Era el 15 de Julio de 2008 cuando el Fiscal Antonino Di Matteo (acompañado por Domenico Gozzo y posteriormente por Antonio Ingroia) presentó en una audiencia la columna vertebral del proceso iniciado la semana anterior contra el general de los carabinieri Mario Mori y el coronel Mauro Obinu acusados de encubrimiento agravado por la fallida captura del jefe de Cosa Nostra. Ante la IV sección penal del tribunal de Palermo presidida por Annamaria Fazio (reemplazada posteriormente por Mario Fontana) los dos oficiales del ROS (Reparto especial carabinieri) son llamados a responder sobre uno de los misterios más impenetrables de nuestra historia contemporánea.
“La Fiscalía pretende demostrar - explica Di Matteo - cómo durante los años 1995-1996, a pesar de que ya hubiese sido comprobada la autenticidad de las indicaciones confidenciales dadas por Ilardo Luigi, exponente de relieve de Cosa Nostra, al Coronel del ROS Michele Riccio, los acusados Mori y Obinu en su respectiva calidad de vice Comandante operativo y de Comandante del departamento de criminalidad organizada del ROS de carabinieri, en un primer momento hayan omitido el organizar un operativo idóneo para la captura del prófugo, a pesar de haber sido informados por Riccio, quien a su vez había sido informado por Ilardo, sobre una reunión organizada para el 31 de Octubre de 1995 entre el antes mencionado Ilardo y Provenzano”.

La atmosfera en la sala de audiencias comienza a hacerse pesada. Sentados en medio de sus abogados Mori y Obinu escuchan atentamente. “Además pretendemos demostrar – precisa el Fiscal palermitano - cómo los actuales acusados, a pesar de la inmediata confirmación de la concreción de la reunión programada, así como también del conocimiento de la noticia relativa a la previsión de ulteriores reuniones en esos mismos lugares y con los mismos sujetos que en ese momento se encargaban de mantener prófugo a Provenzano, a pesar de ello hayan omitido, durante largo tiempo, incluso después del homicidio de Ilardo Luigi (ocurrido en el interín en Catania, el 10 de Mayo de 1996), la activación de alguna actividad concreta de investigación sobre los lugares y sobre los sujetos mencionados”. “Además pretendemos demostrar – subraya el magistrado – de qué manera tan larga y así mismo inexplicable inercia, se haya desarrollado en un contexto de absoluta falta de informaciones hacia la competente dirección del distrito antimafia que coordinaba las actividades de búsqueda de Provenzano, no obstante existieran normas precisas dictadas por el Fiscal de distrito de Palermo sobre la necesidad de que las fuerzas de Policía comunicaran a la dirección del distrito antimafia hasta las más simples oportunidades de investigación que pudieran derivare de las actividades en el territorio”.
Nino Di Matteo pide a la Corte que deposite la sentencia del proceso sobre uno de los aspectos más inquietantes de la historia de la lucha contra la mafia: el escondite de Riina que nunca fuera registrado tras su detención. Un procedimiento penal que entre el 2005 y el 2006 llevó a juicio a los oficiales de la ROS Mario Mori y a Sergio De Caprio (el capitán “Ultimo”) acusados de haber favorecido a Cosa Nostra después de esa “omisión”. Mori y De Caprio fueron absueltos el 20 de febrero de 2006 porque el hecho no constituye “delito”. Pero sobre esa sentencia de absolución todavía pesa, como una enorme piedra, la carta de la asociación “Tra i Familiari vittime di via dei Georgofili” (Familiares víctimas del atentado de la Calle dei Georgofili) enviada al Fiscal de la acusación Antonio Ingroia: “¿El registro inmediato del escondite de Riina – escribía la portavoz de la asociación Giovanna Maggiani Chelli – habría podido evitar los atentados del 1993? ¿Hoy nuestros parientes podrían estar aún vivos?”. Una angustiante interrogante que todavía nadie ha podido dilucidar. “Además pretendemos someter a una vista – destaca Di Matteo entrando en el corazón del proceso – el enmarcar los hechos en cuestión en un contexto causal más amplio, que tiene sus orígenes en las relaciones mantenidas partiendo ya del período de 1992, entre los atentados de Capaci del 23 de Mayo y el de Via D’Amelio el 19 de julio, del actual acusado General Mori con Vito Ciancimino, exponente mafioso que en la época de los hechos estaba en contacto directo con Provenzano Bernardo, también en función de la captura de Riina, quien en ese entonces estaba prófugo y del tan ansiado cese de la estrategia corleonesa del ataque frontal al Estado y en especial por este último aspecto relativo a la llamada negociación, por la que pedimos que sea depositada la sentencia por el registro que nunca se realizó del escondite de Riina”.
Así es como el “perverso pacto” entre sectores del Estado y Cosa Nostra se encuadra perfectamente en este proceso judicial contra dos hombres del Estado. Por su parte el abogado defensor de los acusados, Piero Milio (fallecido el 19 de Junio de 2010, sucedido por su hijo Basilio) apunta principalmente a demostrar “que el general Mori y el coronel Obinu, integérrimos y leales oficiales del ROS de los carabinieri eran total y absolutamente ajenos y que hoy se encuentran siendo el blanco de infamantes acusaciones”. El abogado explica a la Corte que quiere dejar de manifiesto “la prueba de la inadmisibilidad del coronel Riccio, las mistificaciones que él ha orquestado, las razones del resentimiento y odio hacia el ROS y hacia los oficiales que entonces estaban a su mando. El ataque del abogado defensor continúa adelantando el empleo de numerosas medidas judiciales con respecto a Michele Riccio “que han demolido la credibilidad”. Una guerra hasta la última gota de sangre sin exclusión alguna de golpes. Pero esta historia tiene que ser contada desde el principio.

Antecedente  
Es el año 1993, en Italia estallan bombas en Roma, Florencia y Milán, diseminando muertos, heridos y destrucción del patrimonio artístico. En la cárcel de Lecce hay un mafioso siciliano que exterioriza a la D.I.A. (Dirección Investigadora Antimafia) su intención de hablar de los ideólogoss de esos atentados y también de la gran cantidad de “magnicidios”. Se trata de Luigi Ilardo, nieto del patriarca mafioso de la provincia de Caltanissetta, Francesco "Ciccio" Madonia y primo del sanguinario jefe mafioso Giuseppe “Piddu” Madonia. El jefe del DIA., Gianni De Genaro, llama a su hombre de confianza en Génova, el coronel Michele Riccio, y le confía el caso. Riccio, ya en servicio en el “Antiterrorismo” junto al general Carlo Alberto Dalla Chiesa, acepta e inmediátamente se pone a trabajar. Tienen lugar varias reuniones en la cárcel de Lecce. Ilardo comprende enseguida que se puede fiar de Riccio.

En enero de '94, con la pena cumplida, Luigi Ilardo deja la cárcel y vuelve a Sicilia en calidad de confidente infiltrado de la D.I.A., con el nombre en código de: “Oriente”. De esta manera se desarrollan varias reuniones entre el infiltrado y el coronel de carabinieri durante las cuales Ilardo le confía a Riccio la evolución del sistema mafioso después de la detención de Riina. Gracias a las revelaciones del confidente se arresta a muchos importantes prófugos de las familias mafiosas de Catania, Caltanissetta y Agrigento, se descubren arsenales de armas y sobre todo se logra identificar a los partidarios de Provenzano. Luigi Ilardo empieza a establecer una relación de confianza con el jefe de Cosa Nostra, se intercambia “pizzinis” hasta ganarse la consideración y el cariño del viejo boss. Y llega casi al punto de hacerlo capturar en aquel 31 de octubre de 1995, así como adelanta el coronel Riccio. Pero algo no sale bien y los altos cargos del ROS deciden que no es el momento. Pasaron siete meses e Ilardo fue asesinado en circunstancias más que sospechosas. Pero para entender “los detalles” detrás de los cuales, como dijo Georg Hegel, “se esconde el diablo”, hay que escuchar las palabras de boca de aquellos que han vivido esta historia en primera persona: el ex jefe de Cosa Nostra, Luigi Ilardo y el ex coronel del ROS, Michele Riccio.  

Vidas robadas  
“Me llamo Luigi Ilardo, nací el 13 de marzo de 1951 en Catania, actualmente revisto el cargo de vice representante provincial de Caltanissetta y también cubro el cargo de jefe de territorio provincial correspondiente a Domenico Vaccaro, quien se encuentra detenido. He decidido formalmente colaborar con la justicia, después de haberme dado cuenta de lo que efectivamente he perdido durante estos años, transcurridos lejos de mis familiares y de mis hijos, con la esperanza de que mi ejemplo pueda servir de advertencia y de ayuda a los chicos que, como yo, creen que pueden alcanzar el punto más alto de su vida entrando en determinadas Organizaciones, como en aquel entonces lo fue para mi, que llegué a tomar el mundo entre mis manos el día que en el que me convertí en ‘hombre de honor’. Espero que mi colaboración sirva para demostrar que todo lo que aparentan es falso, no hay nada más que todas esas perversidades de las que algunas personas se han ensuciado”.

El hombre de honor está sentado en el coche junto al carabiniere. Hace pocos días que ha formalizado su intención de pasar del status de confidente al de colaborador de justicia (mafioso arrepentido) ante los magistrados. Pero no sabe que le queda poco tiempo de vida. Apenas pocos días. El grabador del coronel Michele Riccio sigue grabando. Imperceptible. Años después en una especie de largo diario el coronel Riccio nos cuenta la historia de una vida robada. Desde un frente opuesto también su vida ha sido depredada, a pesar de no haber llegado a la eliminación física. A Riccio no le fue perdonada su elección de permanecer íntegro dentro de un sistema que tiene las dos caras de la moneda. “Todavía recuerdo – comienza a contar el oficial de carabinieri que ya se encuentra retirado -  el día en que grabé aquellas frases, que fue pocos días después de la reunión del 2 de Mayo de '96 con los magistrados de Palermo y Caltanissetta en Roma, y esa vez, como todas las otras, nos encontrábamos en un campo de otro pueblo al cual llegábamos de distintas direcciones recorriendo los característicos senderos que, como venas de un cuerpo, marcan esas tierras”. “El principal objetivo de la investigación para lo cual Ilardo se había dirigido  discretamente al Dr. Gianni De Gennaro, en aquel entonces vice director de la DIA, era la de dar inicio a una investigación judicial, destinada a descubrir los autores y los ideólogos, incluso institucionales, de esos famosos atentados de metodología terrorista de los años ’90, de los que afirmaba conocer a muchos de los actores; e impedir la continuidad de esa estrategia criminal y no una ‘negociación’.”
Detrás del informe de Riccio se comienzan a entrever escenarios de guerra fría, con hombres de las instituciones con múltiples personalidades, ligados a dos puntas, a entidades ‘grises’ extra-institucionales. “Muchos de esos oscuros actores - explica el coronel Riccio -, como ilustró Ilardo en su declaración inicial, pertenecían a un contexto muy variado, del que, posteriormente, surgirían indicaciones más precisas y del cual formaban parte incluso miembros de la Masonería y daba nombres como por ejemplo el de Ghisena Gianni, asesinado en 1981 en la cárcel de Fossombrone y Savona Luigi”. “Ilardo contó además que Provenzano estaba relacionado con personajes pertenecientes a ambientes político-institucionales y empresariales diferentes a los de Riina, con los cuales seguía “dialogando” persiguiendo una estrategia más oculta y “participativa” que lo llevó incluso a administrar los “asuntos” de su amigo y a afirmar, con seguridad casi mediumica para aquellos días, que el estado de cosas actual cambiaría dentro de 5 - 6 años”. ¿Pero quién le había garantizado al jefe de Cosa Nostra que en ese lapso de tiempo se lograrían cambios positivos para la organización criminal?  

Mezzojuso
Michele Riccio continúa con ese viaje hacia la memoria reviviendo la tensión de los días antes de la reunión cumbre con Provenzano. “El 29 de Octubre de 1995 Ilardo me dijo que el martes 31 se encontraría con Vaccaro Lorenzo en el cruce a Mezzojuso (un pueblito a unos cuarenta kilómetros de Palermo, n.d.a.) a lo largo de la carretera que conecta Palermo con Agrigento, donde se encontraría con Ferro Salvatore para luego ir a ver a Provenzano Bernardo. Información que transmití inmediátamente al ROS recibiendo directivas al respecto”. “El lunes 30 por la noche, en Catania, me encontré con Ilardo quien me confirmó la invitación recibida por parte de Provenzano para encontrarlo. Después de un día de ansiedades y preocupaciones, en la madrugada del martes 31, finalmente me encontré, en medio de la oscuridad de un campo en las afueras de Catania, a un Ilardo cansado, tenso, pero satisfecho que en cuanto me vio dijo: ‘¿Ha visto que lo logramos?’.” La reunión se concretó. Provenzano seguía manifestando confianza y cariño hacia Ilardo. Pero a pesar de la posibilidad de capturar al jefe de Cosa Nostra, esa operación jamás se realizó. Por parte de la R.O.S. se había puesto un inexplicable stop. Posteriormente en su informe de servicio el coronel Riccio escribió, con no poca amargura, que no tuvieron a disposición los medios necesarios para llevar a cabo la captura y que por lo tanto se puso de acuerdo con Ilardo para que intentara lograr que se volvieran a reunir cara a cara con el jefe de Cosa Nostra. La paradoja habría emergido en los días siguientes cuando desde los altos cargos del ROS le comunicaron a Riccio la dificultad que habían tenido para localizar el sendero en el cual se encontraba la masía en la que se desarrolló la cumbre. Ese lugar permanecería inviolado durante años. Provenzano lo habría frecuentado tranquilamente incluso después del homicidio de Ilardo y en el 2001, en esa misma masía habría sido arrestado el peligroso prófugo Benedetto Spera, fiel servidor de Provenzano.

Extraído de: “Gli ultimi giorni di Paolo Borsellino” (Los últimos días de Paolo Borsellino) Bongiovanni-Baldo, Aliberti 2010.
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