de acuerdo con el gobierno argentino para dar una versión falsa. Todos los medios de prensa, sobre todo los tres diarios principales – Clarín, La Nación y Página 12 – acordaron publicar solamente lo que salía del juzgado del corrupto juez Galeano, que arreglaba lo que se le decía a los periodistas junto con Rubén Beraja, el jefe de la DAIA que está siendo juzgado hoy por encubridor. Esto fue así por varios motivos: en aquel entonces Página 12 dependía de Magnetto (Héctor) en gran medida y, de los periodistas que cubrían el caso que eran Román Lejtman y Raúl Kollmann en gran parte. En el caso de Lejtman está claro que el tiempo iba a demostrar con claridad que ese muchacho era israelí, hecho y derecho. Ahora ya no trata ni de disimularlo, escribe notas en Infobae que ha sido infiltrado por los espías israelíes. Argentina hoy es un país cuyos servicios de inteligencia son una franquicia del Mossad y de la CIA, también le hace favores a otros servicios como el francés y el alemán, pero básicamente al Mossad y la CIA, hasta tal punto que en el caso de la AMIA, hace ya una década larga, Jaime Stiuso no tuvo ningún empacho en reconocer que había grabado 30 mil horas de conversaciones en la Embajada de Irán y le había entregado los casetes que se usaban entonces al Mossad, sin quedarse con copias. Con lo cual aceptó que trabajaba directamente para Israel sin pasar por ninguna autoridad argentina y la CIA estaba de acuerdo, es decir que trabajaban para los extranjeros no para las autoridades de la Nación Argentina.

-¿Cómo se enmarca este atentado dentro de los intereses internacionales?

-Todo esto está desarrollado y con muchas más cosas, porque apareció una ingente cantidad de material que la SIDE de Stiuso tenía guardado en distintas oficinas. Cuevas como se le dice en el argot de los servicios y sobre todo en una de la Avenida de Mayo, Pasaje Barolo, donde tenían un montón de material que no había sido aportado a la justicia y que está en mi libro de “La infamia” título que rinde homenaje a una de las pocas notas que publicó Horacio Verbitsky exactamente el día que se cumplieron 10 años del atentado. En el cual Verbistsky – con material desclasificado por Néstor Kirchner – demuestra que Israel o el primer ministro Rabin (Isaac) mandó un enviado para que se pusiera de acuerdo con Menem (Carlos) para decir que la culpa era de Irán y que había habido un coche bomba, el Hezbollah, etc, etc, etc. Cosas que no eran para nada verdad y que demuestra que la SIDE y sus altos jefes jamás creyeron ni por un instante que Irán tuviera nada que ver con el atentado, al punto que el segundo jefe de la SIDE, el almirante Anchezar (Juan Carlos), que está también siendo juzgado ahora por encubridor, se reunió con el encargado de negocios que hacía de embajador de Irán y con Moshen Rabanni (entonces Agregado Cultural de la Embajada de Irán, nota del transcriptor) quien era supuestamente el acusado, un clérigo al cual oficialmente se acusaba de haber pergeñado el atentado. Esto era tan insostenible que en un momento dado – en lo que se llamó Operación Cacerola, no me preguntes por qué, es lo que dice uno de los documentos escritos que hemos expurgado – Estados Unidos, la CIA, le dice a la SIDE que le va a mandar un agente suyo a ofrecerle dinero a Rabanni para que se vaya del país. Y como Rabanni no se fue del país, se aprovechó que se fue de vacaciones a Irán  y entonces el presidente Clinton (Bill) en persona cuando visitó la Argentina le pidió al gobierno argentino que no lo dejara volver, y así fue. Se le impidió la vuelta a Rabanni. ¿Por qué se le impidió la vuelta? Bueno, porque todo el mundo sabía que no tenía nada que ver y al fantasma es necesario mantenerlo vivo, así como se trata de resucitar una y otra vez al fiscal Nisman (Alberto) para volver a asesinarlo. Aunque no lo asesinaron, se trata de hacer pasar por asesinato lo que fue evidentemente un suicidio tal como yo siempre dije y lo acaba de demostrar un libro muy exhaustivo de Pablo Duggan. Entonces el tema con Rabanni era eso. Rabanni era un clérigo y no había ninguna prueba contra él. La prueba que había y digo prueba entre comillas, era una foto que le había sacado su chofer, Isaac García, que era un infiltrado de la SIDE en su entorno, junto a una camioneta trafic. Parece que un día, tiempo antes, había ido a preguntar precios y a partir de eso se armó todo lo de la trafic. Si hubiera ido a preguntar por otra marca o por otro tipo de vehículo se hubiera armado la historia con otro vehículo. Este muchacho, García, agente de la SIDE  infiltrado, cuando declaró en el juicio dijo que a su manera de ver Rabanni no tenía nada que ver con ninguna actividad terrorista, ni siquiera política. Pero todas estas cosas se las ocultaron al público en general, se ocultó todo en forma lamentable y yo no conozco otro caso en el cual el encubrimiento haya sido tan extendido y con tantas complejidades en los medios de prensa.

 caraacara2

-Con referencia al tema de Nisman, hace poco le hicimos un reportaje a Santiago O’Donnell de Página 12, y él nos contó que cuando hizo un análisis de lo que fue Wikiliks, liga directamente al caso Nisman con la embajada norteamericana. ¿Qué nos puede decir al respecto?

-Bueno, Nisman le pedía permiso para todo a la embajada norteamericana. La única vez que no le pidió permiso después le pidió muchas veces disculpa, se prosternaba, es decir se ponía de rodillas frente a la embajada norteamericana. Y también con todo el dinero de Israel y los fondos buitres. La parte que no se ha investigado de Nisman es de dónde provenía el dinero que tenía, y no hablemos de las tres cajas de seguridad que tenía, una en el departamento donde murió y dos en sendos bancos que saqueó su mamá sin que nadie sepa que había ahí. Pero la cuenta que tenía en Estados Unidos junto con sus familiares y con Lagomarsino (Diego), tenía dinero que no se sabe de dónde vino. De alguno sí se sabe, se sabe que el dueño del diario de mayor circulación de Israel – que es a su vez el mayor sponsor del primer ministro Netanyahu (Benjamín) y socio del principal fondo buitre norteamericano en Argentina, al cual Macri (Mauricio) le pagó todo, hasta el último centavo de lo que pedían – le pasó un promedio de seis mil dólares por mes durante cuatro años. Yo querría saber por qué se los daba. Creo que se los pasaba porque trabajaba para los servicios secretos de Israel y esa era la manera de pagarle. A su vez tenía dinero que recibía de empresarios muy sospechosos que después desaparecieron y no sabemos si están vivos como Stefanini (Damián) por ejemplo, que desapareció un 17 de octubre (del 2014, ndt). Todo eso no se investigó ni se investiga, y no se investiga porque está en manos del juez Claudio Bonadío, que es un delincuente a repetición, que le gana de lejos al juez Galeano (Juan José) que también se dedicó a delinquir desde su juzgado casi a repetición. Y ahí anda Bonadío, nadie la baja la caña a pesar de que es el juez que tuvo más denuncias en el Consejo de la Magistratura, pero como en el Consejo de la Magistratura tenía mayoría absoluta el oficialismo nunca prosperó ningún recurso. Y este hombre sigue teniendo patente de corso para hacer lo que se le cante, y meter preso a quien quiera, cuando él quiera, en aplicación de la mal llamada doctrina Irurzum, que debió ser llamada doctrina Macri, a quien el poder judicial estuvo y está absolutamente sometido, a través de operadores del fuero federal como Angelici (Daniel), ese hombre conocido por tener palabra (lo dice irónicamente, ndt). Pero me preguntaste una cosa que no te contesté, y es quién hizo el atentado y por qué.  

-Sí, sobre todo el por qué ¿no?

 -El por qué es porque se pusieron de acuerdo un grupo de traficantes de armas y drogas, a los cuales no les habían pagado en el proceso de lavado de dinero y blanqueo en su reintroducción al sistema bancario. Los intermediarios se habían quedado con el dinero, y esto se vio en el primer atentado y Monzer al Kassar, que era uno de ellos fue preso en España y parecía que nunca iba a salir de la cárcel, pero salió y hubo otro atentado. Ahí sí creo que se pagó, se pagó bien. Pero estos traficantes no hicieron los atentados por sí mismos. Primero se pusieron de acuerdo con un sector de los servicios de inteligencia israelíes que quería sabotear los acuerdos de paz que impulsaba el primer ministro Rabin (Isaac) con Siria y con Palestina. Básicamente miraban de plano a la devolución de la meseta del Golán a Siria, que es lo que quería hacer Rabin, a cambio de un acuerdo de paz solemnemente firmado ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que aparecería como garante. La derecha israelí y gran parte de los servicios de inteligencia internos, o sea la contrainteligencia, el Shin bet o Shabak, no confundir con el Mossad que es inteligencia en el exterior, mientras que el primero actúa en los territorios ocupados por Israel y, como decía, gran parte del Shin Bet estaba en desacuerdo total con esta historia por la derrota, porque ya venían sufriendo y que habían tenido que soportar por el regreso de Arafat (Yasir) desde el exilio de Túnez a Cisjordania, porque Arafat había vuelto con una policía Palestina entrenada por la CIA que desplazó de esos territorios al Shin Bet. Hace tres años yo publiqué un libro que se llama “Caso Nisman. Secretos Inconfesables” y ese libro, mi teoría del punto de encuentro, demostraba claramente cómo había sido el atentado a la embajada de Israel, que es más fácil que la tabla del dos. Cualquiera leyéndolo, como si leyera un buen cuento policial, puede sacar sus conclusiones acerca de quiénes y cómo volaron la embajada de Israel, que no tiene nada que ver con la historia oficial. Y en ese libro yo demostraba que esa voladura de la embajada contó con la complicidad de agentes israelíes, particularmente con quien dirigía la custodia de la embajada, que la liberó de tal, porque la embajada ese día no tuvo ni custodia de la policía federal. Un policía no vino, el otro se fue. Era el día de San Patricio entonces no había policías. El que estaba en la embajada de Rumania que es vecina también se fue. El patrullero que tenía que cubrir también se fue. El edificio fue previamente vaciado de mucha gente, estaba lleno de gente por la mañana y pasado el mediodía quedó muy poca, hasta el punto que murieron solamente cuatro israelíes, el resto de las 18 víctimas fueron argentinos, italianos y el cura que estaba enfrente. Yo publiqué ese libro hace tres años y nadie dijo nada. Ahora que estamos en otra época hay bronca, hay bronca porque en “La infamia” el nuevo libro, que es de la Editorial Colihue, yo demuestro que también en este atentado contra la Mutual hubo agentes israelíes involucrados. Pero de ninguna manera se puede hablar de que hayan sido auto-atentados, esto lo quiero aclarar especialmente. Todos fueron encargados desde el entorno del presidente Menem (Carlos) sin que éste tuviera nada que ver. Fueron ejecutados por mercenarios argentinos vinculados a la Policía Federal y protegidos por agentes del SIDE y de la CIA que por supuesto estaban al tanto de que se iba a hacer el atentado y pensaron, desde un primer momento, echarle la culpa a Irán. Recuerdo que el entonces Ministro del Interior, Carlos Ruckauf, se encontraba en Estados Unidos y a la media hora de que en el edificio explotaran las bombas, porque fueron dos, le echó la culpa a Irán y después dijo que era porque alguien se lo había soplado. Alguien en Washington le sopló que había sido Irán. Antes de investigar nada ya se sabía quién era el culpable. Entonces cuando saco este libro “La infamia”  gran revuelo por este tema. Pero es así, son atentados mafiosos hechos por traficantes de armas y drogas ilícitas que se pusieron de acuerdo con un sector de los servicios secretos israelíes interesados en boicotear los esfuerzos del primer ministro Rabin que de todas maneras encubrió esto, del mismo modo que de alguna manera el General Perón le bajó el precio todo lo que pudo a los bombardeos de Plaza de Mayo, porque no quería echar leña al fuego para negociar con la oposición. Cosa que no pudo hacer y a los tres meses de bombardear Plaza de Mayo lo depusieron, pero lo intentó. De la misma manera Rabin quería aquietar las aguas para poder seguir negociando y seguir llevando a cabo su política, pero no pudo porque en el año 1995 un supuesto loco religioso, vinculado con el Shin Bet o Shabak lo mató. Entonces, los atentados fueron hechos por mano de obra mercenaria local, encargados del poder político en las cercanías del Presidente Menem (Carlos) y ejecutados y encubiertos con el beneplácito de los servicios secretos de Israel y de Estados Unidos, por lo menos de sus jefes.

-Tenemos una pregunta del público que dice: ¿Qué opina del documento secreto que Toma (Miguel Ángel) le entregó a Nisman (Alberto) para que manejara la causa AMIA? ¿Y si Damián Pachter, el periodista que avisó que Nisman estaba muerto y que se fue rápidamente del país, era un agente del Mossad?

-Damián Pachter era medio pelotudo.Puede ser que fuera agente de algún servicio secreto israelí, así parece, pero no era un agente calificado, era bastante nabo. En cuanto a la otra pregunta ese documento es un bochorno, fue hecho por unos muchachos de la SIDE que copiaron muy apresuradamente cosas que les mandaba la CIA, el FBI y el Mossad, y hoy creo saber hasta quien fue el redactor. Fue un muchacho que sabía hebreo y que a la hora de escribir estaba tan apurado que en lugar de “camioneta” ponía “van” porque traducía literalmente del inglés. Es la nada misma y Toma salió diciendo en los diarios que se cerraba la causa, la verdad que es bochornoso todo lo que se ha hecho, cuando estaba todo ya descubierto. Acuérdense que hace unos años lo único que hizo Nisman por la causa fue apropiarse de un documento que había dejado la inteligencia israelí a un sector de la SIDE que cayó en desgracia, la “Sala Patria”, diciendo que había habido un conductor suicida que se llamaba Ibrahim Hussein Berro, y entonces fueron a ver a los hermanos de este tal Berro a Detroit, EE.UU., él y el otro fiscal, Marcelo Burgos, que después se fue, junto con Stiuso, y cuando se encontraron con los hermanos éstos desmintieron, y dijeron que de ninguna manera, que el hermano estaba contrahecho por un ataque de bomba israelí, que por eso no lo dejaron entrar en EE.UU. y que por eso no está con nosotros aquí, y se murió después del atentado de la AMIA en otro ataque aéreo de Israel. O sea que es una maldad decir que él puso ninguna bomba porque jamás pudo salir de El Líbano, desgraciadamente, y entonces, con la cara dura que lo caracterizaba vino aquí Nisman y les anunció a los periodistas que estaba todo arreglado, que ya estaba todo descubierto, que los familiares habían aceptado que su hermano había sido el chofer de la supuesta camioneta bomba y bastó que al otro día un productor del programa de radio de Rolando Hanglin llamara a Detroit y hablara con uno de los hermanos para que el embuste se cayera. Eso fue lo único que hizo este sinvergüenza que era Nisman, que se pasaba todo el tiempo viajando y estando con chicas que por cierto se las pagaba con los fondos del erario público, a través de los fondos reservados de la SIDE. No hizo nada durante diez años para avanzar, nada, absolutamente nada. Y esto el libro de Duggan (Pablo) creo que lo demuestra claramente, a pesar de que yo ya lo venía escribiendo desde antes. Pero no es lo mismo que lo diga yo que estoy de un lado de la grieta a que lo diga Duggan que está del otro lado. En este sentido hay que decir que ahora se me arma revuelo con lo que yo digo porque aparece mi libro con el documento secreto de la SIDE, después de que Carlos Escudé que fue el inventor, nada menos, que del realismo periférico llamado por su jefe el canciller Guido Di Tella “relaciones carnales con los Estados Unidos”. Carlos Escudé, que se convirtió al judaísmo y que es jefe de investigaciones del Seminario Rabínico Latinoamericano, escribió un libro donde reconoce que, en sus enfrentamientos anteriores con D’Elia (Luis), estaba equivocado. El libro se llama “Y Luis D’Elia tenía razón” y ahí Escudé hace su propia investigación y llega a la conclusión de que no hay absolutamente ninguna prueba que vincule a Irán con los atentados, ni de que exista el coche bomba, ni nada. No hay pruebas. Como si esto fuera poco Macri (Mauricio), cuando subió al gobierno, puso al frente de una unidad especial de investigación del Poder Ejecutivo sobre el atentado a la AMIA a un ex senador radical por Chubut, Mario Cimadevilla, y en marzo pasado, so pretexto de reducir el Estado y las secretarías, Macri acabó con esta Secretaría, con la unidad especial, pero lo hizo porque Cimadevilla y su gente se estaban peleando todo el tiempo con el ministro Garavano (Germán), porque el ministro dio orden de salvar a algunos de los inculpados por encubrimiento, como por ejemplo los fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia, que fueron partícipes, clarísimamente, del pago a Carlos Telleldín de 475 mil dólares para que acusara falsamente a un grupo de policías bonaerenses. De paso se sacaba la lupa sobre algunos agentes de la Federal. Pasaron varios años presos estos bonaerenses, que no eran unos santos pero no tenían absolutamente nada que ver con el atentado. Entonces Cimadevilla se enfrentó porque no estaba dispuesto a hacer todo este chanchullo y así lo echaron. Para defender su gestión Cimadevilla publicó un informe que casualmente se llama igual que mi libro, Informe AMIA, y es un informe de lo actuado en los años que estuvo al frente de la Unidad de Investigación del Poder Ejecutivo, y Cimadevilla reconoce ahí que no hay ninguna prueba. Es oficial esto, no hay prueba de que haya habido coche bomba, ni chofer suicida por supuesto, ni participación del Hezbollah ni tampoco, y lo dice a regañadientes, tampoco participación de Irán. No hay pruebas. Esta es la realidad de los atentados. Después uno si quiere puede escuchar al periodista réprobo, Daniel Santoro, en Clarín, lo puede leer, pero todo es mentira, de pe a pa, porque se ha perdido la vergüenza. El periodismo ya es una cosa de agentes de inteligencia en el peor sentido. A tal punto que fíjense que la Agencia Télam acaba de contratar a Claudio Andrade, ese periodista servilleta que trabajando para Clarín desde Bariloche, que se dedicó durante todo un año a inventar noticias falsas para desviar la investigación y que jamás se pudiera averiguar en qué circunstancias había muerto Santiago Maldonado. Esta es la realidad de hoy, una realidad en la que las “fake news” no hace falta que las hagan amateurs, las hacen los editorialistas de los grandes diarios.

-Juan José, como primera pregunta qué mirada tienes  para el futuro en esta historia y si tienes algún tipo de esperanza en que esto llegue a la verdad.  Después te pregunto por la participación del gobierno actual en todo esto y hacia dónde va todo esto.

-Bueno, no soy futurólogo. Está claro que este gobierno en general y Patricia Bulrich en particular, están entregados al Mossad y la CIA, en ese orden, o sea, trabajan para Israel y para Estados Unidos más que para la Argentina. Sin dudas, y este gobierno, en mi opinión, es un gobierno de ocupación, es un gobierno más perjudicial para los intereses nacionales que lo que pudieron hacer los ingleses que estuvieron tan poco tiempo aquí a principios del Siglo XIX, y estuvieron tan poco tiempo que además practicaron una suerte de demagogia, ya que querían ver cómo hacer pie y llevarse bien con las llamadas fuerzas vivas. Esta gente no ha tenido una sola medida a favor de las clases populares, son todas en contra. En tres años nunca se les ha pasado por la cabeza tomar una medida popular, yo tengo una posición tomada, pero no soy futurólogo, me crié en esa línea de periodistas que hay en el país que no pretendían ser asépticos, empezando por Mariano Moreno y siguiendo por muchos otros, algunos de los cuales están hoy olvidados, como José Luis Torres, el inventor de la expresión “la década infame”, o Rodolfo Walsh que es el padre de todos nosotros. Y también algunos periodistas del extranjero como John Grigg o Giles Perrault, el autor de La Orquesta Roja. Lo que creo que es mi misión es no dejar que se consagre una mentira como si fuera verdad sino tratar de evitarlo. La lucha es por ver quien escribe la historia y yo trato de hacer cosas sólidas para que por supuesto que en algunos aspectos siempre se puede mejorar, y me pueden decir estaba equivocado en esto porque en realidad es todavía peor, o hay más datos, pero lo que creo es que con mis libros lo que impido es que la gente escriba la historia como se le cante, como hicieron hasta ahora en los diarios diciendo que hubo una camioneta bomba, chofer suicida, que el chofer suicida era del Hezbollah, que respondía o estaba dirigido desde Teherán por varios ayatollah iraníes. Todo eso es mentira y yo creo que hay que demolerlo para que la verdad histórica aparezca. Yo no aspiro a que haya alguien condenado a prisión porque eso no es un tema mío, es un tema de la justicia, y han pasado muchos años, pero sí que la historia se escriba como es y no como nos la vendieron con la complicidad de todos los grandes medios. Como no tengo abuela les digo que los que compren estos libros, La infAMIA es el último, de Editorial Colihue, o el anterior Caso Nisman. Secretos Inconfesables, van a ver que me he esmerado para que, a pesar de la complejidad, haya una estructura para que sean fáciles de leer, como si fueran una novela, que desgraciadamente no lo son. Hay una página de Internet, www.pajarorojo.com.ar  Ahí puede la gente encontrar más información. Todos lo que quieran ver lo que discurro gratis pueden ir a esa página.

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*Periodistas de Frecuencia Joven: Andrés Volpe y Matías Guffanti

*Foto de Portada: www.nexofin.com

*Foto 2: www.diariopopular.com