martiresPor  Jean Georges Almendras-14 de abril de 2018

El pueblo y los periodistas ecuatorianos lloran. Nosotros, periodistas del Uruguay, y de las redacciones de Antimafia de Argentina, Paraguay e Italia, también. Al llanto, sumamos la rabia y la impotencia, porque los muertos, o mejor dicho los mártires del periodismo ahora fueron tres trabajadores del diario El Comercio, de la hermana República del Ecuador.

¿No tenemos ya bastante los periodistas del  mundo, cuyas bajas en varias zonas del planeta aumentan mes a mes, solo por el hecho de que cumplimos con nuestro trabajo de informar?

Seguimos obligados a presenciar féretros con restos de trabajadores de la prensa, en ésta oportunidad, asesinados en una zona fronteriza entre Ecuador y Colombia. Asesinados por cubrir la violencia en la región. Asesinados por denunciarla y por encararla, para que la opinión pública sepa la realidad. La verdad.

Por enésima vez, entonces,  el deber de informar, tuvo su saldo trágico.

¿Cómo ocurrieron los hechos?

Los periodistas ecuatorianos primero fueron secuestrados el pasado día 26 de marzo,  luego encadenados y recluidos en algún lugar de la selva, para ser finalmente ejecutados a balazos.

En la jornada del pasado viernes 13 de abril el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, visiblemente acongojado y sensibilizado, oficializó el hallazgo de los cadáveres de quienes en vida eran: Javier Ortega, de 32 años, reportero; Raúl Rivas, de 45 años, fotógrafo; y Efraín Segarra, de 60 años, chofer.

Los cuerpos de los tres trabajadores del diario “El Comercio” presentaban impactos de bala y estaban encadenados. Y todo hace suponer que los días que estuvieron con sus captores les significó un verdadero calvario en el que cruelmente y gradualmente deben haber ido calibrando el fatal desenlace, lo que  les  debe haber sido muy duro transcurrir  el día a día, padeciendo intensamente el azote de la incertidumbre y del terror.

Tomando en cuenta que el secuestro, por parte de un grupo guerrillero disidente de las FARC (del Frente Oliver Sinisterra)  comandado por el ecuatoriano Walter Artizala, alias “El Guacho”, fue el 26 de marzo, los tres trabajadores habrían estado cautivos un total de 17 días, estimándose que las ejecuciones se habrían cometido el miércoles 11 de abril.

Un cautiverio indescriptible e infame, que fue el epílogo de una acción de los guerrilleros. Guerrilleros que se presume  estarían involucrados en el narcotráfico, en el marco de un clima de tensión que se venía registrando en los últimos tiempos,  donde los operativos militares eran frecuentes en una extensa zona de operaciones en  terrenos fronterizos.

Precisamente, la guerrilla, que se adjudicó el secuestro en una zona apartada de la localidad de Mataje, dijo que la muerte de los periodistas se habría producido en el curso de un fallido intento de rescate, versión que fue negada por las fuerzas militares de Colombia y de Ecuador.

Oportunamente, el presidente de Ecuador informó públicamente que antes de hallarse los cuerpos de los periodistas se había dado un plazo de 12 horas para que los secuestradores entregasen una prueba de vida.

Pero esto no aconteció. En su defecto,  horas después, los secuestradores dieron a conocer las fotografías de los cadáveres. Cadáveres que al momento de redactarse estas líneas se procura recuperar con la intervención de integrantes de la Cruz Roja Internacional, o de la Iglesia Católica.   

Y se siguen multiplicando los capítulos de la violencia en la historia de nuestra América Latina. Y el narcotráfico es siempre uno de los implicados en todo este aquelarre político y social, desencadenado por las ansias de poder y por la codicia individual que va mucho más allá de las ideologías de los grupos en pugna o que están en el área de operaciones o de conflicto.

Y el común denominador sigue siendo el periodismo, como carne de cañón, básicamente porque molesta, porque es un testigo y porque es un escollo para los fines de los otros  

La carne de cañón, porque por principio sigue siendo una de las profesiones que da la oportunidad de conocerlo todo, para denunciarlo todo. Da la oportunidad, aunque esa oportunidad solo sea considerada por una minoría, y no por las mayorías, obviamente.

La carne de cañón, porque el periodismo libre, es el periodismo que carece absolutamente del  afán especulativo y que se desarrolla inspirando en una ética de conciencia, ya escasa en  nuestros días, al menos en algunos ámbitos y en algunos círculos de la inmensa plantilla de nuestros profesionales, que en un doscientos por ciento, más se codean con los intereses personales y los placeres del marketing , que  con la fe en el oficio de escribir.

Y parafraseando a Eduardo Galeano diríamos, a propósito de los mártires del periodismo del Ecuador, de los días que corren:”Tengo fe en el oficio de escribir, la certeza de que es posible hacerlo sin venderse o alquilarse”.

Los tres colegas asesinados y  todos los periodistas que ejercieron a conciencia el oficio de escribir en otros países del  mundo están merecidamente dentro de ese contexto.

No se vendieron, ni se alquilaron y en consecuencia, ofrendaron sus vidas.

Lo que los hace, héroes, además de mártires.

Que ya son muchos.

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*Foto de portada: www.diarioelcomercio.com