La sociedad paraguaya en su mayoría  consumista, mercantilista, indiferente y egoísta ,en este tiempo, en que  recordamos la Navidad, adquiere carácter superlativa,  ya que miles y miles de personas sin importar las creencias, razas y la condición social, como zombis  abarrotan los locales comerciales con la sola obsesión de comprar, consumir y gastar dinero, como si formaran parte de un ritual anual en el que para recordar la navidad es condición vital despojarse del mucho o poco dinero ganado durante el año.  Las calles, con un tránsito infernal,  con personas que circulan apuradas, sin orden,  sin respeto a las normas de  tránsito, buscando llegar no se adonde, como pensando solo en sí mismas,  y en sus familias, sin importarles lo que les rodea,  y mucho menos en los graves problemas que actualmente padecemos como  país,  entre ellos  la infiltración del Crimen Organizado y la Mafia dentro del Estado  y su extensión a toda la sociedad paraguaya. 

La vida de Salvador Medina representaba sin embargo lo opuesto a esa sociedad, pues  él fue un hombre comprometido con su comunidad para desenmascarar a  los criminales que actuaban no solo al margen de la ley sino que eran responsables de la destrucción de la vida. Entonces, Salvador Medina, por la radio denunciaba a los que talaban los bosques y traficaban la madera impunemente y a los traficantes de drogas  que ya en ese tiempo -principios del 2000- inundaban de droga la zona de Capiibary, Departamento de San Pedro, y toda la región de Canindeyú. Por aquellos tiempos  ya existían indicios y evidencias de que lo que sustentaba a los mafiosos, y les daba las garantías para cometer sus crímenes, sin ser molestados por nadie y mucho menos procesados o imputados, eran algunos políticos pertenecientes principalmente a los partidos tradicionales: Colorado y Liberal.

Salvador Medina fue un  pionero en la lucha contra la mafia paraguaya. Fue un pionero  en desenmascarar y evidenciar con sus denuncias- lo que por mucho tiempo fue un secreto comentado solo en voz baja- la vinculación del narcotráfico con la política. Él lo hacía frecuentemente por medio de un programa radial que tenía en una radio comunitaria de Capiibary, del cual era director. Además,  en los años 1999 y 2000 colaboraba con su hermano Pablo Medina  -ya en aquel entonces corresponsal del diario ABC Color de Asunción-  quien era su nexo, es decir, que era quien  le pasaba los datos a Pablo, para luego procesarlos  y  publicarlos. Todas las informaciones que Pablo publicaba en la prensa escrita capitalina, y que se referían a las actividades ilícitas del crimen organizado,   él le daba énfasis  en los espacios radiales que él tenía cada semana.

Rescatando parte de lo manifestado sobre Salvador, en una entrevista  que nos diera Pablo Medina podemos sostener que éste hablo de su colega y hermano en los siguientes términos:  “Salvador Medina estaba vinculado a la radioemisora Ñemity (cultivar), a cuyo frente estuvo por disposición del Consejo que la administraba. En ese lapso, por un lado intento imponer lo que se llama el rol de las radios comunitarias y por otro lado concretó su inserción en la actividad social de la comunidad. Siendo un estudiante avezado en la carrera de Derecho y también ligado al idioma guaraní su actividad fue propiamente investigativa y fue un nexo para conmigo, como periodista de un medio de mayor circulación en la República. Esto generó situaciones bastante preocupantes para la sociedad, especialmente para aquellos que están vinculados a la mafia organizada que se instaló en el distrito de Capiibary. Y siendo que Salvador manejaba  datos a punta de dedos sobre las actividades ilícitas de varios grupos de delincuentes organizados, sobre todo los traficantes de madera y marihuana, él se convirtió en un  referente importante, de cuidado para los que están en el  sub-mundo de la delincuencia. Él tenía una postura definida,

porque creció en la defensa de los valores  humanos. Entonces él prácticamente era el más vilipendiado del grupo de comunicadores de la emisora y era el que estaba siendo visto, por los mafiosos, de que podía ser un enemigo para ellos y un aliado perfecto para la sociedad, para poder por lo menos debilitar o desalentar la presencia de la mafia en la Ciudad de Capiibary.“

La mejor forma de recordar  el asesinato de Salvador Medina es intentar seguir su ejemplo. Salvador Medina no solo se enfrentó a los mafiosos  con su pluma o su voz, sino que además, dió testimonio de vida, como debemos ser los seres humanos, si queremos vencer alguna vez a la mafia y vivir en una sociedad donde prevalezcan los altos valores del espíritu, la justicia, la paz y el amor. Él fue un hombre humilde, sencillo, solidario, que amaba al prójimo y a su comunidad en forma tan intensa que entrego lo más preciado: su vida. Luchando como quijote, solitario contra los mafiosos, pues no deseaba que en el Paraguay se consolidara el narco-estado o el Estado-Mafia.  Salvador Medina  soñaba que las futuras generaciones puedan gozar de las enormes riquezas con que cuenta este país. Riquezas  que están mal distribuidas y que siguen siendo el mejor caldo de cultivo para que el crimen organizado se infiltre y se extienda a toda la sociedad, siendo además consentida y legitimada por ésta.

Es hora  que los paraguayos nos indignemos por la muerte de personas justas como Salvador Medina, Santiago Leguizamón y Pablo Medina, el último mártir. Es hora que nos indignemos  para exigir el esclarecimiento de sus asesinatos y para que los responsables paguen por sus acciones y reciban una condena. Todos ellos, vinculados a la narco-política instalada en el país hace ya décadas.  Urge entonces una revolución civil y cultural en el Paraguay. Si no hay  un cambio revolucionario y de las estructuras políticas, sociales y culturales, este país no  tiene futuro.   Y  en ese cambio cada paraguayo y paraguaya de bien tiene algo que aportar. La fuerza de los ideales nunca muere,  y si en todas las épocas de la humanidad un pequeño grupo de hombres fueron capaces de generar revoluciones, este tiempo no es la excepción. Unidos todos los ciudadanos que amamos al Paraguay, salgamos a las calles y a las plazas.  Alcemos nuestras voces contra la mafia, el crimen organizado y la corrupción en las universidades, en los sindicatos y en las organizaciones civiles y sociales. Dejemos de lado nuestra consuetudinaria pasividad y nuestro conformismo, que ya es parte de nuestra cultura e iniciemos un proceso de cambio revolucionario, informándonos, adquiriendo conocimiento sobre las actividades mafiosas, no solo del país, sino de la región y el mundo,  y constituyámonos en una fuerza civil, en militantes sociales que apunten a  expulsar a la mafia del Estado, de la sociedad, para construir una nueva sociedad humana.

Ese es el desafío que tenemos todos, Salvador Medina y Pablo Medina ya cumplieron con su misión, nos enseñaron el camino sobre cómo luchar contra la mafia. Ahora nos toca a nosotros, aunque por cumplirla nos lleve también a perder la vida. Si  damos todo de nuestra parte en esta guerra contra el mal,  habremos sido solo entonces verdaderos compañeros de ideales de los justos que han caído. 

 23 de  Diciembre de 2014